Se?or Juncker: queremos otra Europa
El programa del nuevo presidente de la Comisi¨®n es serio, pero le falta ambici¨®n
La Uni¨®n Europea se est¨¢ muriendo¡±, escribi¨® el polit¨®logo norteamericano Charles Kupchan en 2010, en el arranque de la crisis del euro. ¡°No una muerte s¨²bita, sino una tan lenta y constante que un d¨ªa nos daremos cuenta de que la integraci¨®n europea dada por hecha durante el ¨²ltimo medio siglo ya no es¡±. Cuatro a?os despu¨¦s, tras las ¨²ltimas elecciones, el diagn¨®stico de Kupchan es m¨¢s cre¨ªble. Y no hac¨ªa falta esperar al resultado para saber que la crisis es m¨¢s pol¨ªtico-institucional que econ¨®mica. Fue la opci¨®n pol¨ªtica deliberada de responder a la crisis financiera con un enfoque nacional y no europeo ¡ªla fatal decisi¨®n de Angela Merkel de imponer rescates nacionales a la banca y al sector automovil¨ªstico en 2009¡ª la que abri¨® las grietas de la divisi¨®n nacional, principal h¨¢ndicap que nos impide salir del agujero. Consecuencia: un conjunto de pol¨ªticas err¨®neas ¡ªausteridad indiscriminada para todos, un Banco Central maniatado¡ª que han precipitado a Europa en su mayor crisis en 60 a?os. Resultado: deslegitimaci¨®n de las instituciones europeas y desprestigio de la idea de Europa. Con un efecto pol¨ªtico perverso: dejar inermes, ante una ciudadan¨ªa perpleja y enfadada, tambi¨¦n a las democracias nacionales, que han visto c¨®mo sus Parlamentos y sus votos no cuentan.
La experiencia europea demuestra que el ¡°keynesianismo en un solo pa¨ªs¡± no es posible. La pol¨ªtica de gesti¨®n de la demanda no es viable en el marco de una econom¨ªa abierta peque?a o mediana que no controla la pol¨ªtica monetaria. ?Puede, en cambio, la zona euro ¡ª350 millones de ciudadanos con la segunda moneda de reserva del mundo, y un comercio interno muy superior al exterior¡ª aplicar pol¨ªticas de est¨ªmulo monetario y fiscal? Por supuesto que s¨ª. Pero hay que reformar reglas e instituciones, y reconciliar intereses econ¨®micos de unos y otros. Lo que requiere un gran cambio pol¨ªtico e institucional. De lo contrario, estamos abocados, primero, al s¨ªndrome japon¨¦s: d¨¦cada de crecimiento an¨¦mico; y despu¨¦s, con muy poco desfase, al s¨ªndrome de Weimar: descomposici¨®n pol¨ªtica.
En este panorama, la elecci¨®n de Juncker como presidente de la Comisi¨®n por el Parlamento Europeo es un modesto signo de esperanza. Viejo zorro en el bosque institucional europeo, Juncker ha ofrecido un programa posibilista de moderada ambici¨®n: 300.000 millones de euros para redes transeuropeas (energ¨ªa, transporte, telecos) e I+D, apuntando a la reindustrializaci¨®n del continente (del 16% al 20% del PIB); completar el mercado ¨²nico en servicios, y un mercado ¨²nico digital en telecomunicaciones e Internet, sin fronteras t¨¦cnicas y regulatorias; una impostergable uni¨®n energ¨¦tica; y, crucialmente, una modesta capacidad fiscal europea. Es un programa serio, prudente, enfocado al corto y medio plazo (dos o tres a?os). Pero excesivamente t¨¦cnico: una serie de proyectos complejos, dif¨ªciles e importantes no suman una visi¨®n de futuro para Europa. Falta ambici¨®n pol¨ªtica: la uni¨®n fiscal y la uni¨®n pol¨ªtica ni siquiera se mencionan. Quiz¨¢, reci¨¦n estrenado, Juncker no pueda hacer otra cosa.
Sin embargo, la Uni¨®n necesita generar recursos propios (una capacidad fiscal?/?impositiva com¨²n) para un presupuesto con peso espec¨ªfico como para ser antic¨ªclico: estimular la econom¨ªa a escala europea, reducir el desempleo y reequilibrar los choques asim¨¦tricos (cuando la crisis afecta a unos m¨¢s que a otros).
Para frenar la marea nacionalista tenemos que ir a una Europa federal
Un impuesto europeo (un 2%-3% del IRPF pagado a las arcas europeas), tasas a las transacciones financieras y sobre las emisiones de carbono, o las tarifas arancelarias, nutrir¨ªan un Tesoro europeo. Tendr¨ªa, adem¨¢s, valor simb¨®lico y pol¨ªtico: forzar¨ªa el inter¨¦s popular por la representaci¨®n (europea). ?Para qu¨¦ objetivos? Una Europa del 5% del PIB, frente al raqu¨ªtico presupuesto actual del 1%. Una Europa federal dotada de un centro de gravedad econ¨®mico y pol¨ªtico con capacidad para redistribuir y reequilibrar. No es un sistema de transferencias fiscales que genere dependencia. Es invertir en el futuro com¨²n europeo, para generar las condiciones b¨¢sicas que aceleren la convergencia en productividad, competitividad y renta. La uni¨®n monetaria no aguantar¨¢ sin una uni¨®n fiscal. Esta no puede ser entendida a la alemana, solo como conjunto de reglas (l¨ªmites de d¨¦ficit y deuda) para pa¨ªses a¨²n muy desiguales. Sin instituciones y capacidades comunes que ayuden a igualar las condiciones de partida, la convergencia no ser¨¢.
