Europa ante su 98
El auge de los independentismos es en parte producto de la globalizaci¨®n
La posibilidad de que Escocia vote s¨ª a la independencia tiene perplejos a los mercados financieros. Quiz¨¢s nadie como David Folkerts-Landau, economista jefe y consejero del Deutsche Bank, haya acertado a describir esa confusi¨®n. El hecho de que alguien est¨¦ dispuesto a abandonar una uni¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica de tanto ¨¦xito como Reino Unido ¡ªuna uni¨®n que muchos en Europa buscan desesperadamente emular¡ª para enfrentarse solo a un mundo inseguro, geopol¨ªticamente inestable y en un entorno econ¨®mico y financiero sumamente estresado, le resulta incomprensible. Huelga a?adir que esa perplejidad se extiende en mi caso a Catalu?a.
Detr¨¢s de esta aventura hay razones culturales, hist¨®ricas y sobre todo emocionales. Pero todas ellas estaban presentes hace mucho tiempo, por lo que la pregunta relevante es, ?por qu¨¦ ahora? No puede ser casual que el auge del independentismo coincida con el momento de mayor descentralizaci¨®n econ¨®mica, cultural y pol¨ªtica de la historia de Escocia o Catalu?a, lo que desmiente emp¨ªricamente el mantra de que los independentistas los crea la cerraz¨®n de Londres o Madrid. Ni tampoco que ese movimiento brote en territorios relativamente pr¨®speros imbuidos de una sensaci¨®n de falsa seguridad.
Para explicarlo, propongo tres argumentos complementarios, inspirados en Gary Becker y su enfoque econ¨®mico del comportamiento humano: globalizaci¨®n, uni¨®n europea y ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Tres argumentos que se resumen en uno: Europa est¨¢ asistiendo a su noventayocho, y como entonces, hay muchos ciudadanos europeos que quieren detener la Historia y bajarse.
La globalizaci¨®n significa para Europa y EE UU el fin de un excepcionalismo por el que el 80% de la producci¨®n, el consumo y el empleo de calidad del mundo se concentraban en el Atl¨¢ntico Norte. Alicia Garc¨ªa Herrero, del BBVA, ha cuantificado la decadencia europea: el 58% del incremento del PIB mundial en esta d¨¦cada se producir¨¢ en Asia mientras que en el Viejo Continente apenas llegar¨¢ al 5,8%. Europa ha podido desarrollar el Estado de bienestar gracias a su hegemon¨ªa econ¨®mica, a su liderazgo tecnol¨®gico y a sus ventajas competitivas.
Los europeos tienen m¨²ltiples razones para estar perplejos y confundidos
Pero la disminuci¨®n del excedente y la contracci¨®n demogr¨¢fica est¨¢n tensionando al l¨ªmite las costuras del sistema. Cuando el salario de la clase media no puede seguir aumentando porque no lo hace su productividad, se ampl¨ªa la capacidad de endeudamiento de las familias para mantener su nivel de consumo, escribi¨® Raghuram Rajan cuando era economista jefe del FMI; tesis a la que habr¨ªa que a?adir que cuando los impuestos no generan suficientes recursos para pagar el generoso modelo de prestaciones sociales, se emite deuda p¨²blica, hasta que el nivel de endeudamiento privado y p¨²blico se hace explosivo y vienen los ajustes, la crisis y el descontento social. Un descontento que tiene m¨²ltiples manifestaciones.
Las dos m¨¢s exitosas en toda Europa son los movimientos antisistema y los ultranacionalistas. La eclosi¨®n de movimientos antisistema es l¨®gica, porque ante los inevitables ajustes en salarios y bienes p¨²blicos, repudiar la deuda ileg¨ªtima o pedir que paguen los ricos tiene un atractivo inmediato, aunque sea a costa de grandes sufrimientos futuros; pero la memoria es corta y selectiva.
