Frenop¨¢tico
No hay una sola instituci¨®n en la que al mirarnos, como en un espejo, nos devuelva una imagen respetable
Colocar a Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez al frente de Televisi¨®n Espa?ola es tan sensato como responsabilizar a Ana Mato de la lucha contra el ¨¦bola o encargar a M¨®nica Oriol la defensa de los derechos de la mujer. Tambi¨¦n como hacer ministro del vatio a Jos¨¦ Manuel Soria, prestar una tarjeta de cr¨¦dito a Rodrigo Rato o encargar a Sonia Castedo la recalificaci¨®n de unos terrenos de propiedad p¨²blica. Lo mismo que confiar a la justicia el caso Fabra, a Ana Botella la alcald¨ªa de Madrid o a Juan Cotino la presidencia de las Cortes valencianas. Igual que instalar a B¨¢rcenas de tesorero del PP, a Moren¨¦s de ministro de Defensa o a Rafael Spottorno de jefe de la Casa del Rey. No digamos lo que significa tener a Wert en Educaci¨®n, a F¨¢tima B¨¢?ez en el Ministerio de Trabajo o a Jaume Matas como modelo de conducta.
No hemos cambiado de p¨¢rrafo porque se nos hayan agotado los ejemplos, sino porque se nos ha agotado la paciencia. La descomposici¨®n legal y la ilegal se han trenzado de tal modo que no hay manera de distinguir a los corruptos de las tramas civiles, cercanas al poder, que les prestan su apoyo. Lo de las tarjetas de Caja Madrid es la erupci¨®n de un grano en una piel infinitamente granulosa. Corrupci¨®n en pantalla panor¨¢mica, corrupci¨®n pol¨ªtico financiera o viceversa, pero corrupci¨®n estructural en todo caso. No hay una sola instituci¨®n en la que al mirarnos, como en un espejo, nos devuelva una imagen respetable. Es una cuesti¨®n de tiempo que o bien dejemos de mirarnos o bien que, a modo de mecanismo de defensa, dejemos de vernos. Y eso de no verse en el espejo es grave. Cuando le sucede a un individuo, da en cuesti¨®n de horas con sus huesos en el frenop¨¢tico. Las sociedades aguantan m¨¢s, pero tambi¨¦n tienen su l¨ªmite.
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