Bla, bla, bla
Espa?a se est¨¢ rompiendo dentro de cada uno de nosotros, est¨¢ arrasando con nuestra identidad y, lo que es peor, con nuestra integridad individual y colectiva
Cuando una soga no aguanta m¨¢s, se rompe poco a poco. No es una ruptura limpia, como la que lograr¨ªa un golpe de hacha, sino un proceso m¨¢s lento, m¨¢s sucio. Los cabos de cuerda se van rompiendo de uno en uno, exhaustos de contribuir al esfuerzo de conformar la soga, de resistir con ella. Cada rotura en s¨ª misma no es grave, lo grave es la suma de los cabos sueltos, y aqu¨ª ya se han roto demasiados. No hablo de la unidad del Estado, ni de los atracos legalizados, ni de la actualidad judicial, sino de algo m¨¢s. Espa?a se est¨¢ rompiendo dentro de cada uno de nosotros, est¨¢ arrasando con nuestra identidad y, lo que es peor, con nuestra integridad individual y colectiva. Para quienes sienten que no pertenecen a este pa¨ªs, es un problema menor. Para quienes no tenemos otro, una tragedia incomparable. Cada d¨ªa resulta m¨¢s dif¨ªcil mirarse en el espejo. Cada d¨ªa cuesta m¨¢s desayunar con los esc¨¢ndalos de las ocho de la ma?ana. Pero lo m¨¢s duro es escuchar a esos dirigentes que afirman con una sonrisa que esto ha pasado siempre, que pasa en todas partes, que lo sabe todo el mundo. Esos dirigentes que repiten como loritos el cuento de nuestra admirable Transici¨®n, de nuestra maravillosa Constituci¨®n, de nuestra heroica entereza y, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, de nuestra formidable capacidad para salir juntos, unidos aunque diferentes, de cualquier cosa. Ese bla, bla, bla es el peor insulto, la ofensa m¨¢s grave entre las muchas que recibimos a diario. Si se pararan a pensar en lo que dicen ser¨ªan, en el mejor de los casos, unos ineptos, y en el peor, unos c¨ªnicos. No llegan ni a eso, porque hablan sin pensar, recitando de carrerilla una lecci¨®n falsa, anticuada en su falsedad. Incapaces de solucionar nuestros problemas, ni siquiera se dan cuenta de que ellos mismos se han convertido en el peor de todos.
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