Una Espa?a sin espejos
Ser¨ªa saludable que algunas cabezas pensantes reflexionasen sobre c¨®mo y por qu¨¦ se ha llegado en Catalu?a al estado de opini¨®n presente. Hay lecciones hist¨®ricas provechosas para el escenario actual
Artur Mas es un zombi que ha perdido el juicio¡±. ¡°Si no fuera porque en Euskadi nos mataban, yo dir¨ªa que esto de Catalu?a es peor¡±. ¡°ETA es un aliado de Mas¡±. El proyecto independentista es ¡°el sue?o de una Gran Andorra¡±, para¨ªso de evasores fiscales y blanqueadores de dinero negro. Manifestarse pac¨ªficamente por las calles el Once de Septiembre equivale a ¡°conmemorar una guerra civil¡±. La demanda soberanista catalana ¡°supone un ultraje¡± para las dem¨¢s autonom¨ªas. Los grupos partidarios de la consulta constituyen una ¡°anticosmopolita coalici¨®n de agropecuarios y antisistema¡±. El ¡°desaf¨ªo por parte de los independentistas¡± s¨®lo pretende ¡°tapar las verg¨¹enzas de una de las autonom¨ªas m¨¢s corruptas, Catalu?a¡±.
Las frases que llenan el p¨¢rrafo anterior son s¨®lo un m¨ªnimo florilegio de descalificaciones lanzadas, a lo largo de las ¨²ltimas semanas, contra la pretensi¨®n ¡ªrotundamente mayoritaria en las instituciones democr¨¢ticas catalanas¡ª de celebrar una votaci¨®n consultiva acerca del futuro estatus pol¨ªtico de Catalu?a. Unas frases no recolectadas en ambientes extremistas y marginales, sino dichas o escritas por lo m¨¢s granado de la clase pol¨ªtica y de la intelectualidad espa?olas del a?o 2014.
De 2014, s¨ª, cuando se investiga un caso de fraude y malversaci¨®n masivos en la base a¨¦rea de Getafe; y existe una denuncia por la gesti¨®n econ¨®mica del Hospital Militar G¨®mez Ulla; y cada d¨ªa conocemos detalles m¨¢s escandalosos alrededor del asunto de las tarjetas negras de Caja Madrid y de Bankia; y sabemos que el l¨ªder hist¨®rico del SOMA-UGT, Fern¨¢ndez Villa ¡ªel hombre del pa?uelo rojo al cuello y el pu?o en alto, junto a Alfonso Guerra, en Rodiezmo¡ª ocult¨® al fisco 1,4 millones de euros; y crecen el fraude de los ERE y el de los fondos de formaci¨®n para parados en Andaluc¨ªa; y siguen coleando los casos G¨¹rtel, y Fabra, y Cotino, y B¨¢rcenas, y Palma Arena, y N¨®os, y¡
No, no se preocupen, no voy a atrincherarme en el y t¨², m¨¢s. Y, desde luego, no creo que los esc¨¢ndalos citados quiten ni un ¨¢pice de gravedad al caso Palau, al caso Pujol o a las derivaciones que uno u otro puedan tener, y que deben ser investigadas hasta las ¨²ltimas consecuencias. Pero el hecho de que, mientras los estallidos de la corrupci¨®n lo sacuden todo (realeza, Fuerzas Armadas, partidos, sindicatos, instituciones financieras, administraciones p¨²blicas¡), haya quien presente la Catalu?a aut¨®noma como la cueva de los 40 ladrones me parece muy sintom¨¢tico de un problema sobre el que s¨ª quisiera reflexionar un poco: el aparente embotamiento, la par¨¢lisis de la capacidad autocr¨ªtica de intelectuales y pol¨ªticos espa?oles ante el as¨ª llamado ¡°desaf¨ªo catal¨¢n¡±.
Hay que examinar con rigor la gesti¨®n de la pluralidad identitaria en las ¨²timas tres d¨¦cadas
Bien est¨¢ que, frente a dicho reto, se busquen las contradicciones del bloque soberanista, y se hurgue en las evidentes debilidades del proceso preparatorio del 9-N, y se subrayen las consecuencias negativas de una eventual independencia, etc¨¦tera. Pero, ?no ser¨ªa tambi¨¦n saludable que algunas cabezas pensantes, desde la defensa de la unidad de Espa?a, reflexionasen seriamente sobre c¨®mo y por qu¨¦ ha llegado Catalu?a al estado de opini¨®n presente?
Cuando digo ¡°seriamente¡±, me refiero a dejar de lado imaginarios e imposibles lavados de cerebro, a no obsesionarse con la supuesta capacidad adoctrinadora de una Televisi¨® de Catalunya cuya cuota de pantalla alcanza a lo sumo el 14%, y a examinar con rigor la gesti¨®n jur¨ªdica, pol¨ªtica, discursiva y cultural que el establishment espa?ol ha hecho, a lo largo de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas y media, de la pluralidad identitaria del Estado. Desde la LOAPA hasta las reacciones y respuestas ante el nuevo Estatuto catal¨¢n entre 2005 y 2010, para entendernos. Ya puestos, tal vez esos intelectuales cr¨ªticos podr¨ªan mirarse al espejo de la historia contempor¨¢nea de Espa?a y tratar de descubrir en ella alguna lecci¨®n provechosa para el escenario actual.
