La transici¨®n energ¨¦tica
El cambio clim¨¢tico es un fen¨®meno global de consecuencias potencialmente catastr¨®ficas para nuestro modo de vida. Hace falta un esquema m¨¢s sostenible donde los combustibles f¨®siles den paso a las renovables
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Las necesidades de energ¨ªa en el mundo crecen de forma continua debido a dos factores: el aumento de la poblaci¨®n y el del consumo per capita asociado a un mayor nivel de bienestar de los pa¨ªses m¨¢s pobres. Por esta raz¨®n se registra un incremento medio en el consumo total de energ¨ªa del orden del 1,5% anual. Pero lo m¨¢s grave es que la calidad de la energ¨ªa producida empeora, con el resultado de que las emisiones de di¨®xido de carbono (CO2) a la atm¨®sfera asociadas al uso de los combustibles f¨®siles, est¨¢ aumentando a un ritmo superior, aproximadamente un 2,5% anual en lo que va de siglo. La raz¨®n no es otra que la presencia creciente del carb¨®n como fuente de energ¨ªa primaria, especialmente en los pa¨ªses m¨¢s poblados y con desarrollo m¨¢s r¨¢pido, China e India, que compensa con creces la sustituci¨®n parcial del carb¨®n por gas natural en otros (esencialmente en Estados Unidos debido a la extracci¨®n masiva de gas de esquisto).
Para colmo, dos pa¨ªses muy industrializados y comprometidos en la lucha contra el cambio clim¨¢tico han contribuido al empeoramiento de la calidad de la energ¨ªa. En Jap¨®n, tras Fukushima, el cierre de la pr¨¢ctica totalidad de las centrales nucleares en funcionamiento, que proporcionaban el 30% de la electricidad del pa¨ªs, ha llevado a que una gran parte de esa energ¨ªa sea ahora generada a partir de combustibles f¨®siles, habiendo abandonado formalmente los objetivos fijados de reducci¨®n de emisiones. En Alemania, uno de los pa¨ªses l¨ªderes en la promoci¨®n de energ¨ªas alternativas, y por la misma raz¨®n, se han cerrado un cierto n¨²mero de reactores nucleares cuyo resultado ha sido el aumento de la contribuci¨®n del carb¨®n como fuente de energ¨ªa y el de las emisiones anuales por primera vez en d¨¦cadas.
La energ¨ªa es un ingrediente tan esencial en toda actividad humana que las condiciones de su suministro, tanto en cantidad como en calidad, son un factor determinante para la sostenibilidad de nuestras sociedades. El rasgo m¨¢s significativo en la estructura actual de dicho suministro es la presencia dominante de los combustibles f¨®siles (m¨¢s del 85% de la energ¨ªa primaria comercial proviene de esta fuente) y los peligros derivados de este hecho. En primer lugar, de dependencia respecto de los pa¨ªses en donde se sit¨²an las principales reservas, dada la extrema heterogeneidad con que est¨¢n distribuidos en la corteza terrestre; en segundo lugar, sus limitaciones intr¨ªnsecas al no ser una fuente renovable, lo que se traducir¨¢ en las pr¨®ximas d¨¦cadas no tanto en su escasez como en la mayor dificultad para extraerlos y mayores precios, aunque a largo plazo es evidente que llegar¨¢n a agotarse; y en tercer lugar, sus efectos medioambientales.
Conviene detenerse un momento en este punto debido a su potencial gravedad. El CO2 que se emite como consecuencia del uso de los combustibles f¨®siles es un gas de efecto invernadero y modifica las condiciones en las que la atm¨®sfera regula los intercambios energ¨¦ticos con el entorno y, en ¨²ltima instancia, la temperatura y otros fen¨®menos ligados a dichos intercambios. No hay dudas razonables acerca del aumento de dicho gas en la atm¨®sfera debido a la actividad humana, ni tampoco de que los niveles actuales son superiores a los registrados al menos en el ¨²ltimo medio mill¨®n de a?os en la historia del planeta, con un ritmo instant¨¢neo en t¨¦rminos geol¨®gicos. La consecuencia es lo que se ha venido en llamar cambio clim¨¢tico, y lo que est¨¢ menos claro es c¨®mo influir¨¢ de forma concreta en nuestras sociedades, pero se trata de un fen¨®meno de dimensi¨®n global como es dif¨ªcil imaginar para otros posibles efectos de la actividad industrial, y de consecuencias potencialmente catastr¨®ficas para nuestro modo de vida.
Justamente este car¨¢cter global es el factor que determina la dificultad para luchar contra ¨¦l. Las consecuencias sobre un determinado pa¨ªs no est¨¢n relacionadas con lo que haga ese pa¨ªs, sino con el conjunto de todos ellos y, como quien tiene la capacidad de dictar normas son los Gobiernos nacionales, no hay incentivos para que estos act¨²en. ?nicamente la conciencia de los peligros derivados de dicho cambio puede servir de acicate actualmente para que las autoridades nacionales tomen medidas que, en el corto plazo, pueden ser impopulares e incluso lesivas econ¨®micamente aunque resulten obligadas con una perspectiva de m¨¢s largo plazo. El caso es que no se ve por el momento una actitud decidida, m¨¢s bien estamos en ¨¦poca de retrocesos debido a la ocurrencia de la crisis como demuestran los datos enunciados anteriormente, en particular los referidos a las emisiones de CO2.
