Una noche entre zombis
En 2007 naci¨® una de las sagas m¨¢s rentables del cine espa?ol: ¡®REC¡¯. Recaud¨® 50 millones de euros. Viajamos al buque fantasma durante la filmaci¨®n de la cuarta entrega.
1. Secuencia Primera: Monstruos.
Treinta infectados corren por la cubierta de un pesquero ruso, bajo una escalofriante tormenta, con la piel hecha jirones y las bocas inundadas de sangre. ?ngela y Nic huyen de ellos en direcci¨®n a la plataforma de popa. Pero no hay escape posible. Los chicos trepan por las redes de pesca, bajo la lluvia, para saltar del barco. A sus espaldas se multiplican los perseguidores. Los monstruos saltan desde los rincones, agitando las manos, con las caras deformadas a mordiscos, a punto de atrapar a nuestros h¨¦roes. Y entonces¡
¨C?Corten! ?Cortamos!
Todo se detiene en el barco. Se cierran los dos aspersores y la manguera de bomberos, y la noche tormentosa se convierte en una tranquila madrugada portuaria en Las Palmas de Gran Canaria. ?ngela y Nic vuelven a ser los actores Manuela Velasco e Ismael Fritschi. Los infectados vuelven a ser figurantes. S¨®lo uno de ellos se queda revolviendo entre las redes, buscando nerviosamente, como si a¨²n siguiese a una presa. Dice:
¨CHe perdido mi dentadura.
¨C?Se te ha ca¨ªdo al mar? ¨Cle pregunta otro, uno muy, muy grande con un ojo arrancado¨C. Ya no la recuperas.
¨C?Ahora qu¨¦ voy a hacer? ?C¨®mo voy a morder sin dientes?
En el rodaje de REC 4: Apocalipsis (se estrena en Espa?a el 31 de octubre), cada zombi tiene una dentadura a medida. El equipo de efectos especiales ha tomado muestras en escayola de todas las bocas para producir pr¨®tesis de dientes retorcidos. Y eso es s¨®lo el principio. Ahora mismo, durante la pausa, un maquillador pasea entre los figurantes con un surtidor de sangre. Los extras hacen buches con el l¨ªquido rojo y escupen sobre sus propios pechos, para simular que han arrancado carne humana. Antes, durante tres horas, a cada uno de ellos le han borrado las cejas, a?adido verrugas de silicona, pintado heridas, pegado ojeras, aerografiado venas y colocado lentes de contacto con aureolas rojas en torno a las pupilas. Hay diferentes niveles de maquillaje, seg¨²n el avance de la infecci¨®n. En una peli de zombis, cada piel requiere un plan de rodaje.
¨CCuando yo empec¨¦, en Espa?a no se hac¨ªa cine de g¨¦nero ¨Ccomenta el jefe de todo esto, el director catal¨¢n Jaume Balaguer¨®¨C. Si le propon¨ªas a un productor una pel¨ªcula de terror, te dec¨ªa que no era posible. Pero entonces apareci¨® Alex de la Iglesia con un cine popular, comercial, hecho pensando en el espectador. Y funcion¨®. Alex abri¨® la puerta para toda mi generaci¨®n, que ven¨ªa con una formaci¨®n muy ecl¨¦ctica. Yo crec¨ª viendo pel¨ªculas italianas de zombis, y Steven Spielberg y Bergman. Y cuando comenc¨¦ a hacer cine, quer¨ªa ser todos ellos.
La voz de un asistente de direcci¨®n da m¨¢s miedo que un infectado purulento: Hay que movilizar a 70 personas en un barco, y cada d¨ªa de rodaje cuesta 50.000 euros
La saga REC naci¨® a mediados de la d¨¦cada pasada en un bar del Poble Sec, en Barcelona. Balaguer¨®, Paco Plaza y el productor Oriol Maym¨® concibieron un experimento: una pel¨ªcula que pusiese los pelos de punta con un presupuesto m¨ªnimo. La trama era sencilla: la reportera y el c¨¢mara de un reality show entran en un edificio donde se ha desatado una extra?a infecci¨®n que convierte a los afectados en violentos can¨ªbales. Cuando los periodistas ya est¨¢n dentro, la polic¨ªa clausura el edificio y les impide salir. Los infectados se multiplican a su alrededor, y con ellos, el p¨¢nico. Pero el camar¨®grafo no deja de filmar. El p¨²blico del cine ve lo que ¨¦l ve. E intuye lo que acecha a sus espaldas. La acci¨®n ocurre en tiempo real.