Eventualmente, si queremos recuperar la confianza popular, tendremos que converger tambi¨¦n en pol¨ªticas sociales y laborales. La uni¨®n social tiene que complementar la uni¨®n econ¨®mica y monetaria: hay que armonizar los mercados de trabajo, hay que modernizar y actualizar el derecho del trabajo en un gran pacto social que garantice derechos m¨ªnimos de los trabajadores europeos y la flexibilidad necesaria para la competitividad de las empresas. Si pretendemos fomentar la movilidad laboral intra-europea seamos consecuentes: creemos una Agencia Europea de Empleo que la facilite, casando oferta y demanda, ayudando con la vivienda y la adaptaci¨®n cultural, con cursos de idiomas, formaci¨®n, etc¨¦tera. La consecuencia natural de esta movilidad ser¨¢ un subsidio de desempleo europeo. Un incipiente mercado laboral europeo (objetivo en 10 a?os: 10% de trabajadores no nacionales de origen comunitario) necesitar¨¢ un sistema europeo de protecci¨®n social y pensiones, que no dependa exclusivamente de los Estados.
Lograrlo precisa un salto pol¨ªtico: la uni¨®n pol¨ªtica. ?Qu¨¦ elementos tendr¨ªa? 1. Una circunscripci¨®n electoral paneuropea con listas transnacionales ¡ªjunto a las estatales¡ª cuya cabeza de lista sea el candidato de cada familia pol¨ªtica a presidir la Comisi¨®n Europea. 2. Un Parlamento Europeo con iniciativa legislativa (hoy solo en la Comisi¨®n). 3. Una estrategia global com¨²n: diplomacia, defensa, relaciones econ¨®micas, ayuda al desarrollo. El Servicio Exterior Europeo asumir¨ªa la representaci¨®n ¨²nica de la UE en las instituciones internacionales; y gestar¨ªamos unas Fuerzas Armada europeas, con industrias de defensa integradas. Las crisis geopol¨ªticas y la constancia de nuestra impotencia nos lo impondr¨¢n. 4. Una Comisi¨®n Europea m¨¢s reducida (superando el absurdo del ¡°comisario por pa¨ªs¡±) y un proceso de decisi¨®n m¨¢s ¨¢gil y m¨¢s comunitario.
Necesitamos unidad y autonom¨ªa pol¨ªtica de los grupos parlamentarios europeos primando la disciplina del voto supranacional
Todo esto exigir¨ªa lanzar un nuevo proceso constituyente en el que podamos participar todos los europeos: una Convenci¨®n de instituciones comunitarias, Gobiernos y Parlamentos nacionales. Somos conscientes de la complejidad y los riesgos de un proceso as¨ª, cuando el euroescepticismo y el antieurope¨ªsmo est¨¢n al alza. Pero los partidarios de Europa no podemos estar a la defensiva: tenemos que ser atrevidos, convencidos de la superioridad pr¨¢ctica y moral de nuestras ideas. Las ideas grandes son las semillas del futuro. El sentido de una ¡°Europa del 5%¡± es crear ciudadanos europeos, con obligaciones fiscales y derechos pol¨ªticos y sociales europeos. Algunos aducen que no existen ¡°ciudadanos europeos¡±, sino solo nacionales, y que no hay apoyo popular para una Europa federal. Pero las grandes naciones europeas no preexistieron a los Estados: fueron creadas, en gran medida, por ellos. Igualmente, el demos europeo, no puede preexistir a una verdadera estructura federal europea: ser¨¢ generado por ella en su proceso de construcci¨®n. Los ciudadanos espa?oles, alemanes, italianos, etc¨¦tera, se sentir¨¢n plenamente europeos cuando paguen algunos de sus impuestos a Europa, reciban inversiones y servicios de Europa, tengan apoyos consulares europeos al viajar fuera, vean a un Ej¨¦rcito europeo defender la paz, y puedan trabajar f¨¢cilmente en cualquier parte de la Uni¨®n con los mismos derechos laborales y protecci¨®n social. Con estas premisas, votar¨¢n masivamente en elecciones europeas cuando sepan que eligen un verdadero Ejecutivo europeo, plenamente legitimado.
Este ambicioso proyecto de Europa necesita partidos europeos. No una agregaci¨®n difusa y contradictoria de partidos nacionales. Eso no sirve. Necesitamos estructuras org¨¢nicas y pol¨ªticas sectoriales europeas. Necesitamos unidad y autonom¨ªa pol¨ªtica de los grupos parlamentarios europeos primando la disciplina del voto supranacional, sobre las posiciones partidarias nacionales.
Parad¨®jicamente, fue el brit¨¢nico Winston Churchill, conocedor del poder del lenguaje y de las grandes ideas, quien lo esboz¨®: ¡°Hay un remedio que, si fuera adoptado general y espont¨¢neamente, transformar¨ªa, como por un milagro, toda la escena. (¡) ?Y cu¨¢l es este remedio? (¡) Debemos construir una suerte de Estados Unidos de Europa. (¡) El proceso es simple: todo lo que hace falta es la resoluci¨®n de cientos de millones de hombres y mujeres para hacer lo correcto en lugar de lo incorrecto¡± (La tragedia de Europa, 1946). Movilizar a los europe¨ªstas aletargados, dispersos y desmoralizados ¡ªa millones de votantes carentes de referente¡ª y frenar la marea nacionalista exige esbozar el gran dise?o institucional y pol¨ªtico que encarne esa idea: la uni¨®n pol¨ªtica de una Europa federal. La Europa del 5%. Menos que eso no evitar¨¢ que la profec¨ªa de Kupchan se cumpla.
Ram¨®n J¨¢uregui es eurodiputado socialista y Javier de la Puerta es profesor de Pol¨ªtica Internacional de la UIMP.
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