El mejor jefe del mundo es un robot
Un reciente estudio del MIT asegura que preferimos acatar ¨®rdenes de una m¨¢quina que de un superior de carne y hueso
Si algo hay que temer del futuro, nos dicen las leyes de la ciencia ficci¨®n, es que los robots sean aut¨®nomos y, ay, m¨¢s inteligentes que el ser humano. Porque de ah¨ª a que sea nuestros jefes hay un paso. Y, ?hay algo m¨¢s inquietante que imaginarnos neg¨¢ndole a un robot la tarea que nos ordena? ?Que nos haga sentir m¨¢s cerca del fin de la especie humana? Si pasamos el d¨ªa entero ante ordenadores (del tama?o de un m¨®vil o de sobremesa) obedeciendo sus di¨¢logos, ?ser¨ªamos capaces de decirle una y otra vez a unas m¨¢quinas que ese trabajo preferir¨ªamos no hacerlo?
Pues no. Resulta que estamos encantados de que un ordenador nos mande. Lo asegura una nueva investigaci¨®n del Laboratorio de Ciencia Computacional e Inteligencia Artificial (CSAIL) del MIT, donde se sugiere que en seg¨²n qu¨¦ trabajos manuales nos inclinamos antes a obedecer a un robot que a un superior de carne y hueso. ¡°Hemos descubierto que al dar mayor autonom¨ªa a las m¨¢quinas, ayudamos a los humanos a trabajar de forma m¨¢s fluida con los robots¡±, asegura Matthew Gombolay, cient¨ªfico l¨ªder del proyecto. Pero no s¨®lo de eficacia estamos hablando a ra¨ªz de este experimento, sino de clima de confianza y seguridad. En definitiva, de que con un robot en la empresa somos m¨¢s felices trabajando.
Es m¨¢s que probable que el misterio de ese bienestar laboral radique en que los trabajadores prefieren a las m¨¢quinas como jefes porque as¨ª asumen menos responsabilidades. Entre las conclusiones a las que ha llegado el estudio del MIT, los investigadores subrayan que el hecho de que los responsables de emitir ¨®rdenes sean m¨¢quinas y carezcan, as¨ª, de emociones, libera a los empleados de posibles conflictos en la cadena de mando. En el fondo, se trata de evitar malos tragos: la discusiones no existen cuando un robot se equivoca al delegar tareas y el culpable ya no es un humano, sino un ordenador.
Nuestra predisposici¨®n a acatar con alegr¨ªa ¨®rdenes de robots tampoco deber¨ªa sorprendernos tanto si tenemos en cuenta que en nuestro d¨ªa a d¨ªa ya recibimos sugerencias y cumplimos mandatos de nuestro ordenador, por citar un ejemplo mundano. Pero el experimento del MIT, as¨ª como otras investigaciones previas, hacen emerger preguntas interesantes sobre qu¨¦ tipo de demandas somos capaces de recibir de una m¨¢quina. Por el momento, no tenemos problema con robots que nos ordenan hacia d¨®nde tenemos que girar cuando conducimos gui¨¢ndonos con el GPS, pero otra cosa es, por ejemplo, que una m¨¢quina sea encargado de una tienda o capit¨¢n del ej¨¦rcito. Y tal y como reconocen los cient¨ªficos, las personas que participaron en el estudio son estudiantes universitarios y j¨®venes profesionales que no se ven amenazados por la posibilidad de que un robot les sustituya en su puesto de trabajo.
En este sentido, poco entusiasmo ha provocado en el ¨¢mbito del periodismo que los robots sean la nueva sensaci¨®n en redacciones tan prestigiosas como The New York Times, Los ?ngeles Times o Associated Press, agencia que recientemente anunci¨® que sus robots se responsabilizar¨¢n de las noticias sobre los resultados burs¨¢tiles del parqu¨¦ internacional. De hecho, como bien indica Mark. P. Mills en su columna de Forbes, en nuestra sociedad de la informaci¨®n la gran amenaza rob¨®tica ya no es el hoy ingenuo androide, sino el algoritmo. Casi la mitad de profesiones corre peligro por el avance de la rob¨®tica: seg¨²n la universidad de Oxford en cuesti¨®n de dos d¨¦cadas las m¨¢quinas podr¨ªan servirnos hamburguesas en cualquier garito de comida r¨¢pida. Sin embargo, en el debate dist¨®pico en torno al trabajo y la tecnolog¨ªa, el algoritmo ha aparecido con la potencia de un rel¨¢mpago para socavar nuestra fe en si los robots han venido con el fin de ayudarnos profesionalmente.
La discusi¨®n sigue abierta a especulaciones y como recuerda James Martin en un art¨ªculo del a?o pasado en The Globe and the Mail, seg¨²n las tres leyes de la rob¨®tica establecidas por Isaac Asimov, nada impide a un robot ser nuestro jefe. Ahora, como se desprende de la investigaci¨®n del MIT, resulta que nos har¨ªa m¨¢s productivos y m¨¢s felices.
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