¨CEl antecedente inmediato de la c¨¢mara subjetiva de REC era El proyecto de la bruja de Blair (1999) ¨Cexplica Balaguer¨®¨C, un gran ¨¦xito. Pero a nosotros nos inspiraba tambi¨¦n el tema de la televisi¨®n actual: los reportajes en directo, los callejeros. Hoy, la televisi¨®n vende realidad, en directo. Quer¨ªamos jugar con eso. Dar miedo al espectador con eso.
En REC 1, el director de fotograf¨ªa Pablo Rosso se convirti¨® en actor, aunque s¨®lo aparecieran en pantalla sus zapatos. Mov¨ªa la c¨¢mara, y con ¨¦l deb¨ªa desplazarse todo el equipo de rodaje, en un espacio muy reducido, para no quedar dentro de la toma. Se film¨® en orden cronol¨®gico. La pel¨ªcula cost¨® un mill¨®n de euros¡ Arras¨® en taquilla. Luego vino otra. Y otra.
Hasta el momento, las tres pel¨ªculas de la saga han recaudado 50 millones. Las dos primeras fueron codirigidas por Balaguer¨® y Plaza. La tercera, en manos exclusivas de Plaza, cambi¨® de registro. No m¨¢s oscuridad: luz. No m¨¢s ropa de gente com¨²n: vestidos de novia de Rosa Clar¨¢. Y no m¨¢s terror¨ªfica seriedad, m¨¢s bien un gore extremo que llega a la comedia.
¨CPaco fue muy valiente al darle un giro a la historia ¨Ccontin¨²a Balaguer¨®¨C. Y como es valenciano, tiene ese punto un poco fallero. Ha llegado el momento de poner punto final. De cerrar el c¨ªrculo infeccioso. Me he propuesto que la cuarta sea distinta, pero fiel a sus antecesoras, una vuelta a los inicios siniestros y oscuros de la saga. Un paso m¨¢s hacia el puro horror.
Y, sin duda, se est¨¢ esmerando. Su idea es construir ¡°un nuevo parque de atracciones del miedo y la angustia, m¨¢s grande, m¨¢s vertiginoso, m¨¢s intenso, y acu¨¢tico¡±. El escenario es un barco real de cien metros de eslora. Esta vez cuenta con un presupuesto de cuatro millones. La primera entrega se grab¨® en 18 d¨ªas. ?sta est¨¢ prevista para siete semanas, aparte de los ocho meses de posproducci¨®n. El concepto de la c¨¢mara en hombro se ha esfumado. La manejable Panasonic 2 de los comienzos ha sido reemplazada por modelos m¨¢s potentes. S¨®lo para grabar la persecuci¨®n de la cubierta hacen falta dos gr¨²as, ocho reflectores montados sobre las estructuras del barco y dos gr¨²as extra para los t¨¦cnicos el¨¦ctricos. El equipo t¨¦cnico es de unas 70 personas, sin contar a los 30 figurantes. La productora ha tra¨ªdo al muelle cinco contenedores de carga y seis m¨¢s para montar oficinas, salas de maquillaje e incluso lavabos.
¨C?Ser¨¢ la ¨²ltima REC? ¨Cpregunto al director.
¨CAl menos, ser¨¢ la ¨²ltima que haga yo. Con este rodaje cierro una saga, pero sobre todo una etapa muy importante de mi vida.
2. Secuencia segunda: La enfermedad.
Se vuelve a rodar la persecuci¨®n. Los 30 no-muertos ya han sido retocados y toman sus puestos en cubierta.
Segundos antes de empezar a grabar, ya mueven las manos. Y bufan. Y gru?en. Para cuando suena la claqueta, algunos ya est¨¢n corriendo. Han sido seleccionados entre los m¨¢s fuertes y altos del casting, y la mayor¨ªa de ellos dar¨ªan miedo aunque no soltasen espumarajos. Algunos son especialistas en escenas de acci¨®n: saben saltar desde una altura de dos metros y seguir persiguiendo a sus v¨ªctimas despu¨¦s de caer. Pero una vez m¨¢s, cuando la horda est¨¢ a punto de alcanzar a los desvalidos j¨®venes, hay que parar:
¨C?Corten!
