Paseo ¡®clandestino¡¯ con pol¨¦mica
El lunes 6 de octubre, la noticia de que una auxiliar de enfermer¨ªa de Madrid, Teresa Romero, se hab¨ªa contagiado con el virus del ¨¦bola, tuvo repercusi¨®n mundial al ser el primer caso registrado en Europa. La redacci¨®n de este peri¨®dico se moviliz¨® para cubrir exhaustivamente un suceso con implicaciones sanitarias, pol¨ªticas y sociales. Tambi¨¦n period¨ªsticas, a juzgar por las muchas cartas de protesta que he recibido. Los lectores critican que hayamos publicado una foto privada de la auxiliar de enfermer¨ªa, de la que decimos, err¨®neamente, que es enfermera en algunos textos.
La informaci¨®n que m¨¢s protestas ha motivado ha sido, no obstante, la publicada el 10 de octubre en la secci¨®n de Espa?a, bajo el t¨ªtulo, Paseo clandestino por la quinta planta, firmada por Pilar ?lvarez y Elisa Sili¨®. El art¨ªculo ocupaba una p¨¢gina y en ¨¦l se relataba una visita furtiva a la planta del centro donde est¨¢n ingresadas personas que tuvieron contacto con Romero. Lo que ven¨ªa a demostrar que el acceso a esa zona especial carec¨ªa de vigilancia.
Colarse en el Carlos III no es periodismo, se?ala en un mensaje Mercedes Mun¨¢rriz. Es dif¨ªcil relacionar este ¡®art¨ªculo¡¯ con los conceptos ¡®informaci¨®n¡¯ o ¡®investigaci¨®n¡¯. No se han informado de nada. Laura Cruz me escribe: Quiero expresar, como lectora, mi total rechazo a ese art¨ªculo, no s¨®lo falto de ¨¦tica period¨ªstica (yo tambi¨¦n soy periodista y duele leer este tipo de ¡®informaciones¡¯), sino tambi¨¦n irresponsable por parte de quien haya encargado que se hiciese. Quejas parecidas remite Jenaro ?lvarez: No se puede criticar a las autoridades por improvisaci¨®n o falta de celo en la aplicaci¨®n de los protocolos de seguridad y al mismo tiempo violarlos deliberadamente con acciones como esta. Nicol¨¢s Lupo no ve el inter¨¦s de la informaci¨®n, m¨¢s all¨¢ del posible sensacionalismo de entrar en una planta que supuestamente est¨¢ restringida, como si fueran dos ni?os que entran en una casa de campo abandonada.
Otro lector, Paco Rubio, hace su propia reflexi¨®n sobre el art¨ªculo a la vista de la doble firma y del pie de p¨¢gina en el que figuran otros dos nombres m¨¢s: se describe c¨®mo, burlando al vigilante de seguridad, El PA?S, o sea, una o varias personas: ?No se sabe qui¨¦nes son!, merodean irresponsable y temerariamente por un lugar por el que no se puede andar, poniendo en peligro su salud y la de los dem¨¢s.
En realidad s¨®lo una persona, Pilar ?lvarez, entr¨® en la planta quinta del Carlos III. Otra compa?era se qued¨® en la cuarta, y dos redactoras m¨¢s aportaron datos al texto sin moverse de la redacci¨®n. ?lvarez describe as¨ª su visita: El recorrido por la quinta planta se limit¨® al acceso a trav¨¦s del ascensor y a un primer pasillo. Entr¨¦ por mi propio pie, sin llevar ninguna indumentaria que condujera a error, sin que nadie me pidiera identificaci¨®n y sin que nadie me parara en ning¨²n momento.
Jorge A. Rodr¨ªguez, redactor-jefe de Noticias, asume su responsabilidad, ya que fue ¨¦l quien tom¨® la decisi¨®n de entrar en la quinta planta, a sabiendas de que era un lugar seguro, de la imposibilidad de contagio y sin tener contacto con nadie, dice. Si la quinta planta era tan segura y carente de riesgos, ?por qu¨¦ damos por sentado que la situaci¨®n de los pacientes que alberga exige vigilancia especial, inexistente el d¨ªa de la visita?
En cuanto al por qu¨¦ se entr¨® en ese zona del Carlos III, Rodr¨ªguez explica: Entramos en el hospital porque creemos que era nuestra obligaci¨®n como periodistas, del mismo modo que hemos ido a los hospitales de Liberia o Sierra Leona (donde hemos entrevistado a enfermos), hemos entrado en escenarios de atentados, hemos subido a barcos susceptibles de ser secuestrados por piratas o vamos a lugares de riesgo (guerras, etc¨¦tera). Creemos que aportaba informaci¨®n y que era un asunto relevante y noticioso para los lectores. Quer¨ªamos mostrar que no hab¨ªa seguridad suficiente y que cualquier ciudadano pod¨ªa entrar. El resultado es que al d¨ªa siguiente fue reforzada la seguridad.
