La tecnolog¨ªa que nos a¨ªsla
La econom¨ªa colaborativa convierte a empresas como Auto Share, Airbnb y Uber en poderosos intermediarios. Son una especie de varita m¨¢gica que consolidan nuestro v¨ªnculo con el mercado global
A comienzos de septiembre, Verizon, uno de los principales operadores de m¨®viles de Estados Unidos, dio discretamente a conocer un nuevo servicio llamado Auto Share. Su lanzamiento est¨¢ previsto para finales de a?o y convierte en algo trivialmente f¨¢cil reservar y abrir un coche de alquiler por medio de un tel¨¦fono inteligente: basta con escanear y validar un c¨®digo QR que hay en el parabrisas. En realidad, esto es algo que puede tener repercusiones de gran alcance: ahora cualquier empresa de nuevo cu?o podr¨¢ recurrir a la infraestructura de Verizon, basada en una ubicua conectividad y en la geolocalizaci¨®n, para responder a la oferta y la demanda, en tanto que la propia Verizon proporcionar¨¢ lucrativos servicios de verificaci¨®n y bloqueo. Verizon conf¨ªa en acabar extendiendo a otros sectores, posibilitando el intercambio de cualquier art¨ªculo ¡ªya sean taladradoras de gran potencia, ordenadores port¨¢tiles o pisos¡ª mediante un bloqueo electr¨®nico. De este modo, Verizon se une a la nutrida lista de paladines del ¡°consumo colaborativo¡±, al insistir en que ¡°la gente de hoy en d¨ªa est¨¢ optando por una sociedad colaborativa, que le permite conseguir lo que quiere en cuanto lo quiere¡±. ?Se acabaron las cargas del propietario!
A pesar de que no se deja de hablar de perturbaciones radicales y de desin-termediaci¨®n, servicios como Auto Share ponen de relieve que la digitalizaci¨®n cobra impulso gracias a una nueva serie de poderosos intermediarios a los que ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil perturbar. Pensemos en Facebook, que proporciona a muchos de los servicios agrupados bajo el ep¨ªgrafe de ¡°econom¨ªa colaborativa¡± una fiable infraestructura de comprobaci¨®n de la identidad que nos permite verificar que somos quienes decimos que somos cuando, por ejemplo, hacemos reservas de alojamiento a trav¨¦s de Airbnb. Facebook ofrece un servicio gratuito a Airbnb ¡ªllam¨¦moslo ¡°identidad a demanda¡±¡ª y Verizon quiere dominar otro similar: ¡°el acceso a demanda¡±.
En el tel¨¦fono inteligente, con sus espabilados sensores y una conectividad siempre dispuesta y fiable, es donde se superponen todas esas capas. Por ejemplo, una empresa como Uber ser¨ªa impensable sin el tel¨¦fono inteligente y sus sensores, que act¨²an en tiempo real, siempre listos para ubicar exactamente un coche en un mapa virtual. La aparici¨®n de aplicaciones inteligentes como Auto Share sugiere que, en lugar de ponerle un sensor a todos los objetos ¡ªcomo postulan los defensores del Internet de las Cosas¡ª, basta con colocarles un c¨®digo QR y dejar que sea un mecanismo centralizado ¡ªun tel¨¦fono inteligente¡ª el que regule los sensores. No est¨¢ claro qu¨¦ visi¨®n se impondr¨¢: la del Internet de las Cosas Inteligentes o la del Internet de las Cosas Tontas Conectadas a trav¨¦s de Tel¨¦fonos Inteligentes. Dada la reciente incursi¨®n de Apple en el pago mediante m¨®vil, parece sensato apostar por la segunda.
El propio nombre de Auto Share [Autointercambio] tiene un inquietante doble sentido: no s¨®lo alude a la facilidad con la que podemos ¡°compartir¡± autom¨®viles, sino al hecho de que gran parte de ese proceso se hace de manera autom¨¢tica. Ahora, nuestras m¨¢s queridas posesiones pueden volver al mercado sin un gran esfuerzo por nuestra parte. Ya no necesitamos visitar el t¨ªpico bazar: el mercado nos encontrar¨¢ en la comodidad del hogar, haci¨¦ndonos una oferta que no podremos rechazar. De ese modo, el r¨¢pido desarrollo del consumo colaborativo lo puede explicar una capacidad tecnol¨®gica reci¨¦n descubierta por el capitalismo: la posibilidad de convertir cualquier producto que al comprarse se retir¨® del mercado en un objeto rentable que en realidad nunca deja ese mercado.
