El m¨¦dico 'para todo' de Sierra Leona
El ¨²nico hospital del Norte
Un ec¨®grafo a la ¨²ltima. Eso es lo que se va a llevar consigo el fraile y m¨¦dico Fernando Aguil¨® como equipaje de mano en su pr¨®ximo vuelo de Barcelona a Freetown (Sierra Leona). ¡°Es port¨¢til, de los que usa el Ej¨¦rcito, resistente, no se rompe al caer al suelo... Claro que yo no pienso comprobarlo¡¡±, se r¨ªe al otro lado del tel¨¦fono.El destino de aparato diagn¨®stico tan manejable es el hospital San Juan de Dios de Lunsar (en la provincia del Norte, en Sierra Leona) que regenta desde 1967 la orden hom¨®nima, a la que pertenecen Aguil¨® y otros 1.500 hermanos repartidos en medio centenar de pa¨ªses. ¡°En Lunsar hemos sufrido, digamos, ausencias temporales e involuntarias: los rebeldes, durante el tiempo de guerra, nos echaron, y luego las fuerzas paquistan¨ªes de la ONU lo convirtieron en su sede¡±, puntualiza, sin desvelar que muchos misioneros fueron entonces y all¨ª tomados como rehenes.En ¨¦l, en este edificio de color claro, planta baja funcional, limpia y fresca hasta donde permite el techado en un lugar donde se sobrepasan los 30 grados, ha pasado Aguil¨® veinte a?os de su vida (de 1982 a 2002), hasta que hubo de retirarse por enfermedad. ¡°Hemos tenido otros ec¨®grafos, pero se han quedado antiguos; necesitan mantenimiento y en Sierra Leona no existe tal posibilidad, ni piezas de repuesto, ni t¨¦cnicos que lo entiendan¡±. En Sierra Leona, todo, aunque sea poco, es necesario.
Tan necesario es este instrumento, que le parecer¨¢ mentira al hermano Manuel Garc¨ªa Viejo, doctor todo en uno (internista, cirujano, ginec¨®logo). ?l es el encargado, junto a dos compa?eros sierraleonenses, Robert y John, de las operaciones que puedan necesitar las ¡°93.000 personas¡±, dice, de poblaci¨®n de referencia que habita en esta zona, la m¨¢s pobre del pa¨ªs m¨¢s pobre entre los pobres del mundo, seg¨²n la ONU.
Cuando en los a?os sesenta, la ?rden de San Juan de Dios se hizo cargo de este centro era "un hospitalito de unas 30 camas hecho con ayuda holandesa, prefabricado, una suerte de jaula de hierro y fibra de vidrio", sigue Aguil¨®, quien se detiene largo y tendido sobre esa fase de guerra, entre 1994 y 2002, en que tuvieron que 'ausentarse' del centro por la presi¨®n 'rebelde'. "Nos instalamos en Lungi, cerca de Freetown, la capital, donde intentamos montar cl¨ªnicas para atender a los refugiados; Lungi nunca cay¨® en manos rebeldes; lo intentaron mucho, s¨ª, pero no lo consiguieron al estar protegido por el r¨ªo".
En 2002, tras aquel infierno guerrero ("los desplazados al regresar no ten¨ªan viviendas, ni tierras, hab¨ªa miles de heridos.. la guerra nos pill¨® por sorpresa, dos meses antes nadie lo hubiera cre¨ªdo)"), los misioneros volvieron a su casa madre, al hospital de Lunsar. Y fue Manuel Garcia Viejo quien reabri¨® el centro hospitalario, tras haber acumulado gran experiencia en Ghana, en Camer¨²n y en la propia Sierra Leona desde 2000, en Lungi, como se ha citado.
Sobra decir lo que les parecer¨¢ el aparatito para escanear el cuerpo a los pacientes de este centro m¨¦dico, quienes invierten horas y horas caminando desde la aldeas para llegar hasta ¨¦l, el ¨²nico de la zona de Tonko Limba. Una hilera de andantes siempre en el horizonte por las mal llamadas carreteras. Desde Freetown a Madina (el Norte) s¨®lo hay una v¨ªa, un puro bad¨¦n, por donde circulan los coches avejentados haciendo eses y a duras penas las personas. Para un an¨¢lisis o cualquier otra prueba de esas rutinarias que en el mundo civilizado se hacen en un ambulatorio, decenas de seres humanos esperan uno o dos o tres o cuatro d¨ªas, lo que haga falta, en la puerta del hospital (este y otros), sentados o en cuclillas, tirados sobre una tela o sin ella, directamente sobre la tierra. Morir aqu¨ª es asunto bien cotidiano.
