?Negociando el autoritarismo en Cuba?
Los jefes de la isla quieren el aval extranjero a un r¨¦gimen sin oposici¨®n
El Gobierno de Ra¨²l Castro ha logrado que la comunidad internacional, incluyendo la actual Administraci¨®n norteamericana, entienda que el camino de las reformas en la isla es fr¨¢gil. Am¨¦rica Latina, la Uni¨®n Europea y, en menor medida, Estados Unidos, est¨¢n propiciando una negociaci¨®n con La Habana ante el miedo a una marcha atr¨¢s, que con frecuencia se insin¨²a, o a diversos escenarios alarmantes que el propio Gobierno contempla, y convencidos de que esos pasos hacia el mercado, t¨ªmidos y mal dise?ados, son preferibles al inmovilismo o la regresi¨®n que caracterizaron los ¨²ltimos a?os de Fidel Castro.
?Qu¨¦ negocian? Desde los a?os ochenta y noventa, cuando expresidentes como Felipe Gonz¨¢lez, Carlos Andr¨¦s P¨¦rez o Carlos Salinas de Gortari sondeaban alg¨²n entendimiento con la isla, se entend¨ªa que la finalidad era una normalizaci¨®n de relaciones con Estados Unidos y una transici¨®n a la democracia. Eran los a?os de la democratizaci¨®n de Europa del Este y Am¨¦rica Latina, de Espa?a y Portugal, y pocos en Occidente pon¨ªan en duda que el desenlace del conflicto cubano ser¨ªa el mismo.
Veinte a?os despu¨¦s, en un mundo donde se afianzan los autoritarismos subalternos y el capitalismo de Estado se extiende a buena parte del planeta, los t¨¦rminos de la negociaci¨®n han cambiado. La comunidad internacional parece pensar que, antes que a la democracia, es preciso que Cuba transite al autoritarismo y al mercado, preservando intacto su r¨¦gimen pol¨ªtico. Am¨¦rica Latina y Europa lo han aceptado, t¨¢citamente, en el proceso de integraci¨®n de la isla a la CELAC y en el di¨¢logo en curso entre La Habana y Bruselas.
No se trata de que Europa o Am¨¦rica Latina hayan renunciado a la idea de una democracia en Cuba. Las canciller¨ªas occidentales han decidido negociar a partir de una lectura precisa de la realidad insular. Piensan que una transici¨®n al autoritarismo permitir¨ªa, adem¨¢s de acelerar el crecimiento del sector no estatal de la econom¨ªa, flexibilizar a¨²n m¨¢s las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, tal y como ha sucedido con la Iglesia cat¨®lica en los ¨²ltimos a?os. Esa flexibilizaci¨®n, concluyen, intensificar¨¢ el pluralismo civil y, eventualmente, favorecer¨¢ la democratizaci¨®n del pa¨ªs.
Occidente negocia el autoritarismo en Cuba, como estaci¨®n de un tr¨¢nsito gradual y, sobre todo, ¡°ordenado¡± a la democracia. El problema es que no es eso, precisamente, lo que est¨¢ negociando el Gobierno de Ra¨²l Castro. Lo que La Habana busca, de acuerdo con sus m¨¢ximos l¨ªderes, es apoyo financiero para dejar consolidado un nuevo orden social y pol¨ªtico, acorde al nuevo capitalismo de Estado; y que sobreviva a la renovaci¨®n generacional en la c¨²pula, que deber¨¢ decidirse entre 2017 y 2018, si es que tiene lugar en el pr¨®ximo proceso electoral, como anunci¨® Ra¨²l Castro, o cuando quiera que se produzca la sucesi¨®n presidencial.
El mensaje que La Habana transmite a las canciller¨ªas occidentales es el siguiente: ay¨²dennos a introducir el mercado en Cuba, que nosotros haremos lo posible por hacer m¨¢s plurales nuestras instituciones. Esto significa, ni m¨¢s ni menos, que los gobernantes de la isla y sus sucesores no contemplan, en modo alguno, una reforma pol¨ªtica. A lo sumo, una renovaci¨®n generacional y una mayor representatividad de la heterogeneidad social del pa¨ªs dentro del mismo r¨¦gimen de partido ¨²nico, oposici¨®n ileg¨ªtima y control gubernamental de la esfera p¨²blica y la sociedad civil.