El equipo t¨¦cnico se pregunta qu¨¦ ha pasado. Poco a poco, se corre la voz. Entonces, unos 70 pares de ojos se fijan en uno de los monstruos, arriba, junto a los botes salvavidas. El zombi solitario lleva una bata blanca de cient¨ªfico. Su rostro es una masa sanguinolenta. Pero se ve apenado. Mustio. Ahora abre la boca y dice, con verg¨¹enza:
¨CNo s¨¦ por d¨®nde ir. Perd¨®n. Alguien me ha puesto un cable en el camino.
Rodar una escena de acci¨®n requiere miles de pausas. La cantidad de cosas que pueden salir mal es infinita. Aun as¨ª, los zombis mantienen el ¨¢nimo. Algunos figurantes aprovechan los recesos para hacer flexiones y barras. Un especialista re¨²ne a un grupo para ense?arles llaves de judo. Todos est¨¢n claramente excitados, y mojados. Son como un mont¨®n de espermatozoides durante una larga serie de preliminares cari?osos.
Ser zombi mola. Mientras se rueda REC 4, Brad Pitt estrena Guerra mundial Z. En el tr¨¢iler, las hordas can¨ªbales vuelcan autobuses, trepan las murallas de Palestina, forman una masa incontrolable a fuerza de aplastarse unos a otros. La televisi¨®n no ha escapado al fen¨®meno, con The Walking Dead. Incluso hay dibujos animados sobre el tema, desde la radical Paranorman hasta los personajes de Monster¡¯s High, esas barbies glamurosas del m¨¢s all¨¢. Hoy, personas de todas las edades y grupos sociales quieren ser muertos vivientes. Esta misma noche, el vigilante de la caseta del puerto le ha propuesto a la directora de producci¨®n: ¡°Se?ora, si le falta un zombi, cuente conmigo¡±.
El muerto en vida no siempre fue tan popular. Hasta los sesenta, s¨®lo aparec¨ªan en pe?l¨ªculas de vud¨², como torpes mayordomos de amos siniestros. En 1968 tuvieron su propia revoluci¨®n: George A. Romero los convirti¨® en can¨ªbales para La noche de los muertos vivientes. Y empezaron a dar miedo de verdad. Pero los personajes de Romero son bastante lentos. S¨®lo pueden atraparte si est¨¢s en una casa aislada y consiguen rodearte. A cielo abierto, no conseguir¨ªan alcanzar a un perro cojo.
El paso final de la evoluci¨®n estuvo a cargo del director Danny Boyle. En 28 d¨ªas despu¨¦s (2003), las hordas no se arrastran por el suelo: corren. Est¨¢n desesperadas por comerse tu cerebro. Boyle, adem¨¢s, no los llama zombis. Son enfermos. Infectados. El origen de su mal es un virus, como la gripe aviar o las vacas locas, no una fuerza m¨¢gica.
O sea, que podr¨ªan ser de verdad.
¨CHoy d¨ªa, tras un largo abandono, los zombis han vuelto a ser populares ¨Creflexiona Balaguer¨®¨C. Por un lado, encarnan el miedo a la enfermedad, que ha regresado con las epidemias globales. Por otro, en los ¨²ltimos 15 a?os, el terrorismo bacteriol¨®gico ha vuelto a plantear la posibilidad de un enemigo desconocido e imparable. Todo eso ha creado las condiciones para un regreso. Pero la raz¨®n m¨¢s importante es financiera: cuando una pel¨ªcula funciona, la maquinaria de Hollywood se pone en marcha para repetirla compulsivamente.
REC 1 sali¨® en 2007 y por la misma ¨¦poca lleg¨® a las salas la secuela de la pel¨ªcula de ?Boyle, 28 semanas despu¨¦s, dirigida por el espa?ol Juan Carlos Fresnadillo. Desde entonces, la infecci¨®n no ha dejado de transmitirse por todo el globo. El p¨¢nico a la enfermedad trasciende el g¨¦nero del horror, como demostr¨® Steven Soderbergh con Contagio. Hoy, hasta es posible descargarse un juego en iTunes llamado Plague, Inc. En ¨¦l, el jugador es un virus. Su objetivo, afectar a m¨¢s gente. Gana cuando todo el planeta ha sucumbido.
