¡°Back in the USSR¡±
Putin va logrando sus objetivos a base de hechos consumados, presiones y miedo
"Back in the USSR!¡± Con el t¨ªtulo de esta canci¨®n de los Beatles salud¨® a los periodistas occidentales recientemente un soldado ruso en Ucrania desde su cami¨®n blindado. Y su saludo ten¨ªa mucho sentido: la Rusia de Putin cada vez se parece m¨¢s a lo que fue la Uni¨®n Sovi¨¦tica, aunque solo sea por el hecho de mantener la mentira omnipresente durante el comunismo. Ahora los soldados rusos visten uniformes sin insignias, conducen tanques sin matr¨ªcula e invaden pa¨ªses soberanos sin que su Gobierno lo reconozca. De hecho, los m¨¦todos de gobernar de Putin siempre se han parecido a los del imperio sovi¨¦tico, pero ni los occidentales quisimos darnos por enterados ni los rusos (incluso intelectuales como Solzhenitsyn) desearon perder la ilusi¨®n de que (?por fin!) viv¨ªan en un pa¨ªs normal.
Putin siempre se ha jactado ante sus bi¨®grafos que, de ni?o, si alguien le miraba mal, se abalanzaba sobre ¨¦l y le pegaba hasta dejarlo medio muerto en el suelo. ?l mismo tambi¨¦n proclama que ya de jovencito ten¨ªa muy claro que quer¨ªa llegar muy lejos y que para eso iba a pertenecer a los servicios secretos, o sea, a la despiadada KGB sovi¨¦tica. A la pregunta de una periodista de la televisi¨®n rusa sobre cu¨¢l era el ideal que de joven sigui¨® como su estrella gu¨ªa, Putin respondi¨® sin vacilar: ¡°Estar en lo m¨¢s alto¡±.
En su biograf¨ªa del presidente ruso, publicada de momento ¨²nicamente en Occidente (su editor ruso en Mosc¨² confes¨® tener miedo a imprimirla), la periodista rusa Masha Gessen, residente en Estados Unidos, dice lo que muchos afirmaban desde hace tiempo, pero carec¨ªan de las pruebas que ha aportado Gessen tras una extensa investigaci¨®n: que Putin, en colaboraci¨®n con los servicios secretos, ser¨ªa responsable de los centenares de muertos de los edificios que explosionaron en Mosc¨² y otras ciudades a finales del siglo XX; de la misteriosa muerte del oligarca en el exilio, Boris Berezovsky, presentada como suicidio; de la muerte de la periodista Anna Politk¨®vskaya, asesinada por unos chechenos supuestamente a las ¨®rdenes del presidente ruso; del envenenamiento de Litvinenko en Londres; de los ni?os muertos en la escuela de Besl¨¢n y de los espectadores en el teatro de Mosc¨² cuando ambos edificios fueron tomados por los terroristas, y un largo, largu¨ªsimo, etc¨¦tera.
La muerte, los muertos; encarcelaciones, amenazas, expropiaciones: as¨ª funciona el pa¨ªs que tiene como modelo la KGB, la polic¨ªa secreta de los tiempos comunistas. Y todo eso mientras Putin se jacta incluso ahora de que sigue siendo el mismo que de ni?o se lanzaba a pegar a sus compa?eros de colegio.
Es muy loable que Occidente se haya puesto de acuerdo en imponer sanciones a Rusia para que las bravuconer¨ªas de su presidente no queden impunes como sucedi¨® tras la anexi¨®n de Crimea. Desgraciadamente, las sanciones a la econom¨ªa rusa no da?ar¨¢n a sus gobernantes. Como siempre, los que sufrir¨¢n ser¨¢n los inocentes: las empresas privadas, muchas de las cuales han empezado a dar se?ales de quiebra. Otras se han visto obligadas a cerrar. Adem¨¢s, Rusia es un Estado corporativo en el que los ejecutivos se apoyan mutuamente, y Putin es uno de esos ejecutivos.
Por otra parte, tras el caso del oligarca Mija¨ªl Jodorkovski, encarcelado durante 10 a?os por su rebeld¨ªa, y despu¨¦s del reciente encarcelamiento de su colega Vlad¨ªmir Yevtushenkov ¡ªde cuya empresa petrolera Sistema se est¨¢ apropiando el Gobierno, tal como a?os antes hizo con Yukos, de Jodorkovski¡ª, los oligarcas, sancionados por Occidente pero aterrados por la amenaza de castigo, no se atrever¨¢n a sugerir al presidente ruso ni el m¨¢s leve cambio de estrategia. Putin puede actuar con total impunidad.
De esta forma, con el apoyo de los servicios secretos y de los oligarcas, obedientes a la fuerza, Putin est¨¢ convirtiendo a Rusia en un basti¨®n hostil contra Occidente. Sin embargo, tambi¨¦n la econom¨ªa occidental queda da?ada por las sanciones, as¨ª que tarde o temprano Occidente se ver¨¢ obligado a buscar el di¨¢logo con Rusia. Y lo que se encontrar¨¢ en ese momento es una fortaleza desde cuyas ventanas le apuntar¨¢n ca?ones que, de hecho, ya han empezado a disparar: hace unos d¨ªas, un grupo de hackers atac¨® al mayor banco estadounidense, JPMorgan Chase, y a una decena de otras instituciones financieras americanas, afectando a 83 millones de empresas, familias y econom¨ªas privadas en general; seg¨²n fuentes de The New York Times, los servicios secretos norteamericanos descubrieron que esos ataques provinieron de c¨ªrculos pr¨®ximos al Gobierno ruso.
A Putin poco le importan las sanciones econ¨®micas occidentales. La econom¨ªa es algo que le interesa relativamente, y ve el crecimiento de su pa¨ªs como un lujo innecesario. Y es que, si le hace falta dinero, expropia bajo cualquier pretexto una empresa multimillonaria, como lo est¨¢ haciendo ahora con la mencionada Sistema. No le interesa el bienestar de los contribuyentes sino el poder; el suyo propio lo ha consolidado a base del miedo (hace poco, el exsecretario de Defensa de Reino Unido, Bob Ainsworth, dijo que Putin podr¨ªa llegar a ser tan malvado como Stalin). A¨²n le falta el tan anhelado imperio. Putin va logrando los fines que se ha propuesto a base de invasiones no declaradas (Crimea), guerras sucias (Ucrania) y mentiras, tergiversaciones y la inseminaci¨®n del miedo. Back in the USSR.
Monika Zgustova es escritora.
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