La Habana no quiere un cambio pol¨ªtico. A lo sumo, una renovaci¨®n generacional
?Qu¨¦ otras opciones tiene la diplomacia occidental? ?Romper el di¨¢logo? ?Establecer premisas fantasiosas como el pluripartidismo, el Estado de derecho o un plebiscito, que un totalitarismo como el cubano jam¨¢s aceptar¨ªa? ?Subordinar el intercambio comercial o la cooperaci¨®n multilateral a la denuncia de la violaci¨®n de los derechos humanos en la isla o a la inconcebible aceptaci¨®n de su naturaleza represiva, por parte del Gobierno de Ra¨²l Castro? Esas opciones tienen que ver con la ideolog¨ªa y la moral, pero no con la diplomacia.
Hace diez a?os, Europa y Am¨¦rica Latina se relacionaban con un Gobierno cubano, encabezado por Fidel Castro, que no ten¨ªa inter¨¦s en negociaci¨®n alguna y que priorizaba la ¡°revoluci¨®n bolivariana¡± en Am¨¦rica Latina. Entonces hab¨ªa en la isla una oposici¨®n con un importante prestigio internacional, cuya base social fue encarcelada y sometida a largas condenas en la primavera de 2003, despertando la solidaridad de buena parte de la opini¨®n p¨²blica mundial.
Hoy, los opositores de la isla siguen sufriendo represi¨®n. Cada fin de semana llegan noticias de golpizas, arrestos preventivos y acoso contra las Damas de Blanco. Pero varios l¨ªderes opositores, de todas las generaciones, han hecho viajes frecuentes en los ¨²ltimos dos a?os y, a su regreso a la isla, han continuado su activismo. El impacto de la actividad opositora, dentro y fuera de la isla, ha disminuido por esa fatal combinaci¨®n de flexibilidad acotada y represi¨®n sistem¨¢tica.
La crisis de la oposici¨®n cubana y el estancamiento del exilio en las pol¨ªticas tradicionales de Washington, que no comparten la Uni¨®n Europea ni Am¨¦rica Latina, informan tambi¨¦n de la lectura de la realidad cubana que se abre paso en la diplomacia occidental. El riesgo que dicha lectura plantea a las democracias europeas y latinoamericanas es el de alentar, bajo la promesa de un tr¨¢nsito escalonado a la democracia, la entronizaci¨®n de un autoritarismo que no ofrezca garant¨ªas para el ejercicio de una oposici¨®n leg¨ªtima y pac¨ªfica en la isla.
No hablo de garant¨ªas plenas, que solo se ofrecen en democracia, sino de las garant¨ªas m¨ªnimas que distinguen a los autoritarismos. La modalidad autoritaria que podr¨ªa salir de la actual negociaci¨®n entre Cuba, Am¨¦rica Latina y Europa es una con mayores limitaciones para la peque?a y mediana empresa, para la asociaci¨®n civil y pol¨ªtica y para el acceso de la ciudadan¨ªa a Internet y a la prensa alternativa que la que existe en otros pa¨ªses comunistas, como China o Vietnam.
El saldo de la negociaci¨®n, si la comunidad internacional se desentiende de la situaci¨®n de los derechos pol¨ªticos en la isla, podr¨ªa ser un autoritarismo de segundo grado, comandado por una ¨¦lite militar-empresarial, que ya controla varios sectores fundamentales de la econom¨ªa nacional y que, con la hegemon¨ªa pol¨ªtica que las leyes le aseguran dentro de las instituciones civiles y administrativas, podr¨ªa definir la forma de Gobierno cubano durante buena parte del siglo XXI.
Se tratar¨ªa, en resumidas cuentas, de un cambio de r¨¦gimen; la finalidad o la aspiraci¨®n que, en el C¨®digo Penal y en la prensa oficial de la isla constituyen un delito, por el que se reprime o estigmatiza a los opositores, en tanto que ¡°agentes de una potencia extranjera¡±. Pero un cambio de r¨¦gimen, del totalitarismo al autoritarismo, con el apoyo de otras potencias extranjeras, por el que sus principales art¨ªfices no tendr¨¢n que rendir cuentas a nadie.
Rafael Rojas es historiador.
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