Gobierno a dos en Kabul
Hacer funcionar Afganist¨¢n parece tan dif¨ªcil con el nuevo presidente como ha sido con el anterior
Afganist¨¢n ha abierto un nuevo cap¨ªtulo de su atormentada historia reciente con la investidura de Ashraf Ghani como presidente ¡ªen sustituci¨®n de Hamid Karzai¡ª y de su rival electoral Abdullah Abdullah en funciones equivalentes a la de primer ministro. Se ha puesto fin as¨ª de manera sui generisal contencioso de unas elecciones masivamente fraudulentas en su segunda vuelta, celebrada en junio, y de las que ni siquiera se han anunciado los resultados, pese a un interminable proceso de recuento de los votos auspiciado por la ONU.
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Por incompatible que parezca con los usos de cualquier ordenamiento democr¨¢tico, el acuerdo de gobierno entre ambos rivales, impulsado por EEUU, es lo mejor que a corto plazo pod¨ªa ocurrir en un pa¨ªs tambaleante y ensangrentado, paralizado desde la primera vuelta electoral, en abril. Los mayores beneficiados de cualquier ruptura violenta habr¨ªan sido los talibanes.
Cierto que el primer reto del nuevo Gobierno dual es mantener la unidad entre adversarios pol¨ªticos que se han cruzado dur¨ªsimas acusaciones, en un pa¨ªs donde el caciquismo y la fragmentaci¨®n ¨¦tnica y tribal son elementos determinantes. Pero en algunos aspectos sustanciales, el ex ministro de Finanzas Ghani y el ex titular de Exteriores Abdullah comparten criterio, como lo demuestra la firma ayer del acuerdo bilateral de seguridad con Estados Unidos, que Karzai rechaz¨® avalar. El compromiso prev¨¦ que unos 10.000 soldados estadounidenses y una fuerza residual de la OTAN (llegaron a sumar 150.000) permanezcan en la asolada naci¨®n centroasi¨¢tica tras la retirada a finales de este a?o decidida por Obama. El pacto evita a la Casa Blanca una nueva crisis internacional y supone un gran alivio para el ej¨¦rcito afgano, en cuyas manos queda ahora la lucha contra unos talibanes que ganan terreno y consideran el acuerdo un nuevo compl¨® entre Washington y Kabul.
Hacer funcionar Afganist¨¢n despu¨¦s de trece a?os del corrupto personalismo de Karzai y revivir una econom¨ªa moribunda son algunos de los desaf¨ªos del Gobierno compartido. Pero el mayor sigue siendo el de liquidar una interminable guerra que acaba de conocer su verano m¨¢s sangriento. Ghani ha se?alado su voluntad de di¨¢logo con los talibanes, pero el flamante presidente, al que los fundamentalistas consideran otra marioneta de Washington, hereda un err¨¢tico proceso negociador que hasta ahora no ha llevado a ninguna parte.
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