Salvaci¨®n
Existen unos h¨¦roes modernos, agn¨®sticos o creyentes, solo movidos por la solidaridad
He visto de cerca a unos h¨¦roes, los m¨¦dicos sin fronteras, luchar contra el c¨®lera, la malaria y cualquier peste en ?frica con riesgo de la propia vida. He visto a estos h¨¦roes de cerca batirse en el infierno del campamento de refugiados hutus despu¨¦s de la matanza de Ruanda. Los he visto actuar entre los campesinos colombianos desplazados bajo la doble violencia y amenaza de la guerrilla y de los paramilitares. Tambi¨¦n he visto la labor humanitaria de algunos misioneros en la selva. Sin duda es admirable el sacrificio de estos religiosos en favor de los pobres, pero tal vez su principal misi¨®n consiste en convertirlos a nuestra religi¨®n, en salvar su alma sin dejar de atender su cuerpo y esperar de Dios una recompensa en el cielo. Los otros h¨¦roes no esperan nada, salvo la satisfacci¨®n de haber cumplido con un deber de humanidad. Me recuerdo de ni?o con una cabeza de negro, de chino o de piel roja a modo de hucha pidiendo limosnas para las misiones. No ser¨¦ yo quien deje de valorar esta causa. Solo que ahora viendo crecer el imperio chino, el orgullo de la raza negra y la rebeli¨®n de los ind¨ªgenas americanos la imagen de aquellas cabezas de infieles de porcelana en mis manos con una abertura en el cr¨¢neo para las monedas me produce un sentimiento de verg¨¹enza irremediable. Hoy la peste ya no conoce fronteras. Los virus m¨¢s letales pronto tendr¨¢n paso franco por todas las aduanas. Pero existen unos h¨¦roes modernos, agn¨®sticos o creyentes, solo movidos por la solidaridad, dispuestos a desafiar el peligro en medio de cualquier tragedia. He visto de cerca a estos m¨¦dicos sin fronteras, enfermeras y cooperantes arriesgar el pellejo al enfrentarse a la bestia en el coraz¨®n de las tinieblas solo en busca de la dignidad humana sin esperar ninguna salvaci¨®n que no sea aqu¨ª en la tierra.
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