Los nuevos servicios necesitan del tel¨¦fono inteligente y sus sensores, que act¨²an en tiempo real
En la peor de sus manifestaciones, esta econom¨ªa colaborativa nos convierte en incesantes buscavidas, consolidando nuestro v¨ªnculo con el mercado global. Seg¨²n este mandato colaborativo, todo lo que poseemos, desde los activos tangibles a los pensamientos intangibles, debe clasificarse y contar con alg¨²n tipo de identificador ¨²nico como el c¨®digo QR. Cuando alguien en alg¨²n lugar ¡ªpodr¨ªa ser el vecino de al lado o una compa?¨ªa publicitaria de otro continente¡ª muestre inter¨¦s en ¡°solicitar¡± un art¨ªculo que encaje en la descripci¨®n del que nosotros tenemos, nuestro tel¨¦fono nos informar¨¢ de la oferta, enfrent¨¢ndonos a todos los dem¨¢s ¡°microempresarios¡± con perfiles de propiedad similares. Una vez que aceptemos, el resto ser¨¢ log¨ªstica: un dron o un coche rob¨®tico se pasar¨¢ por casa a recoger el art¨ªculo ¡ªtodav¨ªa m¨¢s f¨¢cil es transportar emociones y pensamientos¡ª y el pago nos llegar¨¢ sin problemas al tel¨¦fono inteligente.
Para algunos, esta es una tentadora propuesta: no s¨®lo nos ayudar¨¢ a combatir el exceso de consumo, sino que a los que se benefician de la ¡°econom¨ªa colaborativa¡± les proporcionar¨¢ la estimulante sensaci¨®n de gozar de una eterna juventud. Al final podremos librarnos, de una vez por todas, de las trampas habituales de la aburrida existencia de clase media: no habr¨¢ necesidad de sentar la cabeza, de tener una casa, de comprar un coche, de llenar el s¨®tano de ruidosos electrodom¨¦sticos. Todo estar¨¢ ah¨ª, en la nube, esperando a que lo alquilemos y nos lo entregue un dron.
Poco puede sorprender que esto le resulte atractivo a tanta gente: los corifeos de la econom¨ªa colaborativa tienen una sorprendente capacidad narrativa. Su talento para retorcer argumentos compite con el de Steve Jobs. Por ejemplo, el principal ide¨®logo de lo ¡°colaborativo¡± en Airbnb es Douglas Atkin, tambi¨¦n autor del libro The Culting of Brands [El culto a las marcas], un superventas de 2004 que ense?a a los directivos a consolidar sus empresas aprendiendo de las sectas. El lobby colaborativo tiene su propio n¨²cleo de defensores: se llama Peers.org y se presenta como una asociaci¨®n popular (poco importa que surgiera con el benepl¨¢cito de empresas como Airbnb, Lyft y TaskRabbit). De alguna manera, Silicon Valley nunca consigue perturbar a los grupos de presi¨®n.
El precio que pagaremos por la comodidad instant¨¢nea ser¨¢ la sordera ante la injusticia
Pero el gran problema de estos relatos optimistas y ut¨®picos ¡ªde los que la ret¨®rica de Verizon respecto a Auto Share no es m¨¢s que un ejemplo¡ª es que racionalizan las patolog¨ªas del actual sistema pol¨ªtico y econ¨®mico, present¨¢ndolas como opciones vitales conscientes. Est¨¢ bien poder elegir entre alquilar o poseer, pero mucha gente debe conformarse con ¡°alquilar¡±.
Ante el enorme desempleo juvenil, el estancamiento de la renta y los estratosf¨¦ricos precios inmobiliarios, la econom¨ªa colaborativa actual funciona como una especie de varita m¨¢gica. Los que ya son propietarios de algo pueden sobrevivir convirtiendo su malestar en dinero: por ejemplo, de vez en cuando pueden hacer un poco de caja alquilando sus pisos, mientras ellos se quedan con parientes. Los que no tienen posesiones, pueden disfrutar ocasionalmente de un atisbo de buena vida: erigida por completo sobre bienes que no poseen.
Igualmente risibles son los supuestos beneficios medioambientales de la econom¨ªa colaborativa: mientras se nos pide que compartamos el coche con los vecinos ¡ª?es m¨¢s barato y ecol¨®gico!¡ª, los ricos siguen disfrutando de yates, limusinas y aviones privados, y los aut¨¦nticos agentes contaminantes ¡ªlas empresas petrol¨ªferas y los gigantes del gas¡ª se van de rositas despu¨¦s de cometer delitos a¨²n peores.
No cabe duda de que la econom¨ªa colaborativa puede hacer m¨¢s soportables las consecuencias de la actual crisis financiera (y probablemente lo haga). Sin embargo, al fijarse en las consecuencias, no hace nada para combatir las causas. Es cierto que, gracias a los avances de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, algunos podemos por fin arreglarnos con menos, sobre todo confiando en una distribuci¨®n m¨¢s eficaz de los recursos existentes. Pero esto no tiene nada de encomiable: es como entregarle a todo el mundo tapones para los o¨ªdos para evitar al intolerable ruido callejero, pero sin combatir el propio ruido.
Los tapones de nuestra generaci¨®n son los sensores, los tel¨¦fonos inteligentes, las aplicaciones. Es bastante revelador que ya no percibamos hasta qu¨¦ punto eliminan de nuestra vida cualquier m¨ªnimo atisbo de pol¨ªtica: el precio que pagaremos por esa dosis de comodidad instant¨¢nea ser¨¢ la sordera ante la injusticia y la desigualdad, y, sobre todo, ante nuestra propia y lamentable situaci¨®n.
Evgeny Morozov es profesor visitante en la Universidad de Stanford y profesor en la New America Foundation.
Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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