Parece, pues, evidente que tarde o temprano tendremos que afrontar lo que ha venido en llamarse una ¡°transici¨®n¡± energ¨¦tica hacia un esquema m¨¢s sostenible. En otras palabras, hacia una producci¨®n de energ¨ªa menos basada en los combustibles f¨®siles. El ritmo con que debe ser recorrido el camino hacia esa transici¨®n ha sido estudiado por el Panel Intergubernamental para el Cambio Clim¨¢tico (IPPC) y la Agencia Internacional de la Energ¨ªa (IEA) en forma de escenarios que permitan afrontar cambios m¨¢s o menos ¡°aceptables¡± en las condiciones clim¨¢ticas del planeta. Desafortunadamente, los datos emp¨ªricos muestran que nos alejamos de cualquier escenario m¨ªnimamente ¡°controlable¡±, lo que no es extra?o dada la falta de decisi¨®n real de los pa¨ªses decisivos en este campo.
El cambio en el suministro energ¨¦tico, guiado por la previsi¨®n de los peores efectos del actual u obligado por las circunstancias cuando probablemente muchos de esos efectos se hayan materializado, ser¨¢ largo y requerir¨¢ que se act¨²e en muchos sectores: regulaci¨®n, precios, concienciaci¨®n, innovaci¨®n tecnol¨®gica, etc¨¦tera, con medidas de gran calado, algunas de las cuales no ser¨¢n f¨¢ciles comprender por la opini¨®n p¨²blica. Por supuesto que los combustibles f¨®siles ser¨¢n parte importante de la ecuaci¨®n durante mucho tiempo, lo que implica que los problemas de dependencia seguir¨¢n presentes y que cualquier alivio en este sentido ser¨¢ positivo. Lo importante es que su absoluta predominancia actual vaya disminuyendo y vayan adquiriendo m¨¢s importancia las energ¨ªas no basadas en el carbono, renovables y nuclear. Ambas tienen problemas espec¨ªficos para su despliegue; por eso el cambio es dif¨ªcil. Pero durante mucho tiempo una adecuada combinaci¨®n de renovables y nuclear puede ir sustituyendo a los combustibles f¨®siles que componen la mayor parte de nuestra dieta energ¨¦tica actual. Es concebible, en un horizonte muy lejano, un escenario con energ¨ªas renovables ¨²nicamente, aunque la ocurrencia de tal escenario s¨®lo sea posible, incluso con actitudes de los poderes p¨²blicos m¨¢s decididas que las actuales, en plazos de una escala incomparablemente m¨¢s larga que aquella en la que debemos actuar. Por eso resulta un p¨¦simo negocio, desde el punto de vista medioambiental, la sustituci¨®n de energ¨ªa nuclear por combustibles f¨®siles, como est¨¢ sucediendo en algunos pa¨ªses, o la utilizaci¨®n de las renovables para disminuir parte de la potencia nuclear en lugar de sustituir potencia f¨®sil.
El impulso a las renovables, que es el ingrediente b¨¢sico de la transici¨®n energ¨¦tica, se ve afectado tambi¨¦n por las dificultades de todo fen¨®meno global. Aunque su despliegue en masa sea inevitable a largo plazo, en el corto puede ser costoso para quienes lo afronten aunque todo el mundo se beneficie de sus efectos. De ah¨ª la necesidad de regular con inteligencia los incentivos a dicho despliegue y la posibilidad de que se produzcan consecuencias lesivas desde el punto de vista econ¨®mico, como en los casos de Espa?a o Alemania, durante periodos limitados de tiempo. Pero estos accidentes del camino no cambian la importancia estrat¨¦gica del impulso a las energ¨ªas renovables, pieza central de esa transici¨®n energ¨¦tica, ni pueden comprometer su desarrollo, especialmente el tecnol¨®gico, incluyendo la fase de inserci¨®n en el mercado. No s¨®lo la actividad de innovaci¨®n tecnol¨®gica es b¨¢sica para permitir el cambio masivo a un nuevo esquema energ¨¦tico de forma ordenada y eficiente, sino que servir¨¢ (en nuestro pa¨ªs puede decirse que est¨¢ sirviendo ya) para crear un potente sector industrial de futuro, nuevos puestos de trabajo y actividad econ¨®mica ligada a nuevas exigencias sociales. No me cabe duda de que se producir¨¢ la transici¨®n energ¨¦tica a que me estoy refiriendo, el problema es si se impulsar¨¢ con tiempo y de forma ordenada o vendr¨¢ forzada por circunstancias fuera de nuestro control.
Cayetano L¨®pez, f¨ªsico, es director general del CIEMAT y exdelegado espa?ol en el Consejo del CERN.
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