Romper la sociedad
Los medios nos ofrecen a diario un carrusel del cinismo de las ¨¦lites dirigentes
El consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodr¨ªguez, decidi¨® que la enfermera Teresa Romero era la culpable de haber contra¨ªdo el ¨¦bola. De esta manera pretend¨ªa eludir la cadena de fallos y negligencias que se produjeron desde la llegada del cura Manuel Garc¨ªa Viejo a Madrid hasta el internamiento de la cuidadora contagiada.
Javier Rodr¨ªguez act¨²a conforme a lo que ve y oye. Y ha visto c¨®mo el presidente del Gobierno ha hecho de la elusi¨®n de responsabilidades un arte. Rajoy tiene al tesorero del partido que preside en la c¨¢rcel, responsable de pagar sobresueldos en negro, de llevarse dinero y de gestionar una caja de financiaci¨®n ilegal. Es el m¨¢ximo responsable pol¨ªtico de este caso, porque los dineros de un partido no son una cuesti¨®n ajena a quien lo preside, y no ha dimitido. Decidi¨®, por motivos electorales, retirar una ley, la del aborto, que hab¨ªa presentado como una cuesti¨®n de principios, para salvar a Espa?a de un desatino moral. Lejos de asumir la responsabilidad, ha encontrado en el narcisismo de Gallard¨®n el chivo expiatorio adecuado. Y frente a la cadena de desprop¨®sitos de la crisis del ¨¦bola, lo ¨²nico que se le ocurre es contarnos que ¡°mis colegas europeos me dicen que las cosas se han hecho muy bien en Espa?a¡±, mientras da una palmadita de apoyo a la ministra Ana Mato.
La derecha convierte las desgracias de los ciudadanos en merecido castigo por sus culpas
No es s¨®lo eso. Javier Rodr¨ªguez se hace eco de una cultura de desd¨¦n hacia la sanidad p¨²blica muy extendida en un PP que cree que s¨®lo en lo privado est¨¢ la salvaci¨®n. Y se suma a la ideolog¨ªa, cada vez m¨¢s instalada en la derecha pol¨ªtica y social espa?ola, que convierte las desgracias de los ciudadanos en merecido castigo por sus culpas, ya sean la pobreza, el paro, la enfermedad o el desahucio.
Los medios nos ofrecen a diario un carrusel del cinismo de las ¨¦lites dirigentes. Afamados predicadores, como Pujol o el sindicalista Fern¨¢ndez Villa, atrapados en la quimera del dinero; exministros, empresarios, catedr¨¢ticos, dirigentes pol¨ªticos y sindicalistas utilizando tarjetas de cr¨¦dito en negro para sus horas de vino y de rosas; fracasos como el de la plataforma gas¨ªstica Castor y las radiales de Madrid con sospechosos saldos positivos para algunas compa?¨ªas; y as¨ª cada d¨ªa un caso nuevo. El espect¨¢culo entra directamente por los ojos y por los o¨ªdos de los ciudadanos y abre una inmensa brecha de desmoralizaci¨®n. Escuchar las voces de estos actores pose¨ªdos por la codicia pidiendo austeridad, sacrificios y reducci¨®n de los salarios es un alegato sobre la fatua condici¨®n de las ¨¦lites. Y la historia nos ense?a c¨®mo la ciudadan¨ªa tiende a mimetizar, a su escala, los comportamientos de las clases dirigentes.
De momento hay todav¨ªa espacio para la indignaci¨®n y la protesta. O la reacci¨®n ciudadana se traduce pol¨ªticamente, o la deriva autoritaria es imparable. La cultura del desd¨¦n y de la impunidad, propia de la aristocracia, es incompatible con la democracia. La sociedad se est¨¢ rompiendo por arriba.
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