Washington se lava las manos
Tercera entrega del diario de viaje del periodista de la ONG, desplazado en el hospital Elwa3, donde se trata a enfermos de ¨¦bola en Monrovia, Liberia
¡°Casi todos mis amigos pensaban que se trataba de una invenci¨®n, pero yo lo tuve claro desde el principio; siempre supe que era real. Les dec¨ªa que se metieran en Internet, que buscaran informaci¨®n. Y al igual que tantos otros, se negaban a creerlo¡±, recuerda Washington, conductor de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF).
¡°En el fondo puedo entenderlo¡±, le respondo y me digo a m¨ª mismo. De repente llega a tu pa¨ªs una enfermedad que hasta entonces nadie conoc¨ªa, rodeada de tanto misterio y toda esa rumorolog¨ªa, y te dicen que tienes que creerlo, que de repente todo el mundo est¨¢ en peligro. Supongo que algo as¨ª no tiene que ser muy f¨¢cil de asumir.
¡°La verdad es que es muy raro todo, muy pero que muy raro", asegura. "Unos dicen que fue un murci¨¦lago, otros te cuentan que fue un mono, pero al final lo ¨²nico que importa es que la gente se muere. Habr¨¢s o¨ªdo mil veces lo del enemigo invisible, ?no? Pues es que es as¨ª, con el ¨¦bola no hay lugar donde esconderse¡±.
¡°?Sabes de d¨®nde lleg¨®?¡±, le pregunto. ¡°S¨ª, claro que lo s¨¦: de Guinea. Bueno, o por lo menos eso es lo que todo el mundo piensa¡±. ¡°Pero, ?y c¨®mo lleg¨® aqu¨ª?¡±, insisto bajando la voz y bastante avergonzado. En el fondo, s¨¦ bien que ninguno de los dos tenemos la respuesta. De repente me asalta la idea de que, probablemente, no est¨¦ bien hacer este tipo de preguntas que lo que buscan son afirmaciones forzadas. Y, sin embargo, tengo que reconocer que siento mucha curiosidad por escuchar su respuesta. Tras unos segundos en los que reflexiona llega la decepci¨®n. Para todos los que, como yo, esperarais una explicaci¨®n ligada a la brujer¨ªa o a los norteamericanos ya os adelanto que os vais a quedar con las ganas: ¡°Eso ya s¨ª que no lo s¨¦. Nadie lo sabe¡±, me aclara con un gesto serio. ¡°?O acaso lo sabes t¨²?¡±
¡°?Y en tu casa?¡±, le pregunto poco convencido tratando de alargar la conversaci¨®n despu¨¦s del fiasco anterior aunque sin saber muy bien hacia d¨®nde llevarla. Me doy cuenta de que me estoy metiendo de nuevo en el pozo, de que estoy a punto de caer en el error de hacerle esa pregunta horrible e irrespetuosa que tantas veces he escuchado y he hecho: ¡®?Has perdido alg¨²n familiar?¡¯. Lo solemos preguntar los periodistas occidentales a cualquiera que se nos cruza en el camino; y lo hacemos como quien pregunta si alguna vez has perdido las llaves y c¨®mo hiciste para entrar en casa. ¡°No te entiendo. ?A qu¨¦ te refieres con lo de en mi casa?¡±, me pregunta Washington sac¨¢ndome de golpe de mi reflexi¨®n. ¡°?Pues que c¨®mo hac¨¦is?¡±, le digo. ¡°?Tom¨¢is medidas de precauci¨®n para que no os pase nada?¡±. Otra pregunta clich¨¦, pero por lo menos he salido del paso y no he hecho la que no deb¨ªa hacer.
¡°En casa tenemos agua clorada y nos lavamos las manos siempre. Cuando se acaba, vamos a la tienda y compramos m¨¢s cloro. Los precios han subido y el cloro no es una excepci¨®n, pero lo importante es que las manos tienen que estar siempre limpias¡±. ¡°?Y con tu familia, evit¨¢is el contacto f¨ªsico?¡±, le pregunto volviendo a mi vieja obsesi¨®n, a esa que me ten¨ªa tan preocupado antes de venir y que me sigue provocando desvelos una vez en Monrovia. Y no es por miedo, sino todo lo contrario; es por la falta de contacto. El hecho de que aqu¨ª tengamos que mantener las distancias con todo el mundo, me sirve para constatar, una vez m¨¢s, lo importante que es poder sentirse cerca, tambi¨¦n f¨ªsicamente, de la gente a la que quieres.
