El pacto vasco
La derrota de ETA no significa que hayan desaparecido sus objetivos pol¨ªticos
Admite ETA en su ¨²ltimo comunicado que su final es inevitable y que no conseguir¨¢ contrapartidas pol¨ªticas. Nada m¨¢s parecido al reconocimiento de una derrota de su estrategia terrorista. No cabe duda, para quien tenga una m¨ªnima objetividad, que hemos derrotado a la banda terrorista, aunque todav¨ªa algunos considerar¨¢n, con voluntad tridentina, que es la banda terrorista la que ha conseguido derrotarnos y somos nosotros quienes hemos doblado la rodilla. Pondr¨¢n ejemplos que rectamente demuestran lo contrario. Dir¨¢n, por ejemplo, que su posici¨®n al frente del Gobierno tanto en el Ayuntamiento de San Sebasti¨¢n como en la Diputaci¨®n de Gipuzkoa es la prueba de su victoria. Pero en la acci¨®n del terrorismo ideol¨®gico o nacionalista con apoyo popular ¡ªest¨¢ a¨²n por ver lo que sucede en el terrorismo de origen religioso¡ª, las opciones son ¨²nicamente dos: si ganan, imponen su r¨¦gimen con fuerza dictatorial; si pierden, se introducen en las instituciones democr¨¢ticas que han combatido. Y justamente esa integraci¨®n en las instituciones es la que muestra su derrota, la derrota de su estrategia terrorista, pero no la desaparici¨®n de sus objetivos.
Esta ¨²ltima declaraci¨®n de ETA nos propone a las claras algunas cuestiones que ya se pod¨ªan adivinar desde hace tiempo. Creo que los dem¨®cratas hemos pecado de pasividad a la hora de administrar la derrota de ETA ¡ªderrota que ya conoc¨ªamos desde su primer comunicado en el que renunciaba a la ¡°lucha armada¡±¡ª, por prejuicios pol¨ªticos y de una naturaleza moral que tienen sentido desde un punto de vista individual, pero que carecen de validez desde la responsabilidad de un Gobierno. Desde la proclamaci¨®n de la ley como marco de actuaci¨®n de cualquier Gobierno, no puedo dejar de afirmar que no tienen por qu¨¦ coincidir las perspectivas privadas de la moralidad y la responsabilidad de los Gobiernos. As¨ª, mientras es comprensible el recuerdo perpetuo de los familiares de las v¨ªctimas, sus reclamaciones y su rabia incontenible y perpetua, el Gobierno tiene que poner el objetivo en que el relato lo hagamos quienes hemos sufrido la presi¨®n de los terroristas, dejando claro qui¨¦nes eran las v¨ªctimas y qui¨¦nes los verdugos, qui¨¦nes utilizaron el terrorismo y qui¨¦nes lo sufrieron. Tiene que poner los medios para que la sociedad no vuelva a padecer la ¡°lacra del terrorismo¡±, encontrar el denominador com¨²n m¨¢s s¨®lido y m¨¢s amplio para que la sociedad que ha sufrido la acci¨®n terrorista pueda volver a mirar el futuro con la seguridad de vivir en paz y libertad.
Derecha e izquierda han estado presas de un moralismo de bases religiosas
Nos hemos acostumbrado, m¨¢s f¨¢cilmente en Espa?a por nuestra historia, a creer que la acci¨®n de los Gobiernos debe acomodarse a nuestra visi¨®n personal de la cuesti¨®n, cuando son elegidos para que interpreten una realidad m¨¢s amplia y m¨¢s compleja que la de un individuo o un grupo social. El problema ahora no es moral ni religioso, es pol¨ªtico; entendido este concepto como el que abarca todos los medios rectos y legales para solucionar los conflictos que se plantean en una sociedad democr¨¢tica como la nuestra. El Gobierno, como cualquier Gobierno, debe tener en cuenta que su actuaci¨®n ser¨¢ interpretada en el futuro seg¨²n se salde la cuesti¨®n planteada. Salmer¨®n salv¨® su moral con su dimisi¨®n, si no hubo otros motivos para ella, pero la I?Rep¨²blica fracas¨® entre cantonalismo aldeano, des¨®rdenes p¨²blicos y debilidad de sus gobernantes. Los gobernantes tienen que decidir, jerarquizar, elegir¡ todas ellas acciones humanas que no son tan frecuentes en la vida privada y que, desde luego, no tienen la repercusi¨®n que tienen en la vida p¨²blica. Elegimos al Gobierno en la seguridad de que har¨¢, siempre dentro de la ley, lo que nosotros tal vez no estar¨ªamos dispuestos a llevar a cabo en la b¨²squeda del bien com¨²n. En Espa?a, tanto la derecha como la izquierda, han estado presas de un ¡°moralismo reglado¡± con profundas ra¨ªces religiosas, que no ha entrado en contradicci¨®n con el enriquecimiento personal, y ese ha sido uno de los m¨¢s graves motivos de nuestro retraso, al hacer imposible los acuerdos, las transacciones, considerados siempre como una derrota de nuestras tesis, cargadas de una verdad ¡°revelada¡±.
