Respetar las normas
El Gobierno debe renunciar a cambiar las reglas de elecci¨®n de alcaldes a meses de la votaci¨®n
En su conferencia de prensa del viernes pasado, Mariano Rajoy insisti¨® en el proyecto de elecci¨®n directa de los alcaldes elaborado por su partido, aunque admiti¨® que no lo tiene ¡°cerrado¡±. Ciertamente no se trata de una proposici¨®n descabellada, como dijo el presidente del Gobierno; sin embargo, el momento seleccionado para llevarlo a cabo es, cuando menos, muy poco oportuno. No se deben alterar las reglas de juego en v¨ªsperas del comienzo de una competici¨®n, sobre todo cuando el poder para hacerlo lo tiene uno de los jugadores que van a tomar parte.
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Hay argumentos te¨®ricos a favor y en contra de la elecci¨®n directa de los cargos ejecutivos. Los que lo defienden se?alan la proximidad a los electores y la mayor capacidad de estos para exigir la responsabilidad de aquellos. No obstante, el entramado de poderes ejecutivos en Espa?a se basa en elecciones indirectas, a partir de los representantes elegidos por los votantes en las urnas. Presentar el cambio de uno solo de esos elementos como ¡°regeneraci¨®n democr¨¢tica¡± invita a interrogarse sobre cu¨¢l es la raz¨®n de que sea tan bueno elegir directamente al alcalde, pero no a los presidentes de las autonom¨ªas o, tal vez, al propio jefe del Gobierno.
Conviene pensar cuidadosamente las consecuencias de una reforma electoral. Facilitar la alcald¨ªa a la minor¨ªa m¨¢s votada no solo podr¨ªa favorecer al PP, que efectivamente ve en riesgo parte de su poder municipal en las elecciones de 2015, sino a las fuerzas pol¨ªticas bien implantadas en cada zona. Es decir, a la izquierda abertzale en el Pa¨ªs Vasco (incluso en Navarra) o a Esquerra Republicana en Catalu?a, partido este ¨²ltimo que tendr¨ªa la oportunidad de consolidar la base institucional del independentismo con un aumento de su poder municipal.
Tampoco el PSOE se ha mostrado de acuerdo con la elecci¨®n directa de alcaldes. El nuevo l¨ªder socialista, Pedro S¨¢nchez, ha dicho que no lo acepta para las elecciones del a?o que viene. As¨ª las cosas, Rajoy tendr¨¢ que optar entre llevar adelante el cambio solo con los votos de su partido, lo que desaconsejamos de la forma m¨¢s rotunda, o tratar de consensuarlo con m¨¢s fuerzas pol¨ªticas, lo que parece imposible.
Toda la arquitectura electoral en Espa?a se basa en el sistema proporcional (el Senado es la excepci¨®n). Todo eso se puede cambiar hacia sistemas m¨¢s parecidos a los que se aplican en Reino Unido o Francia, de car¨¢cter mayoritario: en cada distrito gana la opci¨®n o candidato que m¨¢s votos tiene y los dem¨¢s competidores se quedan sin representaci¨®n. La coyuntura electoral parece favorable a una mayor fragmentaci¨®n del voto en Espa?a y, por tanto, a que sean precisas muchas coaliciones para componer los futuros Gobiernos municipales, con el sistema vigente. Si un amplio consenso pol¨ªtico estuviera de acuerdo en cambiarlo, la perspectiva ser¨ªa otra; lo que no es aceptable es una reforma debida esencialmente al inter¨¦s de un solo partido.
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