Por mi parte ¡ªespero que puedan perdonarme la osad¨ªa¡ª, me permitir¨¦ aventurar alguna hip¨®tesis muy personal. Para no retrotraerme a siglos que conozco menos, mi impresi¨®n es que, desde los albores de 1800, la cultura pol¨ªtica espa?ola s¨®lo ha concebido los conflictos de poder a los que hubo de enfrentarse en t¨¦rminos de victoria o derrota. La transacci¨®n, el fifty-fifty, el compromiso ¡ªese concepto que, en alem¨¢n (Augsleich), sostuvo la estabilidad de la Europa danubiana durante el medio siglo anterior a la Gran Guerra, por ejemplo¡ª resultan extra?os, y objeto de menosprecio, en el acervo pol¨ªtico hispano. Eso s¨ª: es una incapacidad para el compromiso provista siempre de s¨®lidas bases jur¨ªdicas y constitucionales.
La Constituci¨®n de C¨¢diz de 1812 defin¨ªa ¡°la Naci¨®n espa?ola¡± como ¡°la reuni¨®n de todos los espa?oles de ambos hemisferios¡±; los absolutistas, por su parte, consideraban a Fernando VII soberano omn¨ªmodo ¡°de las Espa?as y de las Indias¡±. Sin embargo, ni una legalidad ni la otra pudieron impedir que, en los tres lustros siguientes a la promulgaci¨®n de la Pepa, la gran mayor¨ªa de los presuntos espa?oles del hemisferio americano dejasen de serlo para convertirse en ciudadanos de una serie de rep¨²blicas independientes. Bien es cierto que Madrid tard¨® d¨¦cadas en aceptarlo y en reconocerlas.
Ya advirti¨® Camb¨® que los pleitos sobre libertad colectiva no tienen soluciones jur¨ªdicas
La monarqu¨ªa brit¨¢nica, en cambio, obr¨® de un modo bien distinto. Aleccionada por el fracaso de la receta del todo o nada frente a la rebeli¨®n de las Trece Colonias de Am¨¦rica del Norte, a lo largo del siglo XIX se apresur¨® a conceder ampl¨ªsimos autogobiernos a sus criollos de las colonias de poblamiento europeo (Canad¨¢, Australia, Nueva Zelanda, el Cabo¡), desactivando as¨ª las ansias de independencia de tales territorios y conservando hasta hoy mismo a la mayor parte de ellos ¡ªy a muchos otros¡ª en el seno de la Commonwealth.
Significativamente, no ha existido jam¨¢s ni siquiera a nivel de proyecto una Commonwealth, una Mancomunidad hisp¨¢nica de naciones. La Espa?a oficial no extrajo de la p¨¦rdida de la Am¨¦rica continental ninguna lecci¨®n ¨²til y, cuando eclosion¨® el problema cubano, lo afront¨® con la misma y desastrosa f¨®rmula: inflexibilidad jur¨ªdica y firmeza ret¨®rica: el art¨ªculo 89 de la Constituci¨®n de 1876 consideraba a Cuba una ¡°provincia de Ultramar¡±, parte inalienable de la naci¨®n; y el presidente C¨¢novas proclam¨® enf¨¢ticamente que Espa?a defender¨ªa Cuba ¡°hasta el ¨²ltimo hombre y la ¨²ltima peseta¡±. Los resultados del envite son de sobra conocidos.
S¨ª, ya s¨¦ que Catalu?a no es Cuba, ni el virreinato del R¨ªo de la Plata. No estoy comparando las situaciones respectivas, sino los reflejos profundos del Estado espa?ol cuando se le plantean problemas de soberan¨ªa. Y ni siquiera soy original en eso: hace casi un siglo, en diciembre de 1918, un peligros¨ªsimo separatista de nombre Francisco Camb¨® reprochaba en sede parlamentaria al Gobierno ¡ªa los gobiernos espa?oles de la Restauraci¨®n¡ª ¡°querer prescindir por completo de las soluciones que en el mundo han tenido los pleitos de libertad colectiva¡±, llegando ¡°a la triste conclusi¨®n de que un pleito de libertad colectiva no ten¨ªa soluci¨®n jur¨ªdica, como nunca lo han tenido, por desgracia, en Espa?a¡±.
Desde luego, Camb¨® no pensaba en Escocia. Y ni siquiera se le hab¨ªa pasado por las mientes el caso de Gibraltar, ese microproblema de libertad colectiva que la Espa?a oficial no ha sabido resolver en tres siglos. Primero, porque trat¨® de arreglarlo a base de ca?onazos y asedios; luego, con verjas, candados y tapones fronterizos; siempre, con el objetivo ¨²ltimo de ver a los gibraltare?os rendidos y saliendo de uno en uno, con el carn¨¦ en la boca. Lo dicho: victoria o derrota, sin t¨¦rminos medios. ?Acaso hemos olvidado ya la ¨¦pica reconquista de Perejil?
No, la inmensa mayor¨ªa de los catalanes que quieren ejercer la soberan¨ªa no odian a Espa?a ni lo espa?ol. Pero se sienten, especialmente desde el a?o 2000, maltratados moral y materialmente por un Estado ¡ªpor un sistema jur¨ªdico-pol¨ªtico¡ª que perciben como ajeno, cuando no hostil, a su identidad y a sus intereses. Y, tras la sentencia que en 2010 disip¨® tantas ilusiones, no creen haber recibido de aquel Estado otra cosa que desdenes, humillaciones y amenazas.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.