Espaldas, cintura y tragaderas
La exnadadora sudafricana ha emprendido una campa?a para recuperar su imagen
La nataci¨®n moldea el cuerpo como pocas disciplinas deportivas. Tras d¨ªas, meses, a?os enteros de reloj luchando contra el agua, la anatom¨ªa acaba mutando para adaptarse al medio. La espalda se ensancha, la cintura se afina y la epiglotis se fortalece para no tragar m¨¢s cloro del inevitable. Charlene Wittstock ten¨ªa 22 a?os y participaba como nadadora de la selecci¨®n de Sud¨¢frica en los Juegos Ol¨ªmpicos de Sidney 2000 cuando se cruz¨® en su camino Alberto de M¨®naco, un pr¨ªncipe m¨¢s rosa que azul a tenor del g¨¦nero de los medios en los que aparec¨ªa y por el que en 2007 dej¨® las piscinas para el tiempo libre. Hoy, tres a?os despu¨¦s de una boda cuya luna de miel pasaron en hoteles diferentes, Charlene ha cumplido por fin su parte del trato y est¨¢ en plena gestaci¨®n del heredero de su marido. Solo ella sabe las espaldas, la cintura y las tragaderas que habr¨¢ tenido que desplegar para alcanzar esa meta sorteando las turbulentas aguas de palacio.
Debe de ser muy estresante tener que concebir contra reloj y bajo el escrutinio de tu familia pol¨ªtica, tu pa¨ªs de adopci¨®n y la opini¨®n p¨²blica de todo el mundo. Si es as¨ª, a pesar de los kilos del embarazo, apreciables en sus ¨²ltimas fotos presidiendo junto a su esposo la Gala de la Cruz Roja a principios de agosto, Charlene Wittstock debe de haberse quitado un buen peso de encima. Desde su enlace con Alberto, su trabajo como princesa consorte consist¨ªa, b¨¢sicamente, en lograr ese objetivo. El hecho de que, seg¨²n la prensa francesa, un contrato prematrimonial la obligara a alumbrar en el plazo de tres a?os ni siquiera es determinante. Las monarqu¨ªas no son el paradigma de la igualdad de g¨¦nero, ni la de oportunidades. La de M¨®naco, con todas sus peculiaridades, tampoco.
Despu¨¦s de tres a?os de la boda real, el Principado tendr¨¢ al fin un heredero
El pr¨ªncipe Alberto accedi¨® al trono en 2005, a la muerte de su padre Raniero, a pesar de que la primog¨¦nita es su hermana Carolina, en virtud de la preferencia del var¨®n en el orden sucesorio. Para entonces, a sus 47 a?os, el soberano ya ten¨ªa dos hijos. Jazmin Grace, nacida en 1992, y Alexandre Coste, en 2003. Ambos, ileg¨ªtimos. Ambos, reconocidos a la fuerza tras los pleitos emprendidos por sus respectivas madres, una actriz californiana y una azafata togolesa. Ambos, sin derecho al trono. Ese era el pr¨ªncipe azul ¡ªo rosa¡ª con el que se despos¨® la nadadora. Un solter¨®n en busca de una madre para un hijo leg¨ªtimo. Porque, al margen de contratos, hasta los catedr¨¢ticos de Derecho Constitucional admiten que, si se trata de mujeres, la primera obligaci¨®n de todo consorte es proporcionar un heredero al reino.
Fue entonces cuando empez¨® la verdadera presi¨®n para la princesa novata. La fertilidad de su marido estaba fuera de toda duda. La suya, a¨²n por acreditar ante el mundo. Todo ello, en un entorno familiar donde las comparaciones no son solo odiosas, sino insoportables para cualquiera sin la autoestima de Narciso. Solo hay que ver a Charlene en las fotos de entonces. Cabizbaja, gazmo?a, como segundona a pesar de ser la leg¨ªtima soberana, al lado de su pluscuamperfecta cu?ada Carolina; sus pluscuamperfectos sobrinos, Andrea, Carlota y Pierre Casiraghi, y sus pluscuamperfectos novios.
Mientras Andrea, primog¨¦nito de Carolina, y su pareja, la rica heredera Tatiana Santo Domingo; Carlota y la suya, el actor Gad Elmaleh; y Pierre y la suya, la arist¨®crata Beatrice Borromeo, parec¨ªan en eterna luna de miel y procreaban (los dos primeros) sin pasar por la vicar¨ªa, ella ni siquiera parec¨ªa disfrutar con Alberto de los presuntamente felices primeros a?os de matrimonio. Las fotos, ¨²nicas pruebas del estado de ¨¢nimo de unos personajes mudos en p¨²blico, la mostraban cada vez m¨¢s mustia. Cada vez m¨¢s triste. Cada vez m¨¢s ida. Literalmente, porque, poco a poco, las ausencias de la princesa ¡ªfalt¨® el d¨ªa de la boda de Andrea con Tatiana, y a la coronaci¨®n de los reyes de Holanda¡ª dejaron de constituir un feo a los anfitriones y un suculento tema de conversaci¨®n planetaria, para convertirse en asunto de Estado.
Se someti¨® a lo que fue necesario por parecer un trasunto de su difunta suegra
Charlene ¡ªpese a sus espaldas, su cintura y sus tragaderas¡ª, parec¨ªa renunciar, o rebelarse, al camino de perfecci¨®n que inici¨® ya antes de su boda con el pr¨ªncipe. A?os en los que se someti¨® a lo que fuera necesario con el fin de parecer un trasunto de su difunta suegra, Grace Kelly, una de las mujeres m¨¢s bellas de su ¨¦poca. Ardua y frustrante misi¨®n, tratar de amoldar un rostro plano y un cuerpo de nadadora sudafricana de clase media al modelo de p¨®mulo alto y hueso fino de una patricia norteamericana. Pero esa, salir sensacional en las fotos, era otra de las obligaciones no escritas del cargo de princesa de un pa¨ªs donde uno de cada tres nacionales acredita una fortuna multimillonaria, cuyo evento m¨¢s solemne es el Baile de la Rosa, capitaneado por el modisto Karl Lagerfeld, y cuya supervivencia depende de su capacidad de seguir atrayendo, a base de glamour y ventajas fiscales, a los ricos del globo.
Algo, o alguien, debi¨® de influir en el ¨¢nimo de la princesa porque, siempre seg¨²n las fotos, Charlene emprendi¨® este a?o una campa?a de recuperaci¨®n de su imagen. Un crescendo ¡ªdesde su disposici¨®n a ser imagen oficiosa del grupo de lujo franc¨¦s LVMH, a su incipiente papel como embajadora de M¨®naco, asesorada por la inefable princesa Corinna Sayn-Wittgenstein¡ª, que culmin¨® el 30 de mayo, cuando el Principado anunci¨® orgulloso que su alteza seren¨ªsima se encontraba en estado.
Si se confirman los augurios del padre de la princesa, que dijo que esperaba gemelos, se dar¨¢ la paradoja de que, despu¨¦s de tres a?os de espera y dos hermanos triscando por el mundo, los m¨¦dicos tengan que acreditar cron¨®metro en mano cu¨¢l de los neonatos nace primero para proclamar al heredero. Mientras, Charlene parece disfrutar el embarazo a su manera. En las fotos, adem¨¢s de ciertamente hinchada, se la ve p¨¢lida, sosa, desva¨ªda como es ella. En todas, no obstante, luce su tripa de primeriza como la medalla de oro ol¨ªmpica que no gan¨® en las piscinas.
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