La fuerza de negociar
Rajoy debe tomar la iniciativa, llamar a Mas, deso¨ªr a los radicales y dar salidas sin admitir ultim¨¢tums
La pol¨¦mica jornada del 9-N en Catalu?a est¨¢ siendo de digesti¨®n m¨¢s pesada de lo conveniente. Algunos de los que se reclaman como los m¨¢s acendrados defensores de la Constituci¨®n y la legalidad caen en una posici¨®n utilitarista. Tanto ellos como los que han desbordado las resoluciones del Tribunal Constitucional quieren retorcer la ley en favor de sus propias posiciones. La moda de ¨²ltimo minuto es reclamar mano dura y vituperar al Gobierno por la presunta dejaci¨®n de sus quehaceres, que habr¨ªa abocado a Catalu?a al equivalente de un territorio sin ley.
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Olvida esta gente que la defensa de la legalidad debe hacerse sin forzarla a conveniencia; que los tribunales no deben obedecer ¨®rdenes de los pol¨ªticos; y que los jueces ante los que algunos presentaron sus denuncias con la pretensi¨®n de que la fuerza p¨²blica interrumpiese el festival soberanista adujeron buenas razones derivadas del principio de proporcionalidad para desecharla.
Aunque vaya a contracorriente, hay que subrayar bien alto que la ¡ªen este caso bienvenida¡ª cautela de Mariano Rajoy no constituy¨® para nada un exceso de prudencia. ?O acaso lamentan que no haya habido im¨¢genes de polic¨ªas sellando urnas o la de Artur Mas esposado? Eso habr¨ªa creado a¨²n m¨¢s perjuicio del que se pretendi¨® evitar; y no hubo al cabo nada irreversible, esto es, nada sobre lo que la justicia no pueda y en su caso deba ahora escudri?ar.
La equivocaci¨®n del Gobierno, como no dejaremos de reiterar, reside en su d¨¦ficit de acci¨®n pol¨ªtica positiva. Rajoy tiene que tomar la iniciativa ya, no por sus propios intereses, sino porque es el presidente del Gobierno de Espa?a; y esto no es un problema suyo, sino una grave amenaza a los intereses de los espa?oles. Lo mismo cabr¨ªa decirle a Mas, pero es de temer que ha pasado el tiempo en que Mas es capaz de escuchar (y quiz¨¢ de explicarse, como ayer demostr¨® la elaboraci¨®n por parte de CiU del concepto de ultim¨¢tum flexible).
La cuesti¨®n catalana ha superado ya el marco estrecho de un conflicto entre dos Gobiernos para convertirse en un problema de los espa?oles. Por eso le pedimos a Rajoy que salga de su esquina para aplicar, frente a un problema, las medidas y estrategias proactivas convenientes, sin limitarse a la defensa del ordenamiento ni a recibir y gestionar las iniciativas que llegan de Barcelona.
El desprestigio y ahuecamiento del Estado provienen ahora mismo de la corrupci¨®n y la pasividad, no del uso ponderado de las propias competencias. Sobre todo cuando, por m¨¢s que pueda molestar, muchos ciudadanos catalanes est¨¢n expresando tranquilamente su divergencia radical o su malestar. Habr¨¢ que tenerlos en cuenta, sobre todo porque confirman una secuencia frecuente, cronificada, que va agotando las v¨ªas de enderezamiento.
Esta es sin duda la hora de la pol¨ªtica. La pol¨ªtica democr¨¢tica empieza en el di¨¢logo, que debe convocar el poder con mayores competencias: en este caso el Gobierno. El di¨¢logo debe desembocar en negociaci¨®n para acordar las soluciones con el mayor consenso posible. Y los acuerdos implican siempre alg¨²n grado de cesi¨®n mutua.
Los socialistas marcaron ya una referencia, al plantear formalmente la reforma constitucional federal que deber¨ªa constituir un punto de convergencia en esta crisis. Det¨¢llenla m¨¢s, si es necesario, a quienes a¨²n la sortean como presuntamente inconcreta. Y a?adan entre todos ¡ªlos Ejecutivos, los principales partidos¡ª una hoja de ruta sobre los pasos intermedios para llegar a ella, o los elementos que consideren imprescindibles para modificarla o complementarla. Pero no hay otra salida que la inauguraci¨®n de un nuevo tiempo pol¨ªtico mediante la reforma de la Constituci¨®n.
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