Gatos
Hay lugares en el mundo donde los animales solo pueden ofrecer a sus due?os un hogar a la intemperie
Algo antes de morir, Richard Matheson se intern¨® en su casa durante un incendio para salvar a su gato. Quiz¨¢s s¨®lo un escritor pueda entender la importancia de ese gesto: el autor de Soy leyenda y otros libros no arriesg¨® su vida para rescatar un manuscrito, una obra en curso o unos papeles, sino para salvar a su gato. No sabemos el nombre del afortunado, pero s¨ª los de otros gatos de escritores, como Spider, el de Patricia Highsmith; Beppo, el de Jorge Luis Borges; Catarina, la gata a la que Edgar Allan Poe escrib¨ªa cartas cuando estaba de viaje; Williemina,que hab¨ªa aprendido a apagar las velas con una pata para que Charles Dickens abandonara lo que estaba haciendo y se fuera a la cama.
En su libro C¨¦line secreto, la viuda del autor de Viaje al fin de la noche recuerda a B¨¦bert, el gato que acompa?¨® a la pareja en su huida de Francia en tren: ¡°B¨¦bert nos salv¨® la vida. Me sent¨ªa tan sola que me hubiera dejado morir si no fuera para que mi gato viviese. Era ¨¦l quien nos creaba un peque?o hogar, un coraz¨®n que lat¨ªa¡±. C¨¦line hab¨ªa firmado panfletos antisemitas durante la Ocupaci¨®n y huy¨® a Dinamarca, donde altern¨® la c¨¢rcel con viviendas precarias hasta que pudo regresar a su pa¨ªs.
En alg¨²n momento adopt¨® un perro y sol¨ªa escribir con ¨¦l atado a su cintura para que no devorase a B¨¦bert, que siempre estaba vigilante. El gato ¡°vivi¨® con nosotros este trozo de historia, totalmente inm¨®vil en su mochila, sin pedir comida ni bebida, como abstra¨ªdo dentro de s¨ª mismo y en contacto directo con la atrocidad del mundo¡±, cuenta la viuda de C¨¦line. En estos momentos, otros gatos (en Gaza, en Siria, en ?frica, en Ucrania) contemplan con sus ojos esa atrocidad y ofrecen a sus due?os algo parecido a un hogar en la intemperie.
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