El malo de la pel¨ªcula
La imagen de Richard Kiel, que interpret¨® a Tibur¨®n en dos pel¨ªculas de la saga James Bond, se qued¨® grabada profundamente en el p¨²blico
Qu¨¦ se recuerda m¨¢s: lo que nos hizo alguna vez felices o lo que nos hizo desdichados? ?Lo que nos divierte o lo que nos asusta? ?Lo que nos permiti¨® so?ar o lo que no nos dej¨® dormir? Dentro de un cine, al menos cinco de cada diez veces la respuesta correcta es la b. Los malos de las pel¨ªculas, que en la teor¨ªa est¨¢n ah¨ª sobre todo para ser vencidos por el h¨¦roe, son los que en muchas ocasiones se llevan el gato al agua: al apagar la luz por las noches, se recuerda m¨¢s a los zombis que a sus cazadores; los actores que interpretaron a Dr¨¢cula, con Bela Lugosi y Christopher Lee a la cabeza, se hicieron m¨¢s famosos que quienes los espantaban con sus crucifijos; lo que perdura de Frankenstein es Boris Karloff y cualquiera sabe que la ni?a de El Exorcista era Linda Blair, pero todo el mundo ha olvidado a Jason Miller, el cura. Y si cierras los ojos y piensas en El silencio de los corderos, no ves a la agente del FBI que encarna Jodie Foster, sino a Anthony Hopkins en su papel del antrop¨®fago. Por eso muchos se hicieron c¨¦lebres por su capacidad de encarnar seres monstruosos, como Lon Chaney, sobre quien despu¨¦s de ser el fantasma de la ¨®pera, un hombre-lobo o una momia y ganarse el alias de El Hombre de las Mil Caras, circulaba por Hollywood esta frase hecha: ¡°Si un insecto se posa en tu plato, no lo mates: ?podr¨ªa ser Lon Chaney!¡±.
Que los malos de las pel¨ªculas dejan huella, o tal vez cicatriz, y que adem¨¢s son un buen negocio, lo demuestra el caso de Richard Kiel, que muri¨® el 10 de septiembre en un hospital de Fresno, California, a los 75 a?os y tras caerse de un caballo. El actor, que med¨ªa 2,17, se hizo famoso hace casi cuarenta a?os por su papel de Tibur¨®n, el gigante con dentadura de acero, en La esp¨ªa que me am¨® y Moonraker, dos de las historias m¨¢s celebradas de James Bond. Su imagen qued¨® grabada de forma tan profunda en el p¨²blico, que los guionistas de la serie del esp¨ªa 007 no s¨®lo tuvieron que incluirlo en un segundo largometraje sino que decidieron hacerlo cambiar de bando, ponerse del lado de los defensores de la ley y darle una muerte noble. Hay que a?adir que antes de eso no hab¨ªa hecho gran cosa en las pantallas, salir en El clan de los rompehuesos junto a Burt Reynolds era lo m¨¢s notable; y despu¨¦s tampoco, porque su participaci¨®n en El jinete p¨¢lido o El inspector Gadget no fue para tanto. Y sus colaboraciones en las series de televisi¨®n Lassie o Starsky & Hutch fueron modestas y espor¨¢dicas. Pero bast¨® su papel de coloso asesino en aquellos dos largometrajes de James Bond para que nunca haya sido ni vaya a ser olvidado, tal y como ¨¦l reconoce en su autobiograf¨ªa, Making it big in the movies, publicada en el a?o 2002, en la que cuenta que el dolor que le produc¨ªa la terror¨ªfica dentadura de Tibur¨®n era tan insoportable, que s¨®lo pod¨ªa tenerla puesta unos minutos, por lo que todas sus secuencias tardaron una eternidad en rodarse.
Richard Kiel es una demostraci¨®n de que nada nos mantiene m¨¢s quietos en la butaca de un cine que los personajes que nos dan ganas de salir corriendo. Ser¨¢ que necesitamos el miedo para sobrevivir. Y que el ¨²nico sistema de medida de un h¨¦roe es el tama?o de sus adversarios. Sin Tibur¨®n, igual que sin Ernst Stavro Blofeld o el Dr. No o Goldfinger, James Bond habr¨ªa sido mucho m¨¢s peque?o. Sin lo mal que nos lo hacen pasar los villanos de las pel¨ªculas, lo pasar¨ªamos mucho peor.
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