3. Secuencia tercera: El hombre normal.
?ngela est¨¢ luchando contra un gusano gigante que quiere meterse dentro de ella. O devorarla. El bicho tiene el cuerpo lleno de verrugas y la cabeza como un prepucio. Lo peor es que se mueve.
¨CMi personaje ya ha vivido todo esto ¨Cexplica la actriz Manuela Velasco, que tambi¨¦n protagoniz¨® la primera REC¨C. Fue la ¨²nica superviviente del edificio de Barcelona. En esta pel¨ªcula, los militares y cient¨ªficos la encierran en un barco sin darle explicaciones. Est¨¢ harta. Cabreada. Odia a los poderosos, incluso m¨¢s que a los infectados.
La grabaci¨®n contin¨²a. Manuela trata de quitarse al gusano de encima y, en un arrebato de ira, lo mete en el horno microondas. Es su ¨²ltima oportunidad de aniquilarlo. Trata de cerrar de un portazo¡ pero la puerta del microondas no cierra. Los cables que mueven el gusano la obstruyen. Cortan de nuevo.
Mientras Balaguer¨® conversa con los t¨¦cnicos, dos maquilladores se afanan en la sala: uno para Velasco y otro para el gusano. A ella hay que retocarle las heridas y rociarla con ?aerosol para que sude ante la c¨¢mara. El gusano se contenta con un capa de moco. El bicho ya es bastante repugnante en seco, pero chorreando babas se pone mucho peor.
Todo en un set de rodaje es mentira. El sudor es agua. La baba del gusano es agua con espesante. La sangre es jarabe de ma¨ªz con colorante alimenticio, lo cual suena hasta nutritivo. La mayor¨ªa de planos se graban con superficies que en la posproducci¨®n ser¨¢n borradas o reemplazadas digitalmente por ?lex Villagrasa. En las ventanas del puente de mando hay cartones azules donde el espectador ver¨¢ tormentas y huracanes. Incluso se a?adir¨¢ digitalmente una manada de monos asesinos, porque los de carne y hueso son dif¨ªciles de conseguir. La anterior pel¨ªcula de Balaguer¨®, Mientras duermes, ocurr¨ªa casi toda en un edificio, con hermosas vistas de Barcelona alrededor. Todo digitalizado. El apartamento era un estudio. Barcelona nunca estuvo ah¨ª en realidad.
Pero ahora, contra la puerta del microondas no hay tecnolog¨ªa que valga. Al fin, director y t¨¦cnicos llegan a una soluci¨®n: al concluir la escena, ?ngela dar¨¢ el portazo. Y antes de que la puerta golpee, insertar¨¢n una imagen ¨Ctomada otro d¨ªa¨C del gusano movi¨¦ndose dentro del microondas cerrado.
Antes de regresar a su puesto, Balaguer¨® se vuelve hacia Manuela Velasco para darle instrucciones. Lo que dice es dif¨ªcil de transcribir, pero suena m¨¢s o menos as¨ª:
¨CEntras por aqu¨ª y¡ pum, pum¡ Luego shuaassss y s¨®lo al final kabooom.
A continuaci¨®n abandona el set: ya s¨®lo quedan 490 problemas por resolver.
Durante la mayor parte del rodaje, el director permanece en el ¡°combo¡±, sentado frente a una peque?a pantalla donde ve las cosas como las ver¨¢ el espectador. Por eso, cuando se levanta, se forma a su alrededor un zumbido de t¨¦cnicos y actores. Todo el mundo necesita que el director tome una decisi¨®n: ¡°?El vestido rojo o el verde?¡±. ¡°?Grito o lloro?¡±. ¡°?Pongo la c¨¢mara aqu¨ª o ac¨¢?¡±. En medio del acoso, Balaguer¨® siempre parece relajado. Escucha las opiniones de los dem¨¢s. Hace bromas. Nadie en la productora afirma haberlo visto enfadado jam¨¢s, ni siquiera en la duod¨¦cima toma de una secuencia imposible. En cierto modo, este hombre est¨¢ jugando, como un ni?o con un playmobil, s¨®lo que su juguete mide cien metros de eslora, pesa m¨¢s de 4.000 toneladas y cuesta varios millones de euros.
