Qu¨¦ agobio
Nos quedamos sin ox¨ªgeno, sin aire, perdemos la respiraci¨®n cada ma?ana al encender la radio
Nos estamos quedando sin palabras. Todos: los tertulianos, los camareros, los fil¨®sofos, los matrimonios, los adolescentes, los coroneles, los militares sin graduaci¨®n, el personal alterno, el subalterno, los bomberos y hasta el cu?ado que dispon¨ªa de una opini¨®n para cada asunto y de un proverbio para cada suceso. El personal se queda sin palabras cada vez que se asoma al peri¨®dico o al telediario, cuando escucha la radio, cuando aparece en los papeles un cap¨ªtulo m¨¢s de Bankia o un apartado nuevo de los ERE, cuando emerge un dirigente sindical corrupto o un rojo infectado, cuando se manifiesta una trama secundaria de la gesti¨®n del ¨¦bola, cuando los populares hablan de populismo, cuando Valencia, cuando el FMI, cuando la troika, cuando el Banco Central, cuando Ana Mato, cuando Javier Rodr¨ªguez, cuando Ca?ete, cuando la cesta de la compra, cuando Catalu?a¡ Nos quedamos sin palabras, sin saber qu¨¦ decir, af¨¢sicos; los hechos superan nuestra capacidad de respuesta, de an¨¢lisis, rompen nuestras defensas. Intentamos hablar y nos sale un gemido, ay.
Se nos caen las palabras del vocabulario como el alma a los pies. Abrimos la boca para expresar nuestro asombro ante el grado de corrupci¨®n institucionalizada, de desfachatez, de atropellos pol¨ªticos, y econ¨®micos, y judiciales, y sale otro suspiro, ay, ay. Espa?a dice ay con un term¨®metro debajo de la axila, febril, desfallecida, al¨¦rgica a s¨ª misma. Se rasca la nariz y se le pudre el l¨¦xico. El l¨¦xico vendr¨ªa a ser como los gl¨®bulos rojos, los eritrocitos o hemat¨ªes, encargados de transportar el ox¨ªgeno a cada una de las c¨¦lulas. Pues eso, s¨ª, que nos quedamos sin ox¨ªgeno, sin aire, perdemos la respiraci¨®n cada ma?ana, al encender la radio. Qu¨¦ desaz¨®n, qu¨¦ agobio.
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