Los periodistas vamos a las guerras o a los hospitales de Liberia y Sierra Leona para contar lo que ocurre all¨ª. No vamos para decir que hemos ido, como parece ser el caso del Paseo por la quinta planta, una cr¨®nica en la que el objeto informativo es nuestra propia aventura, posible gracias a la falta de vigilancia que denunciamos. Y cuyo `bot¨ªn¡¯ informativo apenas da para unas l¨ªneas en el texto publicado.
Ante una crisis como la del ¨¦bola, que ha provocado gran alarma social y ha desatado una psicosis generalizada, nuestra obligaci¨®n es ofrecer a los lectores una informaci¨®n veraz, completa y de alta calidad.
Existe un subg¨¦nero period¨ªstico que apuesta por violar normas y leyes para conseguir informaci¨®n cuyo conocimiento p¨²blico justifica tal conducta a ojos de quienes lo practican. Algunos lo llaman ¡®periodismo encubierto¡¯ y ha dado grandes periodistas, como el alem¨¢n G¨¹nter Wallraff, que fue su adalid entre 1970 y 1990. Pero el modelo, adem¨¢s de discutible, pierde su raz¨®n de ser cuando todo lo que se persigue es un titular. Creo que entrar en la quinta planta del Carlos III ha sido un error.
Quiero abordar tambi¨¦n otra pol¨¦mica relacionada con el ¨¦bola. La que ha provocado el reportaje Los charlatanes del ¨¦bola, firmado por Javier Salas, que se public¨® en la edici¨®n digital de este diario, el 8 de octubre, en la secci¨®n de Ciencia|Materia. El autor repasa los distintos remedios, en algunos casos da?inos, que se est¨¢n proponiendo para curar el ¨¦bola, entre ellos el que publicita en un v¨ªdeo Josep P¨¤mies, que cuenta con el apoyo de la conocida monja Teresa Forcades, cuya foto, sacada de uno de sus v¨ªdeos, ilustra el texto. Varios lectores me han escrito quej¨¢ndose del reportaje.
Patricia de la Cruz se?ala: La monja Teresa Forcades, que adem¨¢s de monja es licenciada en medicina por la universidad de Nueva York y doctora en salud p¨²blica por la de Barcelona, no ha afirmado en ning¨²n momento que el ¨¦bola se pueda curar ni ha aconsejado el uso del MMS [siglas de ¡®Miracle Mineral Solution¡¯, el di¨®xido de cloro] en relaci¨®n con dicha enfermedad. Para Juan Fernando S¨¢nchez, el texto es insultante desde el t¨ªtulo hasta el final. ?D¨®nde queda el aut¨¦ntico periodismo? Cabe preguntarse si se ha propuesto este peri¨®dico reeditar su estilo de hace cinco a?os, cuando, con ocasi¨®n de la gripe A, llam¨® a Teresa Forcades ¡®la monja bulo¡¯.
Xavier Lalaguna no entiende que el art¨ªculo se ilustre con una foto de Forcades porque, afirma: He visto el v¨ªdeo que aparece en y no dice nada sobre el ¨¦bola. Considero que el periodista no ha hecho bien su trabajo y por ello solicito su intervenci¨®n.
El autor del texto explica por qu¨¦ incluy¨® a Forcades: [ella] es quien est¨¢ consiguiendo llevar el peligroso mensaje de P¨¤mies m¨¢s all¨¢ de los c¨ªrculos de convencidos en los que ¨¦l se mueve: el v¨ªdeo en el que asegura que habr¨ªa que probar si el agua de mar cura el ¨¦bola lleva casi 650.000 reproducciones. Aunque en este caso su papel sea el de difusora de las proclamas de P¨¤mies, es finalmente su imagen la que proyecta la confianza necesaria para que cale este mensaje que pone en riesgo la salud p¨²blica. A¨²n as¨ª, me parece que no est¨¢ justificada la fotograf¨ªa de Forcades junto a un t¨ªtulo tan descalificador (¡®Charlatanes del ¨¦bola¡¯). Su utilizaci¨®n puede suscitar dudas, adem¨¢s, sobre si la raz¨®n ¨²ltima de haber elegido su imagen es la de hacer m¨¢s visible el art¨ªculo.
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