M¨¢s que un mercado electoral distinto
Se est¨¢ produciendo un cambio en los c¨®digos pol¨ªticos tradicionales
Empieza a ser costumbre en nuestro pa¨ªs que cada vez que el CIS publica los resultados de sus bar¨®metros provoque una avalancha medi¨¢tica de comentarios. Esto podr¨ªa explicarse por el proceso de politizaci¨®n creciente que vivimos, y que debe hacernos contemplar este momento como uno de los m¨¢s apasionantes experimentados en Espa?a probablemente desde la transici¨®n. Los ¨²ltimos resultados del Bar¨®metro del CIS indican un cambio cuantitativo en el mapa electoral, pero tambi¨¦n un cambio cualitativo que es necesario analizar. Efectivamente, esos resultados nos van mostrando una transformaci¨®n sustancial en el vocabulario y en los c¨®digos pol¨ªticos tradicionales que explican en gran medida la fuerza del ¨¦xito de Podemos. D¨¦jenme explicar por qu¨¦.
En primer lugar es importante retomar el punto que antes se?al¨¢bamos; el fen¨®meno de politizaci¨®n progresiva de la ciudadan¨ªa. Curiosamente, esa politizaci¨®n creciente de la sociedad iba desarroll¨¢ndose de forma paralela a otro proceso nombrado desde la Ciencia Pol¨ªtica como ¡°desafecci¨®n¡±. Desafecci¨®n quiere decir desapego, alejamiento respecto de la clase pol¨ªtica. No es casual el hecho de que los integrantes de Podemos aparecieran como ¡°gente normal¡± que quer¨ªa y pod¨ªa hacer pol¨ªtica. Exist¨ªa un distanciamiento claro hacia los pol¨ªticos, pero no respecto de la pol¨ªtica, explicado en gran medida por esa visi¨®n que comenzaba a extenderse de los pol¨ªticos como un conjunto de personas que trabaja en su propio beneficio. Lo que Cesar Molinas identific¨® como ¡°¨¦lites extractivas¡±, Podemos lo nombr¨® como ¡°casta¡±.
Este ¨²ltimo punto nos lleva a la segunda cuesti¨®n fundamental. La importancia de nombrar las cosas. Porque si no las nombras t¨², te las nombran otros. Y en pol¨ªtica sabemos que quien define los t¨¦rminos, es quien acaba imponiendo las reglas del juego. Sucedi¨® con la ¡°muerte de la Restauraci¨®n¡± cuando apareci¨® la palabra ¡°cacique¡±, como nos ense?¨® Ortega en un texto que parece que estuviera escribiendo ahora, titulado ¡°Vieja y Nueva Pol¨ªtica¡±, y ha ocurrido con el r¨¦gimen de la transici¨®n cuando ha entrado en escena la palabra ¡°casta¡±. Por corto y superficial que haya podido parecer, este solo hecho ha sido decisivo porque por s¨ª mismo ha bastado para provocar una ruptura m¨¢s o menos profunda de lo existente. Esa ruptura en la manera t¨ªpica de ver las cosas, de hacer los diagn¨®sticos y de identificar las soluciones ha sido clave para entender por qu¨¦ a la gente ya no le convenc¨ªan determinados relatos, y se sent¨ªa m¨¢s cercana a personas que ve¨ªan y explicaban las cosas como ellas, que les hablaban de sus mismos problemas desde abajo, desde lo cotidiano y apuntando a lo que les afectaba.
Inaugurar el momento nuevo que trae la nueva pol¨ªtica puede ser tan simple como levantar acta de lo existente. La palabra ¡°casta¡± en realidad puso al descubierto un fen¨®meno de corrupci¨®n institucionalizada. Una forma de gobierno que asum¨ªa esa corrupci¨®n como sistema de decisi¨®n pol¨ªtica. Aunque no era as¨ª con todo el sistema, sucedi¨® con muchas instituciones como el Tribunal de Cuentas, con sindicatos, con partidos pol¨ªticos o con gobernantes ¡°honorables¡± como el propio Pujol. Muchas familias biol¨®gicas y pol¨ªticas no serv¨ªan solo para transmitir aspiraciones, sino para otorgar t¨ªtulos, es decir, derechos y privilegios. Lo curioso es que todo iba ocurriendo en procesos formalmente democr¨¢ticos que sin embargo provocaban un efecto de acumulaci¨®n del poder de unos en detrimento de otros. Y es que quiz¨¢s la clave no estaba tanto en la democracia como en los mecanismos de funcionamiento del poder.
La arriesgada hip¨®tesis ¡°casta¡± ha servido, por ¨²ltimo, para desplazar los ejes tradicionales que defin¨ªan nuestro campo pol¨ªtico. Si se pretend¨ªa crear un nuevo relato con el que la gente se identificara era necesario establecer una distinci¨®n nueva dentro de ese campo pol¨ªtico. Ya ten¨ªamos fuerzas tradicionales que representaban a la izquierda y a la derecha en el tablero. Incluso UPyD hab¨ªa coqueteado con la posibilidad de erigirse como alternativa dentro de ese campo al presentarse a s¨ª mismo como de centro. Pero UPyD segu¨ªa jugando en un tablero viejo. Para marcar la distinci¨®n, para hacer ver que est¨¢bamos ante algo completamente novedoso era preciso buscar otra diferenciaci¨®n. La diferenciaci¨®n entre dem¨®cratas frente a oligarcas fue esencial para convertir una amplia mayor¨ªa social sensible a todo esto, en una mayor¨ªa pol¨ªtica. Incluso las nociones de juventud y vejez dejaron de ser datos biol¨®gicos para convertirse en conceptos construidos pol¨ªticamente con el fin de desestabilizar el orden en el que cada uno hab¨ªa de mantenerse en su lugar.
Sin lugar a dudas la explicaci¨®n de estos fen¨®menos hay que buscarla, entre otras cosas, en una aplicaci¨®n muy inteligente de las tesis de grandes te¨®ricos pol¨ªticos en un contexto de desposesi¨®n de la ciudadan¨ªa que lo hac¨ªa propicio. Fueron Gramsci, o Laclau o la propia Chantal Mouffe quienes nos explicaron que en el campo pol¨ªtico, quien establece las fronteras es quien vence, porque es quien crea las narrativas que dan lugar a esas fronteras. Quien construye el sentido de las cosas es quien crea ¡°hegemon¨ªa¡±, y se afinca en la dimensi¨®n ganadora porque naturaliza una determinada visi¨®n de las cosas, quien construye el nuevo orden. Delimitar ese nuevo orden es una cuesti¨®n clave, y eso lo han sabido hacer muy bien los l¨ªderes de Podemos. Quien piense que no hay una estrategia para ello bien urdida y planificada se equivoca. Quien crea que esa estrategia se limita a un juego de c¨¢lculos dentro de un mercado electoral, tambi¨¦n. Llamar la atenci¨®n sobre esto es fundamental para entender un poco mejor todo lo que est¨¢ ocurriendo.
M¨¢riam Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n es profesora de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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