No son extraterrestres
La sociedad civil debe presionar a los pol¨ªticas para corregir los fallos del sistema
Los pol¨ªticos no son extraterrestres. He sido uno de ellos durante suficiente tiempo, para saber que son personas como los dem¨¢s. Sin embargo, su trabajo s¨ª que es diferente al del resto, ya que les encargamos liderar la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos: solo los pol¨ªticos aprueban leyes o decretos. Por eso, la manera en que son elegidos (ley electoral), en que se organizan para desarrollar su tarea (ley de partidos) y en que controlan su gesti¨®n (ley de transparencia, lucha contra la corrupci¨®n) son asuntos que no podemos dejar solo en sus manos. Seguramente deber¨ªamos intervenir m¨¢s en todos los temas p¨²blicos porque, como ha dicho Ulrich Beck, ¡°sin la iniciativa de los ciudadanos, esta crisis no podr¨¢ superarse¡±. Pero al hablar de lo que regula, precisamente, el modus vivendide aquellos a los que hemos transferido la potestad exclusiva de aprobar normas que inciden sobre nuestra vida y nuestros derechos, esto es todav¨ªa m¨¢s necesario.
Los pol¨ªticos desempe?an puestos relevantes de poder a los que acceden mediante votaci¨®n popular, o por nombramiento de quienes han sido votados. Como su responsabilidad social es superior, al adoptar decisiones que nos afectan a todos, podemos exigirles conductas m¨¢s ejemplares que a quienes desempe?an su trabajo en el ¨¢mbito estricto de lo privado. Pero tenemos que hacerlo, sin esperar hero¨ªsmos individuales, mediante la aplicaci¨®n de normas institucionales, controles y sanciones espec¨ªficos que, adem¨¢s, ajustamos peri¨®dicamente seg¨²n la experiencia.
Ni los partidos pol¨ªticos son solo de sus militantes ni la ley electoral algo que interese solo a los elegidos. Los ciudadanos organizados debemos intervenir especialmente sobre esos asuntos para evitar la autorregulaci¨®n de los pol¨ªticos que lleva, por ejemplo, a anormalidades como que hoy en Espa?a no sea delito penal que un partido se financie de manera ilegal, que las leyes electorales se puedan cambiar por la mayor¨ªa del momento en beneficio propio (como se propone ahora con la ley electoral municipal) o que los medios materiales, humanos y procedimentales destinados por los pol¨ªticos, desde los Presupuestos del Estado hasta combatir la corrupci¨®n entre la clase pol¨ªtica, est¨¦n muy por debajo de lo necesario, incluso cuando ya hay bastantes expol¨ªticos en la c¨¢rcel por corrupci¨®n. Hechos objetivos como estos son los que llevan a pensar que los pol¨ªticos tienden a aplicar dos varas de medir: una para ellos y otra para el resto. Y ello hace m¨¢s urgente la intervenci¨®n organizada de la sociedad civil, sobre todo, en estos asuntos, no solo desde la denuncia, la cr¨ªtica o el desapego, sino mediante la elaboraci¨®n de propuestas de reforma lo m¨¢s concretas posibles, si queremos ser ¨²tiles adem¨¢s de notorios.
Regenerar la democracia, mejorando la actuaci¨®n de los pol¨ªticos, no es solo una cuesti¨®n de principios
Regenerar la democracia, mejorando el funcionamiento de la actuaci¨®n de los pol¨ªticos, no es solo una cuesti¨®n de principios. Suponemos que al mejorar la manera en que adoptan decisiones, conseguiremos que tomen mejores decisiones y m¨¢s eficaces. Muchos pensamos que de esta crisis financiera y econ¨®mica hubi¨¦ramos salido antes mediante un gran pacto pol¨ªtico. Pero no han querido hacerlo. Han podido anteponer su propio inter¨¦s partidista gracias a una ley de partidos que otorga mucho poder a sus aparatos internos y a una ley electoral en la que los votos no se traducen en diputados, por igual. Por tanto, si queremos que los pol¨ªticos act¨²en de otra manera, hay que cambiar esas leyes que configuran sus decisiones interesadas, forzarles a que hagan pol¨ªtica de otra manera para incentivar que hagan otra pol¨ªtica.
El mismo Beck se?alaba que la verdadera amenaza pol¨ªtica del momento es la desafecci¨®n ciudadana, que deslegitima las instituciones y la propia democracia, ya que act¨²a como antesala de esos populismos que se especializan en se?alar culpables, porque son incapaces de ofrecer soluciones reales. En Espa?a, ese peligro se centra, seg¨²n todas las encuestas, en la actuaci¨®n endog¨¢mica de los partidos pol¨ªticos, en unos mecanismos electorales que dejan a demasiados votantes sin representaci¨®n y en la sensaci¨®n de una excesiva lenidad respecto a una corrupci¨®n m¨¢s generalizada de lo que se quiere admitir.
Los expertos coinciden, para corregirlo, en la necesidad de tres medidas que van m¨¢s all¨¢ de lo pactado en la Transici¨®n: nueva ley de partidos que incorpore m¨¢s democracia interna (primarias, pero tambi¨¦n, mejores contrapesos), m¨¢s control externo (penalizar el uso de fondos b, agilizar auditorias), promueva el m¨¦rito y la capacidad en los nombramientos, por delante de la fidelidad; nueva ley electoral que cumpla el principio de igualdad de peso entre todos los votos, es decir, reforzar la representatividad y no las mayor¨ªas reforzadas artificialmente. Y m¨¢s medios en la lucha contra la corrupci¨®n de la que hay 1.700 causas abiertas, m¨¢s de 500 imputados, muchos pol¨ªticos que siguen en activo y apenas unos 20 sentenciados por la dilaci¨®n de los procesos. Si sabemos qu¨¦ hacer, ?c¨®mo conseguimos hacerlo? Pues, me temo, que presionando a los pol¨ªticos desde la sociedad civil organizada hasta que vean que, no hacerlo, significar¨¢ que obtienen menos votos. ?Lo intentamos?
Jordi Sevilla fue ministro de Administraciones P¨²blicas del 2004 al 2007. En la actualidad es miembro del Foro +Democracia.
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