Garc¨ªa Viejo aparece ahora mismo sec¨¢ndose las manos, con su bata verde cubierta de sangre por uno de los pasillos de este edificio funcional, austero, ordenado, repleto de mujeres con vestidos y tocados coloristas; ni?os y hombres muy quietos que miran en silencio; un cieto oasis interior ante el calor impenitente exterior (37 grados, alguien comenta). El m¨¦dico espa?ol suda entre el sudor de todos, los enfermos, los visitantes... Se ven habitaciones l¨ªmpias, llora un beb¨¦, hay una reci¨¦n parida en una sala, los familiares aguardan...
Garcia Viejo enumera detalles de su vida africana. ¡°Tengo mi corazoncito en Ghana, seis a?os estuve all¨ª¡±, susurra, antes de contar que acaba de operar una hernia. ¡°Muy frecuentes¡±, musita mientras una enferma recorre a duras penas el pasillo cubierta de vendas ensangrentadas, ayudada por Montse Juanos, de 25 a?os, MIR reciente, a la espera de plaza en Espa?a y aqu¨ª voluntaria.
Tanta escasez hay aqu¨ª, nos cuentan unos y otros, que, dependiendo de la hora del d¨ªa, de si hay luz natural o no, te podr¨¢ operar o no el hermano m¨¦dico para todo (como lo llaman), pero s¨®lo cuando hay energ¨ªa: un par de horas por jornada. Entonces Garc¨ªa Viejo atiende a todos los que puede sin pausa, s¨®lo los generadores deciden el destino de la vida de muchas personas. Y junto a ¨¦l se afanan, seis voluntarios de Barcelona y Manresa, pues el hospital san Joan de Deu colabora en programas concretos desde 2004. "Fue a raiz del cap¨ªtulo en Roma que se pidi¨® que los hospitales de Europa se fueran hermanando con los del Sur para propiciar el desarrollo". Y mucho m¨¢s.
"Un d¨ªa nos dimos cuenta de que no hab¨ªa casi ni?os admitidos en el hospital, que no hab¨ªa m¨¦dicos pediatras, y pensamos que nuestro soporte se pod¨ªa ofrecer tambi¨¦n en ese campo. Iniciamos un programa para formar m¨¦dicos locales". Pasa Aguil¨® a enumerar algunos males frecuentes de los pacientes: "Los accidentes dom¨¦sticos en los ni?os abundan. Por caerse en el fuego sobre el bote de hervir el agua o por ingerir sosa ca¨²stica que se usa mucho para jabones y es incolora... Pero lo que m¨¢s peque?os mata es la malaria. La tasa de muerte hasta los cinco a?os es muy alta". A recordar alg¨²n personal del centro: Peter, el gerente; Linus, de farmacia; el sierraleon¨¦s Michael, que se encarga de la escuela de enfermer¨ªa; Garc¨ªa Viejo, de las operaciones de adultos, los partos, la obstetricia...
Tanta escasez hay, repite Juanos cuando el cirujano desaparece de nuevo para otra intervenci¨®n, que aqu¨ª apenas hay medicamentos y las m¨¢s simples pruebas diagn¨®sticas no son lo que mismo que en Occidente. Aqu¨ª, son complicadas, en los an¨¢lisis de sangre a veces no puedes ni mirar la funci¨®n renal, ni hep¨¢tica, ni el PH, ni los iones en sangre¡ ¡°S¨®lo el hematocrito¡ y eso si hay luz¡±. De nuevo. Porque no la hay las 24 horas del d¨ªa, no, repite. Y sonr¨ªe, como para asegurarse que nos ha quedado claro. Y nos queda: aqu¨ª quien manda es el generador.
