Un plan para Ucrania
La econom¨ªa es vital para integrar a un pa¨ªs que debe formar parte de Europa
Gran simposio en Viena sobre la reconstrucci¨®n de Ucrania.
La ¨¦lite de la industria alemana se encontraba presente.
Adem¨¢s, varios parlamentarios y lores brit¨¢nicos, muy enojados con Putin.
Tambi¨¦n hab¨ªa ucranios, por supuesto, empezando por el oligarca y rey del gas Dmytro Firtash, que, con Ukrainian Business Future, estaba detr¨¢s del evento.
Y yo, que pronunci¨¦ el discurso de apertura.
Y que record¨¦ que Obama hab¨ªa hecho o¨ªdos sordos a Porochenko cuando este hab¨ªa ido a decirle que no se gana una guerra con mantas.
Evoqu¨¦ el lamentable espect¨¢culo de una Europa que avanza sin orden, que retrocede y vuelve a avanzar, incapaz de hablar con una sola voz.
Pas¨¦ revista a las victorias de un putinismo ideol¨®gico que ha conseguido que la opini¨®n p¨²blica se trague sus falsas teor¨ªas sobre la naci¨®n nacida del idioma, sobre el origen ucranio de Rusia y sobre Eurasia.
En resumen, expuse la traici¨®n de Occidente a esta Ucrania que ha pagado un alto precio de sangre por su poderoso y ferviente deseo de Europa.
Y dije a quienes me escuchaban que, habiendo fallado todos los anteriores, al final, solo quedan ellos, s¨ª, ellos, ¡°la empresa¡±, como dir¨ªa Manuel Valls, el vilipendiado mundo de los negocios, para tomar el relevo y, tal vez, improvisar otro camino.
En 1945, sus ancestros reconstruyeron una Europa devastada por la guerra: fue el plan Marshall.
Cuarenta y cuatro a?os despu¨¦s, sacaron a Leipzig, Dresde y Erfurt del subdesarrollo y la miseria: fue la reunificaci¨®n de Alemania.
Despu¨¦s de la ca¨ªda del comunismo, hicieron de Polonia y Checoslovaquia unas sociedades no solo pr¨®speras, sino abiertas: y a¨²n puedo o¨ªr a Vaclav Havel, en Par¨ªs, echando pestes de los que entonces empezaban a hablar de la ¡°ampliaci¨®n¡± de Europa para incluir a la Europa central, cuando, seg¨²n ¨¦l, hubieran debido hablar de ¡°reunificaci¨®n¡±. Y a¨²n le oigo a?adir, extra?amente pensativo, que seguramente solo la econom¨ªa, con sus intercambios y su mercado, con su principio de equivalencia generalizada, pod¨ªa desbaratar aquel contrasentido, aquella injuria contra el sentido com¨²n, aquella bofetada a los reci¨¦n llegados, cuyo orgullo era precisamente el de estar, no en la periferia, sino en el centro de Europa.
Bueno, pues lo mismo ocurre con Ucrania.
Es un pa¨ªs m¨¢s rico que la Rep¨²blica Checa de la ¨¦poca.
El dinero, s¨ª, el malvado dinero, el dinero loco, tiene una virtud civilizadora
Es un pa¨ªs m¨¢s sano que Rusia, que tiene una demograf¨ªa en retroceso, unas infraestructuras en ruinas y cuyo empobrecimiento espiritual es patente.
Con sus 45 millones de habitantes mayoritariamente orientados hacia Occidente, con su juventud formada, exigente y firmemente resuelta, como demostr¨® en el Maid¨¢n, a romper con esa cultura del mal gobierno y la corrupci¨®n que ha sido siempre, y en todas partes, el principal obst¨¢culo para la prosperidad, Ucrania es un para¨ªso para los inversores.
De modo que, ante esa honorable asamblea, ligeramente sorprendida de verse transformada en puesto avanzado de la resistencia europea contra Putin, propuse tres ideas:
1) Un foro econ¨®mico mundial a imagen y semejanza del que se celebra cada a?o en Davos, pero que, en este caso, se celebrar¨ªa en Kiev y estar¨ªa dedicado a Ucrania.
2) ?Que los inversores no son fil¨¢ntropos? ?Que no les gustan los pa¨ªses en guerra? ?Y que las estructuras que se supone deben asegurar este tipo de riesgo, como la Coface en Francia, se niegan a hacerlo en Ucrania? Yo suger¨ª la creaci¨®n de una compa?¨ªa de seguros ad hoc financiada conjuntamente por las aseguradoras de los pa¨ªses miembros de la Uni¨®n Europea y por los oligarcas ucranianos, que como m¨ªnimo le deben eso a su patria.
3) ?Que Ucrania es d¨¦bil? ?Asfixiada por su poderoso y diab¨®lico vecino? ?Que est¨¢ en el fondo del abismo financiero y su Estado es incapaz de hacer frente a las inversiones b¨¢sicas que le corresponder¨ªa hacer? Pues bien, tercera idea: un gran empr¨¦stito europeo emitido por el Tesoro ucranio y cuyos bonos estar¨ªan garantizados por la doble firma del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional.
No soy economista.
Y soy consciente de que esta clase de consideraciones pueden parecer incongruentes en boca de un fil¨®sofo.
Pero, aunque no lo parezca, esta es una cuesti¨®n de principios.
Sancionar al agresor est¨¢ bien; ayudar al agredido, todav¨ªa mejor.
Decir ¡°Ucrania tiene la vocaci¨®n de entrar en Europa¡± es una frase vac¨ªa; a?adir: ¡°he aqu¨ª los intereses comunes que, como en la f¨¢bula de Mandeville, en la que hasta los vicios privados contribuyen a la prosperidad p¨²blica, justifican que Ucrania vaya a ser efectivamente parte de Europa¡± es una frase con un peso real.
Felicitarse por el comercio de ideas y conocimientos compartidos est¨¢ bien, incluso muy bien, pero no deja de ser un vano deseo; recordar que esa misma palabra designa otro comercio, el que hace la riqueza de las naciones, es el origen de una pol¨ªtica, es un acto.
?Acaso no aprend¨ª de Levinas que hay situaciones en las que el dinero, s¨ª, el malvado dinero, el dinero loco, tiene una virtud civilizadora?
El simposio de Viena era la ocasi¨®n perfecta para poner el teorema a prueba.
Y este es el momento, ahora o nunca, de ver si se confirma o si, por el contrario, el miedo, el cortoplacismo y los intereses mal entendidos vuelven a imponerse al valor de la raz¨®n.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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