Le¨ªdo el comunicado de ETA, la pregunta que nos debemos hacer es si la mejor pol¨ªtica para Euskadi es la que hemos realizado hasta ahora, caracterizada por actuar como si no hubiera pasado nada despu¨¦s del anuncio de la derrota de la banda terrorista. Parece que esta actitud ha impedido festejar como se merece la victoria de los dem¨®cratas sobre el terrorismo etarra y parad¨®jicamente puede que sea la proyecci¨®n pol¨ªtica de ETA la que confeccione el relato de lo que ha pasado durante estos ¨²ltimos 50 a?os. La falta de reconocimiento de nuestra victoria tambi¨¦n nos impide homenajear a los resistentes como se merecen y, lo que es peor, la derrota de ETA no ha servido para fortalecer las instituciones democr¨¢ticas, permitiendo adem¨¢s que se configure un espacio de confusi¨®n en el que los secuaces del entorno se mueven mejor que nosotros.
El Gobierno deber¨ªa haber tenido un plan para este periodo crepuscular
?Qu¨¦ hacer? Mi primera impresi¨®n es que el Gobierno debe intentar un acuerdo con los nacionalistas vascos institucionales para definir el ep¨ªlogo de la banda terrorista. Un acuerdo en el que tambi¨¦n debe participar el Partido Socialista de Euskadi. El acuerdo debe contener las pol¨ªticas que aseguren el denominador com¨²n m¨¢s amplio para garantizar una convivencia social, pac¨ªfica y democr¨¢tica a la sociedad vasca, una historia que deje testimonio del sufrimiento causado por la banda terrorista, y que lo ya pasado se convierta en una lecci¨®n contra la violencia, la intolerancia y el sectarismo. Nuestra victoria sobre ETA deber¨ªa convertirse en una lecci¨®n de civismo y de confianza en las instituciones constitucionales y estatutarias. El Gobierno deber¨ªa haber tenido desde hace un tiempo un plan para este periodo crepuscular, y habr¨ªa sido previsor y prudente en su comportamiento; si lo elaborara ahora que se confirma hasta para los sordos y ciegos que hemos ganado la batalla de la paz y de la libertad, su comportamiento deber¨ªamos considerarlo como fruto del orgullo y de la improvisaci¨®n; pero tambi¨¦n podr¨ªa esperar a que se configure con toda la crudeza el combate pol¨ªtico por la elaboraci¨®n de la historia, y entonces no nos quedar¨¢ m¨¢s remedio que considerar su acci¨®n como descuidada y pusil¨¢nime.
A este Gobierno en relaci¨®n con el terrorismo etarra se le juzgar¨¢ por si ha sido capaz o no de ganar la batalla pol¨ªtica a ETA y por si a la desaparici¨®n del terrorismo le sigue una derrota pol¨ªtica o, parad¨®jicamente, les capacita para ejercer el liderazgo de la sociedad vasca. Este es el reto del Gobierno, pero tambi¨¦n de las fuerzas pol¨ªticas ¡ªnacionalistas y no nacionalistas¡ª que han defendido las instituciones ante el terrorismo etarra y que vuelven a tener un espacio com¨²n de trabajo. Los partidos nacionales tienen que demostrar su utilidad para la sociedad vasca en un periodo pos-ETA y el PNV est¨¢ obligado a demostrar que el nacionalismo no tuvo, ni tiene, ni tendr¨¢ nada que ver con respuestas violentas y antidemocr¨¢ticas y, por otro lado, tendr¨¢ que conservar su liderazgo ante el nacionalismo etarra.
Nicol¨¢s Redondo Terreros es presidente de la Fundaci¨®n para la Libertad.
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