La idea de Balaguer¨® es construir ¡°un nuevo parque de atracciones del miedo y la angustia, m¨¢s grande, m¨¢s vertiginoso, m¨¢s intenso, y acu¨¢tico¡±
¨CAyer ¨Ccuenta Manuela Velasco¨C, al terminar el rodaje a las ocho de la ma?ana, Jaume me dec¨ªa: ¡°Me siento como borracho. Soy obsesivo y tengo toda la pel¨ªcula en la cabeza todo el rato¡±. Y no me extra?a. Jaume tiene muy claro qu¨¦ quiere ver en cada segundo y sabe pedirlo con mucha claridad. A veces lo m¨¢s claro es decir ¡°pum, pum, pum¡¡± o ¡°kabooom¡±.
El productor de Filmax Adri¨¤ Mon¨¦s concuerda en que Balaguer¨® es capaz de controlar cada m¨ªnimo detalle de una pel¨ªcula, y eso incluye el marketing, la banda sonora y la publicidad. Seg¨²n el productor, con ese talento, Balaguer¨® podr¨ªa trabajar en Hollywood. Pero no le interesa el glamour. Grabar en Espa?a es mucho m¨¢s barato y permite mayor libertad creativa. Una de sus pel¨ªculas, Darkness, con Anna Paquin, fue coproducida por Miramax, y los americanos estuvieron encima, asfixiantemente, en cada momento de la producci¨®n. Sin ellos, dice Mon¨¦s, se puede tener el mismo ¨¦xito internacional con menos presiones.
Pero cuando le pregunto a Balaguer¨® por qu¨¦ no se muda a Los ?ngeles, su respuesta es m¨¢s prosaica: ¡°Tengo dos hijos. Ahora llevo cuatro semanas sin verlos y ya estoy desesperado. Separarnos m¨¢s tiempo, o mudarnos y tener que adaptarnos a otro sitio, ser¨ªa muy pesado. No quiero ni plante¨¢rmelo¡±.
Para ser un maestro del p¨¢nico, Balaguer¨® es escandalosamente normal. Durante sus almuerzos en la playa canaria de Las Canteras, vestido con zapatillas, pantal¨®n corto y una camiseta ra¨ªda de National Geographic, tiene menos aspecto de director de cine que los turistas italianos con zapatos blancos y cirug¨ªas pl¨¢sticas. Tampoco su pasado guarda grandes momentos. Nada de ni?ez solitaria como Tim Burton, ni represi¨®n sexual estilo Alfred ?Hitchcock. Su vida ha sido siempre razonablemente feliz. Su familia es estable, y ¨¦l fue un estudiante popular. Carece de extravagancias, a menos que califique como tal la diabetes. Es tan normal que resulta anormal.
¨C?Ni siquiera algo a lo que le tengas miedo? ¨Cle pregunto en otra pausa del rodaje¨C. ?Las ara?as? ?Los ascensores? ?El fracaso?
El director lo piensa un par de segundos:
¨CNada. No le tengo miedo a nada.
¨CTodo el mundo le tiene miedo a algo.
¨CA la muerte y la violencia. Pero a las de verdad.
¨CEs demasiado f¨¢cil. Todo el mundo responde eso.
¨CA la fatalidad. Le tengo miedo a la fatalidad.
Quiero repreguntar, pero, una vez m¨¢s, alguien se lo lleva a resolver alguna otra cosa, y el director me deja pregunt¨¢ndome qu¨¦ cuernos ha querido decir.
4. Secuencia cuarta: El barco.
¡°?Corre! ?Sube!¡±. ?ngela y Nic empiezan a trepar por la red colgante hacia lo alto de la plataforma. La horda impacta en la red bajo ellos, a escasos cent¨ªmetros de sus pies, empapados por la lluvia torrencial. ?ngela y Nic logran encaramarse a lo alto de la plataforma. Los infectados est¨¢n trepando por la red empujados por una ira incontrolada. Nic y ?ngela corren hasta la barandilla de popa y miran hacia abajo: 15 metros de ca¨ªda hasta el mar. Frente a ellos, un m¨¢stil met¨¢lico se asoma sobre el agua.
¨CTenemos que saltar ¨Cadvierte Nic.
¨CNo¡ No puedo¡ ¨Cresponde ?ngela.
