En defensa de Pasqual Maragall
Estaba comprometido con el proyecto de una Espa?a moderna, europea y americana
Es llamativo que se haya acusado a Pasqual Maragall de haber roto la cohesi¨®n en el ¨¢mbito socialista y abierto el camino a la descomposici¨®n de Espa?a precisamente en el momento en que el PSOE ha adoptado oficialmente la posici¨®n federalista que propugnaba el exalcalde de Barcelona y expresidente de la Generalitat.
Porque existe una conexi¨®n razonable y l¨®gica entre la propuesta que Maragall plante¨® a los dirigentes socialistas en Santillana del Mar (agosto de 2003), origen de todos los males para un peque?o sector fundamentalista del PSOE, la m¨¢s reciente declaraci¨®n de Granada (julio 2013) y, finalmente, la adopci¨®n oficial de un programa de reforma federal de la Constituci¨®n.
Que las cosas se complicaron y no salieron como hubiera sido deseable, y que se cometieron errores estrat¨¦gicos, como el planteamiento apresurado de la reforma del Estatuto de Catalu?a, est¨¢ fuera de toda duda. Tampoco era previsible, seguramente, que el Partido Popular desencadenara una tan implacable y radical estrategia partidista como la que lanz¨® en 2003 con car¨¢cter de ofensiva preventiva contra una eventual recomposici¨®n del PSOE.
Pero las dificultades y tropiezos en el camino no invalidan en modo alguno el sentido y la orientaci¨®n de una propuesta pol¨ªtica concebida para fomentar la pluralidad de Espa?a como alternativa para asegurar la viabilidad y la sostenibilidad del proyecto com¨²n.
Cuando Maragall propugn¨® la declaraci¨®n de Santillana no hizo otra cosa que dar un paso m¨¢s en su estrategia de impulso de una soluci¨®n federalista que permitiera a Espa?a recuperar el aliento descentralizador de la Constituci¨®n y asegurar la consolidaci¨®n del proyecto hisp¨¢nico de convivencia. Se trataba, en definitiva, de sentar las bases de un futuro estable para el proyecto de Espa?a ampliando su base de apoyo m¨¢s all¨¢ de la tradicional asimilaci¨®n del mismo con la derecha.
Es absurdo decir que su propuesta de Estatuto tuviera un objetivo disgregador
Pasqual Maragall estuvo muy preocupado desde el principio por el da?o que pod¨ªa causar a la recuperada visi¨®n compartida de Espa?a, conseguida con los Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez, el acceso excesivamente euf¨®rico al poder del Partido Popular de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. El entonces alcalde de Barcelona intuy¨® que el entusiasmo conservador pod¨ªa tener alg¨²n componente revanchista y que pod¨ªa conducir a un destrozo en las costuras de la imagen de Espa?a que tanto hab¨ªa costado construir y que se hab¨ªa vislumbrado en el ¨¦xito de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona.
Esto fue en 1996 y, desde su posici¨®n de alcalde, puso en marcha alguna iniciativa dirigida a facilitar un contacto amistoso y operativo entre representantes significados del Partido Socialista saliente, del Partido Popular entrante, y de CDC, una formaci¨®n comprometida en aquel momento con la estabilidad de Espa?a. Adem¨¢s, Maragall estableci¨®, con car¨¢cter inmediato, una relaci¨®n directa con La Moncloa de Aznar y con el propio presidente del Gobierno en un esfuerzo dirigido a tender puentes y suavizar posibles tensiones.
La propuesta de Santillana que Maragall hace a los dirigentes territoriales socialistas es posterior, pero se inscribe en la misma l¨®gica: mantenimiento de la iniciativa desde Catalu?a en el esfuerzo de asegurar la presencia del socialismo en la configuraci¨®n de un proyecto de futuro para Espa?a y de evitar, en consecuencia, su secuestro por parte de las fuerzas m¨¢s conservadoras, herederas de un modelo de pa¨ªs centralista, ¨¢spero y autoritario.
Maragall tuvo dificultades reales al frente de la Generalitat derivadas en buena medida de la debilidad de su resultado electoral. Pero es absurdo sostener que su propuesta de reforma estatutaria tuviera como objetivo la desagregaci¨®n. Era m¨¢s bien al contrario. Aunque, probablemente, la t¨¦cnica elegida de reforma constitucional desde Catalu?a y a trav¨¦s de un estatuto de autonom¨ªa resultara a la postre excesivamente retorcida y finalmente inviable.
Pero incluso esta deriva ilustra perfectamente sobre el compromiso de Maragall en el proyecto de una Espa?a moderna, comprometida con Europa, l¨ªder en el Mediterr¨¢neo y conectada cultural y econ¨®micamente con el continente americano.
Est¨¢ fuera de toda duda que las cosas se complicaron y no salieron como hubiera sido deseable
La Barcelona que Pasqual Maragall lider¨® como alcalde es un buen ejemplo de esta visi¨®n. Enlazaba con naturalidad con el proyecto regeneracionista hisp¨¢nico, el del di¨¢logo de Joan Maragall con Unamuno, el federalismo de Anselmo Carretero, el proyecto de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, la propuesta de una mayor capitalidad de Barcelona en Espa?a, la conexi¨®n con Am¨¦rica Latina y, en general, con el ¨¢mbito cultural de ra¨ªz castellana, con los rebeldes hisp¨¢nicos como Bergam¨ªn o los vascos socialistas y liberales, y los brillantes personajes del FLP (los felipes) que combatieron por la democracia y el socialismo desde ambos lados del Ebro.
Pero no es solamente en este ¨¢mbito de cobertura intelectual en el que se movi¨® Maragall durante su dilatada experiencia de gesti¨®n. Si bien Maragall no utilizaba jam¨¢s el enojoso eufemismo de Estado espa?ol, s¨ª que tuvo claro en el ejercicio de sus responsabilidades p¨²blicas la relevancia de comprender a fondo la l¨®gica del funcionamiento del mismo y de sus servidores, y la importancia de aprovechar al m¨¢ximo sus recursos y posibilidades de proyecci¨®n. De ello pueden dejar constancia pr¨¢cticamente todos quienes formaron parte de los Gobiernos de Espa?a desde la Transici¨®n democr¨¢tica, y en una medida muy particular, los miembros del servicio diplom¨¢tico desplegados en el mundo. Pero todav¨ªa m¨¢s, quienes tuvimos la oportunidad de trabajar a su lado y de tener un acceso directo al proceso de formaci¨®n de sus decisiones pol¨ªticas.
Es en este marco de confianza personal y profesional que, en su despacho de presidente de la Generalitat y en un contexto de tensi¨®n como la que se fue acumulando hacia el final de su mandato, tuve el privilegio de compartir su reflexi¨®n sobre lo mucho que le segu¨ªa interesando el proyecto de Espa?a, el proyecto de una Espa?a moderna.
No deja de ser significativo que las dos comunidades aut¨®nomas cuyos presidentes asumieron posiciones m¨¢s nacionalistas y vociferantes en contra de los movimientos federalizadores lanzados desde Catalu?a, es decir, Extremadura y Castilla-La Mancha, sean actualmente unos firmes baluartes del poder auton¨®mico de la derecha popular.
Xavier Roig, consultor, fue jefe de Gabinete de Pasqual Maragall cuando fue alcalde de Barcelona.
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