Como tampoco pueden los sierraleoneses cocinar, ni enfriar bebida, ni poner lavadoras autom¨¢ticas que, por supuesto, no existen para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n de este rinc¨®n del ?frica subsahariana en el que habitan casi siete millones de personas. ¡°Tener que comprar gas¨®leo encarece mucho la actividad de un hospital, por eso, lo que est¨¢n en manos de religiosos o ONGs, que pueden obtener medios de fuera, salen adelante, pero para los p¨²blicos, los pocos que hay, resulta imposible¡±, dice.
¡°Desgraciadamente creo y veo que el pa¨ªs ha ido para atr¨¢s en estos ¨²ltimos tiempos: porque no ha habido gobiernos limpios, porque la guerra ha llevado al desastre destruyendo las pocas infraestructuras que exist¨ªan, porque desde fuera se han realizado inversiones inadecuadas que han empobrecido al campesino m¨¢s que ayudarle a crecer, porque el clima es cada vez m¨¢s inestable, porque no hay mercado ni subvenciones para nada¡ ". Es un c¨ªrculo diab¨®lico, asegura. "La pescadilla que se muerde la cola: mala alimentaci¨®n, problemas de salud, no puedes trabajar y tu familia no se alimenta¡ Te admiras cada d¨ªa, cada minuto de que la gente se mantenga en pie¡±.
¡°Todo se mantiene porque aqu¨ª la gente tiene unas ganas de hacer impresionantes¡±. Es Marta Clapes ahora quien lo comenta en su consulta repleta de mujeres con ni?os. La pediatra catalana se apoya en la pared, bajo un c¨¢rtel que indica c¨®mo protegerse de la malaria (el gran mal), y cuenta que para los partos la gente suele arregl¨¢rselas en casa y los que les llegan suelen venir complicados siempre, casi nunca vaginales. Ante una urgencia, surge otro problema: no hay sangre. ¡°Poqu¨ªsima. Aqu¨ª no hay cultura de donarla. Para ellos es algo m¨¢gico. Hay que buscar a la desesperada entre los familiares, mirar el VIH, la hepatitis¡". Las condiciones de las mujeres en este pa¨ªs son incre¨ªblemente duras: "Como si sufrieran un castigo divino, como si alguien se quisiera cebar en este grupo concreto", sigue Juanos.
¡°Aguantan el dolor aqu¨ª de una manera para nosotros inconcebible¡±. Se ve en sus rostros castigados, mientras esperan por los pasillos y las salas de espera, cuerpos tumbados en camillas espartanas (un palo atado a una tela, camillas nativas, las llaman), unas pocas madres a la espera del parto, otras con sus hijos ya en brazos, hombres con filariais (elefantiasis) que han hecho kil¨®metros y kil¨®metros andando.
Se abre la puerta otra vez del quir¨®fano. Otra vez una mujer sangrando, llena de vendas. Es la operada de hernia, cuenta Juanos mientras un matrimonio se avalanza sobre nosotros sin dudarlo: cada uno de los miembros de la pareja lleva en brazos una criatura reci¨¦n nacida; el hijo mayor, de unos siete a?os, una tercera. Parto triple. Ofrecen a los beb¨¦s, los dan, los regalan¡ ?C¨®mo mantener a tres hijos nuevos en un pa¨ªs donde la renta ni llega ni existe la mayor¨ªa de las veces? ?C¨®mo sacarlos adelante en un lugar donde no hay ni un metro siquiera de tendido el¨¦ctrico, donde para encontrar un m¨¦dico se deben recorrer cinco horas de camino en coche o caminar cada d¨ªa hasta cuatro horas ida y vuelta para poder ir a la escuela, donde los enfermos o heridos de toda condici¨®n se arrastran a duras penas por los caminos polvorientos, descalzos, bajo el calor insufrible o la lluvia impenitente¡? ?C¨®mo?
Septiembre de 2014
La epidemia de ¨¦bola nos ha hecho regresar, con pesar, a esa visita al hospital de Lunsar y a Sierra Leona. Nos devolvi¨® enfermo al leon¨¦s Manuel Garc¨ªa Viejo, ese m¨¦dico para todo afan¨¢ndose en el quir¨®fano salvando un d¨ªa y otro d¨ªa la vida a otros. El vac¨ªo que deja es inmenso.
Im¨¢genes del hospital, de los departamentos de maternidad y pediatr¨ªa, y de Garc¨ªa Viejo, dirigiendo. El v¨ªdeo est¨¢ en holand¨¦s, pero se entiende la mar de bien.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.