Tengo miedo de que cuando MSF se vaya, nos volvamos a quedar solos
- No, no. En Liberia ahora hacemos todo lo posible para no tener contacto f¨ªsico con los dem¨¢s, asegura Washington.
- Pero hombre, en casa ser¨¢ distinto. ?Cu¨¢ntos sois en tu familia?, le digo.
- Cuatro: mis dos hijos, mi mujer y yo. Y tambi¨¦n evitamos el contacto f¨ªsico.
- Y entonces, ?qu¨¦ le dices a tu mujer? ?qu¨¦ duerma en otro cuarto?
- ?Pero c¨®mo voy a decirle eso! ?Pues claro que no: siempre dormimos juntos!
- Ahh¡. ?lo sab¨ªa!, afirmo con tono triunfalista.
- Vale, te doy la raz¨®n si quieres. Pero te aseguro que siempre nos lavamos las manos. Sin excepci¨®n. Y a los ni?os, cuando vienen a despertarme por las ma?anas, les digo: ¡¯?os hab¨¦is lavado las manos?, porque si no lo hab¨¦is hecho ya sab¨¦is que no hay abrazo¡¯. En Liberia todos hemos aprendido. Ahora tambi¨¦n desinfectamos las casas y siempre nos lavamos las manos. Por eso cada vez se infectan menos personas. Cada vez que veo a mis amigos, me quedo con las ganas de darles un apret¨®n de manos, pero esto es lo que hay ahora. Mientras no se acabe, seguiremos comport¨¢ndonos con el mismo cuidado y respeto.
Y es cierto, una parte muy grande del m¨¦rito de que se est¨¦ produciendo este cambio de tendencia lo tiene la poblaci¨®n liberiana. Por un lado, las pol¨ªticas de sensibilizaci¨®n y de promoci¨®n de la salud han empezado a dar sus frutos (radios, peri¨®dicos, Internet y televisiones de todo el pa¨ªs se han volcado en pasar el mensaje de manera adecuada), y por otro, todo el mundo se ha concienciado de la gravedad del asunto y por fin ha empezado a tomar medidas de precauci¨®n. Los pacientes llegan antes porque ya no se esconden en sus casas, y la gente se ha acostumbrado a acudir a los centros de tratamiento de ¨¦bola de MSF en cuanto aparecen los primeros s¨ªntomas. Eso aumenta exponencialmente sus probabilidades de vivir y tambi¨¦n evita que puedan seguir contagiando a otros.
- ?Y t¨² me puedes decir hasta cu¨¢ndo se queda MSF en Liberia?, me comenta con aire preocupado.
- Lo dices por el ¨¦bola o por el trabajo?, le respondo.
- Por las dos cosas: obviamente por mi trabajo, porque aqu¨ª con vosotros me siento seguro, y s¨¦ que conduciendo un taxi no lo estoy. Pero tambi¨¦n porque tengo miedo de que cuando MSF se vaya, nos volvamos a quedar solos. Y que entonces el ¨¦bola vuelva a aparecer.
Lamentablemente yo no puedo responderle a esa pregunta, pero lo que s¨ª le puedo decir es que MSF no va a bajar la guardia. Somos conscientes de que la epidemia a¨²n est¨¢ muy lejos de haber terminado y sabemos que pueden aparecer nuevos casos en cualquier momento. Tambi¨¦n le puedo asegurar que vamos a seguir manteniendo nuestros equipos mientras haya un solo caso confirmado y que ya estamos poniendo en marcha algunas medidas como la distribuci¨®n de profilaxis para la malaria y de paquetes b¨¢sicos para la protecci¨®n personal de las familias.
Por otro lado, estamos trabajando en el establecimiento de zonas de triage (recepci¨®n y clasificaci¨®n) de pacientes sospechosos de padecer ¨¦bola, un proyecto que se pondr¨¢ en marcha en los pr¨®ximos d¨ªas junto al hospital Redemption, y que permitir¨¢ a este centro p¨²blico reabrir paulatinamente sus puertas. Tambi¨¦n estamos estudiando la posibilidad de establecer un sistema propio de ambulancias ya que hay muy pocas operativas. As¨ª que, para tratar de animarle, le explico todo esto.
"Ya hemos llegado Fernando Torres", me dice Washington (aqu¨ª soy Fernando Torres, nada de Fernando G. Calero). "No olvides lavarte las manos antes de irte a dormir".
Fernando G. Calero es periodista y trabaja en M¨¦dicos sin Fronteras. Escribe desde el Elwa 3, el centro para pacientes de ¨¦bola de MSF en Monrovia, Liberia.
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