M¨¢s interesante es el auge del independentismo, un fen¨®meno particularmente europeo por razones no accidentales. Hay en ¨¦l una primera reacci¨®n ego¨ªsta; nos ir¨ªa mejor solos, con nuestros propios recursos, sin repartir con los que no pertenecen a la tribu y malgastan o se apropian de nuestros bienes. Pero eso es solo la epidermis del fen¨®meno, una epidermis ciertamente irritante pero marginal. Hay tambi¨¦n una realidad, un deseo, un proyecto pol¨ªtico de fondo. La UE har¨¢ irrelevante a los Estados tal y como hoy los conocemos. Si hasta la propia Comisi¨®n afirma que el ¨¦xito de la Uni¨®n Monetaria depende de avanzar decididamente en la uni¨®n econ¨®mica, bancaria, fiscal y pol¨ªtica, ?para qu¨¦ necesitamos intermediarios que nos representen en Bruselas? No es casual, sino consustancial, que tanto los independentistas escoceses como los catalanes se reclamen los m¨¢s europe¨ªstas, porque su ¨²nica viabilidad como proyecto depende crucialmente de que Europa les provea de los bienes p¨²blicos que hasta ahora ofrec¨ªa el Estado: seguridad jur¨ªdica, defensa, mercado, estabilidad de la moneda, espacio fiscal para la solidaridad interna e intergeneracional, estabilizaci¨®n econ¨®mica, certidumbre regulatoria. En la confianza de su inmediato reconocimiento europeo reside la ¨²nica probabilidad de que el proceso pueda darse de forma tranquila y hasta exitosa.
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn parece abonar las tesis independentistas; porque abri¨® un proceso de redefinici¨®n de las fronteras europeas y porque instal¨® en las opiniones p¨²blicas una irresistible sensaci¨®n de estabilidad y ausencia de riesgos que ha sobrevivido incluso a la crisis de Ucrania.
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn parece abonar las tesis independentistas
Confundir la liberaci¨®n de las naciones oprimidas en el siglo XX por la dominaci¨®n sovi¨¦tica con la ruptura de Estados democr¨¢ticos consolidados hace 300 o 500 a?os es una tentaci¨®n a la que no solo han sucumbido las ¨¦lites locales ¡ªrecu¨¦rdese el excelente art¨ªculo de Jos¨¦ ?lvarez Junco del pasado 4 de agosto¡ª sino tambi¨¦n numerosos periodistas y analistas internacionales, llevados quiz¨¢s de su ansia profesional de vivir y relatar momentos hist¨®ricos. Un ejercicio de desmemoria colectiva que se ha extendido r¨¢pidamente por una alegre y confiada ciudadan¨ªa que se precipita a la fiesta del nacionalismo contra toda racionalidad y olvidando su tr¨¢gica historia. Pues si de algo deber¨ªa estar inoculada Europa, es precisamente de las reivindicaciones nacionalistas que la asolaron durante el siglo XX.
Los ciudadanos espa?oles y brit¨¢nicos, como todos los europeos, tienen m¨²ltiples razones para estar perplejos y confundidos. El mundo en el que han vivido c¨®modamente se les escapa de las manos. En momentos de incertidumbre, el ser humano tiende a refugiarse en ideas simples y absolutas como naci¨®n o pueblo, conceptos jur¨ªdica y pol¨ªticamente indeterminados que nos retrotraen al derecho natural y nos alejan del positivismo constitucionalista. Nos separan de la ley y nos acercan a la discrecionalidad, la arbitrariedad y el oportunismo, o a la barbarie como en los Balcanes. Al deslizarse el debate pol¨ªtico al terreno emocional se hace m¨¢s dif¨ªcil el acuerdo, porque los sentimientos y los principios no son negociables. Al cuestionar la legitimidad del orden establecido en Estados democr¨¢ticos y apelar a la desobediencia civil, no solo se equipara torticeramente la situaci¨®n actual con un proceso de descolonizaci¨®n, sino que se niega cualquier posibilidad de compromiso.
Un diagn¨®stico adecuado es una condici¨®n necesaria para resolver, o al menos encauzar, un problema. Si el an¨¢lisis anterior es correcto, el auge del independentismo en Catalu?a es la respuesta inducida a un problema global, como lo es Escocia en el Reino Unido, Beppe Grillo en Italia o Le Pen en Francia. Tiene menos que ver con el encaje de Catalu?a en Espa?a que con el encaje de Europa en el mundo; menos con un sistema de financiaci¨®n auton¨®mica o una Constituci¨®n espa?ola que con los anhelos y vacilaciones de la construcci¨®n europea y su incapacidad para articular una respuesta coherente a la globalizaci¨®n. Porque solo cuando los catalanes comprendan que Catalu?a no es Lituania, volver¨¢ el seny y podremos hablar del negoci. Y el negoci no es otro que definir el lugar de Europa en un mundo que se ha hecho asi¨¢tico; el de Espa?a, en una Uni¨®n de Estados Europeos soberanos, y el de Catalu?a en una Espa?a plural, que no bilateral.
Fernando Fern¨¢ndez M¨¦ndez de And¨¦s es profesor en IE Business School.
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