?Y qu¨¦ dice el otro?
Parece que periodista es aquel que se refiere a la realidad sin preguntar mucho por ella
En el obituario que public¨® EL PA?S sobre Ben Bradlee, ¡°el gigante del periodismo¡± que nos acaba de dejar, Francisco G. Basterra recuerda c¨®mo se construy¨® la informac¨ª¨®n que dio al traste con la presidencia de Nixon, aquel mentiroso. Fue porque unos periodistas ahora tan legendarios como aquel director del Washington Post indagaron hasta la extenuaci¨®n sobre lo que hab¨ªa ocurrido, y al final publicaron datos incontestables sobre lo que en principio parec¨ªa ¡°un robo de cuarta por cacos de segunda divisi¨®n¡±.
Como indica Basterra, ese supuesto profesional que puso en marcha Bradlee, adoctrinando a sus j¨®venes disc¨ªpulos, es tan viejo como el mundo, o al menos tan viejo como el periodismo. Preguntaron a partir de dudas razonables, y preguntaron a unos y a otros, varias veces, sin quedarse con la primera respuesta. Sobre todo preguntaron sin acariciar la respuesta que m¨¢s les gustara, en contra de ese dicho tan habitual en el oficio: no es c¨®modo que la realidad te reviente ¡°un buen titular¡±.
Eso que parece tan viejo como andar, de acuerdo con Basterra, est¨¢ ahora en entredicho o en retirada, pues parece que periodista es aquel que se refiere a la realidad sin preguntar mucho por ella, para fabricarla seg¨²n su imagen predeterminada. Algunos culpan, y quiz¨¢ tienen raz¨®n, a las redes sociales y a su perversa inmediatez de esta situaci¨®n en la que preguntar si algo es cierto o no ya no se estila tanto como quer¨ªan Ben Bradlee y otros ap¨®stoles del periodismo. Pero, como siempre, la culpa no es de los soportes, sino de los periodistas, a los que nos vencen la desidia profesional o la comodidad.
Los periodistas nos hacemos eco de investigaciones, sin preguntarnos si los otros implicados en el resultado de tales indagaciones?han sido consultados
En funci¨®n de esa actitud, que no es ins¨®lita y que se advierte cada d¨ªa, informamos de personas, p¨²blicas o privadas, de instituciones, p¨²blicas o privadas, y, en definitiva, de seres vivos como si se hubieran muerto. Es decir: aunque los tengas a tiro de tel¨¦fono (o a tiro, simplemente), no los llamas para saber si es cierto lo que les vas a atribuir. Como es muy probable que te lo desmientan, si es delicado o va contra ellos, el periodista suele hacer caso omiso de esa segunda o tercera llamada, y ya ni siquiera se atribuye el valor, tan antiguo, repito, como el periodismo, de confirmar un hecho o una palabra. Ocurre tambi¨¦n en las investigaciones, supuestas o reales, que se presentan como el resultado de una indagaci¨®n incontestable. Como es incontestable, y adem¨¢s se presenta as¨ª, los periodistas luego nos hacemos eco, sin preguntarnos si los otros implicados en el resultado de tales indagaciones han sido consultados o no sobre las delicadas (o no) cuestiones que se les atribuyen.
Repito que esta situaci¨®n no es atribuible a la urgencia a la que nos han convocado las redes sociales, sino que proviene de la propia naturaleza humana, que siempre espera (hasta que a uno mismo le toca el infundio) que el descr¨¦dito caiga como el plomo sobre la cabeza del vecino. Digamos que el cotilleo nacional, que ha hecho un ruido enorme desde siempre, a veces con consecuencias nefastas, cuenta con el benepl¨¢cito de los que escribimos en los medios, m¨¢s proclives a dar por buena la sospecha que la razonable comprobaci¨®n de los hechos. ?Para qu¨¦ comprobar si ya nos gusta c¨®mo ha quedado despellejado el sujeto? Pues ya ver¨¢s cuando te toque a ti, t¨ªo.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.