?sta es la contraparte de la escena de la persecuci¨®n, el momento en que los protagonistas se arrojan al mar para escapar.
La primera opci¨®n para escenificar REC 4 no era un barco, sino una plataforma petrol¨ªfera. Pero las medidas de seguridad eran tan agobiantes que resultaba imposible rodar en una. Balaguer¨® pens¨® en un barco militar, o cient¨ªfico, y organiz¨® un casting de naves. El requisito principal era que diesen mucho miedo.
El barco escogido fue un pesquero ruso lleno de espacios donde no te gustar¨ªa pasar tus vacaciones: una vieja sala de m¨¢quinas de estilo sovi¨¦tico. Una f¨¢brica de pescado en las entra?as del gigante. Pasillos de puertas met¨¢licas como trampas y cub¨ªculos claustrof¨®bicos, especialidad de Balaguer¨®.
Este barco tambi¨¦n es un muerto en vida. Tiene capacidad para obtener 100 toneladas diarias de pescado y procesarlas en alta mar. Cuenta con un congelador a -28¡ã C. Pero s¨®lo puede faenar en una zona restringida, entre Espa?a y el norte de ?frica, que ahora est¨¢ en discusi¨®n. Hasta que no se resuelvan los l¨ªmites pesqueros, el barco permanece en Gran Canaria. Lleva siete meses. Sus seis tripulantes no hablan castellano. No son residentes legales en Espa?a, ni pueden volver a casa. Su ¨²nico hogar es este barco, como atestiguan sus habitaciones empapeladas con chicas desnudas.
Los zombis han vuelto a ser populares. encarnan el miedo a la enfermedad, que ha regresado con las epidemias globales¡±
El rodaje ha tra¨ªdo a los marineros un poco de ox¨ªgeno econ¨®mico. Pero eso no hace m¨¢s simp¨¢ticos a los rusos. Desconf¨ªan. Su ¨²nico traductor no quiere hablar con la prensa. Ni siquiera estoy autorizado a revelar el nombre del barco. Cuando las c¨¢maras se vayan, el pesquero se quedar¨¢ aqu¨ª, sin nombre, cargado de tripulantes que ya no son de ninguna parte.
¨C?Silencio! ¨Cgrita ahora un asistente de direcci¨®n¨C ?Estamos grabando!
La voz de un asistente de direcci¨®n tiene m¨¢s autoridad que una sirena portuaria y da m¨¢s miedo que un infectado purulento. No nos enga?emos. Hay que movilizar a 70 personas en un barco, y cada d¨ªa de rodaje cuesta 50.000 euros. Si el director no grita, alguien tendr¨¢ que hacerlo. Esos se llaman asistentes de direcci¨®n. Se les puede ver repartiendo ¨®rdenes entre los figurantes o moviendo de sitio a los t¨¦cnicos, siempre con muy mala leche. Uno de ellos me tiene que echar de donde estoy sentado. Lo hace sin violencia, pero puedo ver las aureolas rojas alrededor de sus pupilas.
Los asistentes de direcci¨®n son los brazos de Jaume Balaguer¨® y su cadena de mando. A trav¨¦s de ellos, los deseos del director, que son ¨®rdenes, circulan por los equipos. La presi¨®n es tan intensa que, tras cada rodaje, uno de los asistentes tiene que regresar a su hotel caminando: una hora a pie a las siete de la ma?ana. Para descomprimir. Los asistentes no son los miembros del equipo m¨¢s populares, pero se dice que fuera de las horas de rodaje son personas encantadoras. Como los zombis, vaya.
5. Secuencia quinta: la fatalidad.
Entre las personas que merodean por la cubierta resulta f¨¢cil reconocer a los dobles de Manuela Velasco e Ismael Fritschi: son justo esos que no se parecen en nada a Manuela Velasco e Ismael Fritschi. La chica tiene cuerpo de escaladora ¨Cque es lo que es¨C y el chico lleva una peluca con la cual no se parece a ning¨²n humano vivo.
