Las dos caras del nacionalismo independentista
Catalu?a necesita una respuesta inteligente y constructiva
Catalu?a se debate entre las grandes expectativas sobre la consulta, y la aparente disoluci¨®n del consenso entre los principales partidos pol¨ªticos que lo han alentado. Esta tensi¨®n es, en parte, el reflejo de la ambigua relaci¨®n que existe en Catalu?a entre el nacionalismo y la democracia. El rechazo del di¨¢logo de Oriol Junqueras y la llamada a la proclamaci¨®n unilateral de la independencia expresa la visi¨®n de un numero significativo de catalanes; para ellos, la independencia ya no es una opci¨®n pol¨ªtica m¨¢s, una entre otras opciones razonables (como podr¨ªa ser el federalismo), sino una cuesti¨®n de dignidad fundamental generadora de fuertes emociones y movilizaciones socio-pol¨ªticas. La clave est¨¢ en un tipo de transformaci¨®n ret¨®rica fundamental, Nietzsche la llamaba Umwertung,que permite, a trav¨¦s de una serie de artificios discursivos, convertir la defensa particularista del secesionismo en una misi¨®n universal e hist¨®rica de lucha por la libertad, los derechos fundamentales, y el m¨¢s puro esp¨ªritu c¨ªvico.
Esta transformaci¨®n ret¨®rica ha tenido varias funciones estrat¨¦gicas y efectos contrastados. En primer lugar, ha dotado a los independentistas no solo de un aura de mesianismo democr¨¢tico sino tambi¨¦n de una extraordinaria legitimidad, dif¨ªcil de cuestionar incluso por los adversarios y competidores pol¨ªticos. ?C¨®mo se podr¨ªa estar en contra de la misi¨®n de salvaguardar la dignidad de los catalanes, y de su libertad para meramente expresar su opini¨®n? No es por tanto de extra?ar que pol¨ªticos como Duran i Lleida o Joan Herrera hayan tenido que alinearse al plan inicial de consulta. Asimismo, es comprensible el sentimiento actual de muchos catalanes de haber sido traicionados en sus expectativas por el president erigido en ¡°salvador¡± del pueblo. El acuerdo de ultima hora entre Oriol Junqueras y Joan Herrera para pedir ¡°elecciones inmediatas¡± capta esta frustraci¨®n: las grandes expectativas se est¨¢n volviendo contra uno de sus principales art¨ªfices.
En segundo lugar, dicha transformaci¨®n ret¨®rica pretende disociar la ¡°libre¡±' elecci¨®n de los catalanes de su arraigo contextual, obviando problemas cr¨®nicos y conflictos sociales. ?Deber¨ªa importar que en el coraz¨®n de sectores principales de la sociedad catalana ¡ªpol¨ªtica, deporte, cultura, banca¡ª se hayan destapado graves casos de corrupci¨®n? Pues, no. La lucha por la ¡°libertad del pueblo¡± contra la opresi¨®n borb¨®nica est¨¢ por encima de los ¡°fallos¡± o ¡°errores¡± cometidos por sus representantes: la historia tiene cita con el pueblo, no con sus miembros.
En tercer lugar, la transformaci¨®n ret¨®rica tiende a convertir al oponente en enemigo y a generar emociones negativas. La l¨®gica de la superioridad moral y la l¨®gica de la hostilidad, el idealismo exacerbado y el resentimiento van de la mano: si nosotros somos la encarnaci¨®n de la dignidad y la libertad, es l¨®gico que los otros no pueden sino representar la opresi¨®n y explotaci¨®n. El mal es as¨ª externalizado y objetivado. Este mecanismo confiere inteligibilidad al trauma de la crisis, y una salida: Madrid es el s¨ªmbolo del mal y el chivo expiatorio que tiene que ser sacrificado.
En este proceso, la Generalitat ha sido a la vez juez y parte
Dicho esto, es importante evitar sentencias apresuradas o simplificadoras: el nacionalismo catal¨¢n no es ni autoenga?o ni una ¡°cortina de humo¡± (Javier Mar¨ªas) y tampoco es xen¨®fobo por naturaleza, irracional o retrogrado (Mario Vargas Llosa). Este tipo de interpretaciones no consiguen reflejar la complejidad de la realidad actual catalana, y acaban contribuyendo a lo que precisamente pretenden evitar: una ruptura social. La democracia no es solamente un sistema de procedimientos, sino tambi¨¦n una batalla por la imaginaci¨®n y por el afecto de los ciudadanos, proceso en el cual el nacionalismo ha jugado un papel hist¨®ricamente ambivalente pero fundamental. La emergencia misma de la democracia moderna resulta incomprensible sin la constituci¨®n de las ¡°comunidades imaginarias¡± nacionales (B. Anderson) y de los Estados-naci¨®n. El nacionalismo ha sido a veces sin¨®nimo de hostilidad y exclusi¨®n, ha sido tambi¨¦n el catalizador de movilizaciones progresistas. El nacionalismo secesionista catal¨¢n ha heredado este car¨¢cter complejo y polifac¨¦tico. La reci¨¦n efervescencia nacionalista ha concedido a los catalanes algo inesperado en una situaci¨®n de grave crisis: les ha otorgado confianza en su futuro como comunidad y ha nutrido una creencia real sobre la posibilidad de un futuro mejor. No se trata simplemente de ilusiones manipuladas: el nacionalismo contribuye a una movilizaci¨®n popular generadora de ideas democr¨¢ticas y de reformas sociales plausibles que merecen la consideraci¨®n de los pol¨ªticos interesados por el bien com¨²n.
Espa?a, con sus reflejos centralistas, no est¨¢ preparada para una consulta. Catalu?a, tampoco. La consulta ¡ªincluso en su versi¨®n alternativa de ¨²ltima hora¡ª ser¨ªa democr¨¢ticamente precipitada: la elecci¨®n ¡°libre¡± estar¨ªa condicionada por un claro sesgo pol¨ªtico y medi¨¢tico en tiempos de grave crisis y frustraci¨®n. En este proceso, la Generalitat ha sido a la vez juez y parte: ?en qu¨¦ sentido puede ser libre una consulta (por ahora: social o plebiscitaria) cuando la Generalitat ha usado sistem¨¢ticamente su poder institucional y el dinero p¨²blico para canalizar a los ciudadanos en una ¨²nica direcci¨®n: la secesi¨®n? El Gobierno, el president, y medios de comunicaci¨®n como la televisi¨®n p¨²blica catalana predican la libertad de opini¨®n y decisi¨®n, pero sus acciones no dejan de condicionar constantemente esta libertad.
Aunque es dif¨ªcil predecir el resultado de la batalla pol¨ªtica por el afecto y la raz¨®n p¨²blica, lo que hace falta es un proyecto pol¨ªtico alternativo que capte el deseo de recuperar la ilusi¨®n del progreso social y la dignidad sacudidas por la crisis. El complejo fen¨®meno del nacionalismo (democr¨¢tico) catal¨¢n exige una respuesta inteligente y constructiva.
Camil Ungureanu es profesor de Filosof¨ªa Pol¨ªtica en la Universitat Pompeu Fabra.
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