Ba?o de glamour con el maestro Givenchy
El gran dise?ador presenta en el Thyssen la primera, y quiz¨¢ ¨²ltima, gran muestra de su obra en Espa?a
Debi¨® de ser muy dif¨ªcil decidir qu¨¦ ponerse. Si ya es complicado pensar en c¨®mo ir vestido para no desentonar en la fiesta del gimnasio del barrio, el dilema tuvo que ser de ¨®rdago para los cientos de invitadas ¨Cellos son m¨¢s de sota, caballo y corbata- que abarrotaron la inauguraci¨®n de la exposici¨®n del oto?o en el Museo Thyssen. Se trataba de acompa?ar a Hubert de Givenchy, gran maestro de la alta costura del siglo XX, en la primera y quiz¨¢ ¨²ltima gran muestra de su obra en Espa?a. Con el referente de Audrey Hepburn como musa del homenajeado, el list¨®n estaba en las nubes y, quien m¨¢s, qui¨¦n menos, es humano.
Aunque algunas presum¨ªan de tener alguno en el armario ¨CCarmen Franco, madre e hija; Paloma Segrelles, hija y madre; Carmen Lomana, ella se basta y se sobra-, solo la estilizad¨ªsima Sonsoles D¨ªez de Rivera, amiga del modisto, vest¨ªa una obra del genio. Un soberbio traje pantal¨®n con escotazo recamado en azabache a juego con su imponente cardado. ¡°Solo te cabe a ti¡±, dijo la dama que le dijo el caballero al regal¨¢rselo hace un n¨²mero indeterminado de d¨¦cadas. El resto de se?oras apostaron sobre seguro al peque?o vestido negro y quedaron empatadas en aburrimiento. Al final, no obstante, no hubo juicio sumar¨ªsimo de estilo. Givenchy, tan fr¨¢gil como distinguido a sus 87 a?os, se limitaba a sonre¨ªr y aceptar complacido las lisonjas y los selfies del respetable. Y el ¨²nico juez presente en la sala, el magistrado de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, bastante ten¨ªa con intentar pasar desapercibido con su camisa rosa, su corbata roja y su hirsuta barba de hipster de la alta judicatura entre tanto apellido compuesto.
Pedraz, ave rara en este h¨¢bitat, debi¨® de decidir tomarse un respiro entre la insoportable vulgaridad del caso Pujol que instruye estos d¨ªas, y darse un ba?o de belleza y glamour en la feria de vanidades que fue la fiesta en el Thyssen, organizada por la revista Vanity Fair, valga la redundancia. Si eso buscaba, lo encontr¨® a espuertas. Si no entre los invitados, s¨ª en los maravillosos vestidos del modisto, expuestos como esculturas vivientes en las salas del museo. Eso s¨ª que era una fiesta de los maniqu¨ªes y no la del cl¨¢sico de Golpes Bajos. Cien modelazos como cien soles: desde monumentales trajes de noche, a simples que no sencillos abrigos, pasando por un encantador vestidito de organd¨ª regalo del costurero a Carolina de M¨®naco en su ya remoto quinto cumplea?os. El de Carolina, no el del artista.
Por diez habr¨ªa que multiplicar esa tierna cifra para aproximarse a la edad predominante de la concurrencia. Pitita Ridruejo, ochenta a?os largos, no era ni de lejos la m¨¢s veterana. Puede que s¨ª la m¨¢s simp¨¢tica. La princesa Beatriz de Orleans, Cary Lapique, o Nuria Fern¨¢ndez de Tapias, bajaban algo la media. Pero, a cambio, Carolina Herrera madre hecha carne mortal sub¨ªa la de divismo al no querer ofrecer su exquisito perfil al pelot¨®n de fot¨®grafos que acribillaban a flashazos a celebridades con menor pedigr¨ª y menos cosmopolita. Entre los caballeros ¨Ctrajes entallados reglamentarios- dos dandis como Brummel mandaba: Jaime Marichalar y Alfonso D¨ªez, duque consorte de Alba, a quienes se rifaban las se?oras para tomarles del bracete y susurrarles confidencias.
Ahora, si alguien estaba como Thyssen por su casa, esa era Tita. Carmen Cervera Thyssen-Bornemisza, baronesa hom¨®nima, presum¨ªa de hijo y de nuera ante los ¨ªntimos. Para Borja y Blanca ¨C¨¦l con melena y barbas de profeta b¨ªblico, ella con micromini de lycra y bombo de ocho meses- todo era ¡°ideal¡±, ¡°fant¨¢stico¡±, ¡°incre¨ªble¡±. Tita, ella s¨ª, dijo tener varios Givenchy, pero, oh fatalidad, se los robaron. ¡°Fue en un viaje de Nueva York a un pa¨ªs sudamericano, no quiero decir el nombre¡±, relataba, enigm¨¢tica, no fuera a ser que por su indiscreci¨®n el ministro Margallo tuviera que romper relaciones diplom¨¢ticas con alg¨²n pa¨ªs hermano precisamente ahora que Espa?a es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU.
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