La doble de Manuela, Maya Jonjic, ser¨¢ ?ngela en este plano. Mientras los aspersores vuelven a ponerse en marcha, ella monta en la plataforma de popa. Abajo se prepara la embarcaci¨®n que filmar¨¢ su ca¨ªda. Sobre la doble, y s¨®lo sobre ella, cae un diluvio de agua fr¨ªa. Pero ella sigue adelante, arrastr¨¢ndose por el m¨¢stil hasta el extremo, lista para saltar y salvar su vida. A mi lado tengo a uno de los productores. Le pregunto:
¨C?Por qu¨¦ ?ngela tiene tanto miedo de saltar? Del otro lado hay un mont¨®n de bestias con ganas de comerse su cerebro. Es peor.
¨CNo s¨¦.
¨C?Y por qu¨¦ no salta desde la plataforma? No hace falta que se arrastre por el m¨¢stil.
El productor no dice nada. Leo su respuesta en su mirada: ¡°Porque se ve mejor as¨ª, y porque confiamos en que las salas de cine no est¨¦n llenas de pesados como t¨²¡±.
El ensayo sale bien. Pero, cuando al fin van a comenzar a rodar, descubren que se ha estropeado una pieza de una c¨¢mara, quiz¨¢ debido a la intensa lluvia artificial. Hace falta cambiarla. Durante el receso obligatorio, Balaguer¨® baja del barco y da vueltas por el muelle, junto a los contenedores. Por primera vez se le ve tenso. Y no es por filmar, sino por dejar de filmar:
¨CHay que esperar, hay que esperar, siempre hay que esperar¡ ¨Crepite, encendi¨¦ndose uno de sus Chesterfield.
¨CEs s¨®lo una pieza ¨Cdigo, como si supiera de qu¨¦ hablo¨C. La cambiar¨¢n.
¨C?Te acuerdas que te habl¨¦ de la fatalidad? Esto es la fatalidad. Y siempre aparece en los peores momentos. Cuando te quedan 10 minutos de luz para grabar una escena importante se empa?a el lente. O se estropea una pieza. O la gr¨²a no se mueve. A eso le tengo miedo.
?sta es la noche m¨¢s cara del rodaje. Si todo sale bien, grabar¨¢n en total 50 segundos. De modo que cada segundo de lo que se vea en pantalla cuesta unos mil euros.
Al fin, los t¨¦cnicos cambian la pieza y el equipo vuelve al trabajo. Son las cuatro de la madrugada y ser¨¢ mejor que rueden esto antes de que amanezca. As¨ª que la doble regresa a su sitio. La lluvia vuelve a caer. Las gr¨²as se acercan tanto a la chica que parece que van a devorarla. Ella se arrastra por el m¨¢stil, se cuelga del extremo y finalmente cae al agua, de espaldas, con un clamoroso chapoteo. Va atada con un arn¨¦s, y mientras la gr¨²a la devuelve al barco, todo el equipo la aplaude. Parece que hubieran recogido una sirena del mar.
Desde el muelle, Manuela Velasco aplaude. Se ha visto saltar a s¨ª misma y se ha gustado. A m¨ª me sigue pareciendo que ambas chicas no se asemejan en nada. Para confirmarlo, subo al combo. Quiero ver las tomas como las ve el director.
En los 800 cent¨ªmetros cuadrados de imagen filmada, la realidad es muy diferente que aqu¨ª afuera. Ah¨ª, ni la doble ni Manuela Velasco son tales. Ambas son ?ngela. Para transformarlas, s¨®lo hace falta la misma ropa, la misma estatura y el mismo pelo.
En la peque?a pantalla hay cosas que se borrar¨¢n despu¨¦s: las luces de la ciudad en el fondo, por ejemplo. Pero lo esencial de la escena est¨¢ ah¨ª: primero, ?ngela en la plataforma de popa, gritando y neg¨¢ndose a saltar, con la camiseta empapada por la lluvia. Luego, ?ngela trepando por el m¨¢stil. La doble se ha movido de modo que su rostro nunca aparezca en c¨¢mara. Y uno jam¨¢s dir¨ªa que ambos planos fueron hechos por actrices diferentes. Un t¨¦cnico lo celebra y se?ala la pantalla: ¡°Mola, ?verdad? Si te fijas bien, la doble tiene los brazos m¨¢s musculosos que Manuela. Pero la imagen ir¨¢ mezclada con la persecuci¨®n de los zombis y con el contraplano desde el agua, y todo durar¨¢ menos de un minuto. Hay que ser muy hijo de puta para estarle mirando los b¨ªceps¡±.
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