El conocimiento al servicio de la pol¨ªtica (y la pol¨ªtica de la gente)
La nueva agenda internacional no tiene en cuenta buena parte del conocimiento acumulado en torno a los problemas del desarrollo
Son tiempos de cambios para la comunidad y la sociedad internacional. El plazo establecido para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se agota sin que exista un consenso claro a la hora de valorar su resultado. Las diferentes lecturas se explican, m¨¢s que por la ambivalencia de los resultados, por las distintas expectativas respecto a la superaci¨®n de los problemas del desarrollo de quien los mira. En cualquier caso, con la perspectiva que ofrecen los tres lustros de vigencia de esta agenda, es evidente que las limitaciones en su dise?o estuvieron en la base de ¡°los pobres resultados¡± alcanzados.
Toca ahora definir la nueva agenda que d¨¦ continuidad a de los ODM. ?Cometer¨¢n la comunidad y la sociedad internacional los mismos errores que cometi¨® la ¡°¨¦lite internacional¡± que dise?¨® la agenda hace 15 a?os? Es muy probable, el punto de partida no es tan distinto hoy al de entonces. Es cierto que el mundo ha cambiado profundamente, algunos problemas del desarrollo se han transformado, otros se han agravado, algunos simplemente persisten y quiz¨¢ algunos, los menos, se han atenuado. Los problemas del desarrollo han cambiado porque lo que se ha visto modificada es su propia naturaleza, han cambiado las l¨®gicas de reparto de poder en el sistema internacional, profundiz¨¢ndose las asimetr¨ªas y acentu¨¢ndose las interdependencias. Los problemas del desarrollo se han hecho, en definitiva, m¨¢s complejos.
Una agenda impermeable al conocimiento sobre el desarrollo
Pero, si el mundo ha cambiado profundamente, a qu¨¦ nos referimos con que el punto de partida en la definici¨®n de la agenda no es tan distinto hoy al de hace 15 a?os cuando se definieron los ODM. Como sucedi¨® entonces, sigue existiendo una enorme impermeabilidad de los procesos de toma de decisiones (en la definici¨®n de la agenda y el dise?o de pol¨ªticas) al conocimiento cient¨ªfico acumulado en torno a los problemas del desarrollo.
El dise?o de la agenda post-2015, como sucedi¨® en el a?o 2000 con la Agenda del Milenio, lejos de constituirse a partir de las decisiones que dicho conocimiento aconsejar¨ªa, son el resultado de l¨®gicas bien distintas: i) del predominio de una mirada construida desde el nacionalismo metodol¨®gico, basado en el inter¨¦s nacional (que, parad¨®jicamente, suele representar de manera prioritaria a los intereses de determinadas ¨¦lites nacionales y cada vez m¨¢s transnacionales), frente a una mirada cosmopolita que asume la idea del inter¨¦s general construido desde una perspectiva global; ii) de la visi¨®n de desarrollo que incorporen los pa¨ªses con mayor capacidad negociadora; iii) del contexto actual de crisis global en el que intereses de corto plazo vinculados a la recuperaci¨®n econ¨®mica anteponen la l¨®gica reformista a problemas que demandan transformaciones estructurales; iv) de la capacidad de influencia fruto de la participaci¨®n de actores que incorporan diferentes visiones del desarrollo (gobiernos, empresas transnacionales, organizaciones de la sociedad civil¡). Esta capacidad de influencia no es el resultado de una equilibrada relaci¨®n entre responsabilidad en la generaci¨®n de los problemas del desarrollo y su soluci¨®n, y la capacidad de influir en la agenda.
As¨ª pues, la construcci¨®n de la agenda de desarrollo post-2015, lejos de ser un di¨¢logo entre iguales informados por el conocimiento acumulado en torno a los problemas del desarrollo, es el resultado de una negociaci¨®n entre actores con diferentes capacidades, visiones e intereses que apenas ofrece peque?os resquicios a trav¨¦s de los que filtrar ¡°las recomendaciones¡± que emanan de dicho conocimiento, construido desde el di¨¢logo entre diferentes paradigmas sobre el desarrollo.
Desencuentros entre pol¨ªtica y conocimiento
Todo ello explica, en buena medida, el poco peso que tienen en la agenda aspectos como los derechos humanos, la igualdad de g¨¦nero o la necesidad de transformar en profundidad nuestro modelo de producci¨®n y consumo para hacerlo conciliable con los l¨ªmites ambientales del planeta, y sin que sea generador de desigualdades (sin negar que el hecho de que esto sea objeto de discusi¨®n, ya es un avance respecto a la agenda anterior). Estas ausencias nucleares para el impulso de genuinos procesos de desarrollo evidencian, a apenas un a?o vista de la definici¨®n definitiva de la agenda, el desplazamiento del conocimiento aportado por los estudios sobre desarrollo en la toma de decisiones pol¨ªticas.
?A qu¨¦ problema nos enfrentamos entonces: a uno de naturaleza acad¨¦mica relacionado con la capacidad de generar conocimiento cient¨ªfico suficiente o pol¨ªtico, relacionado con la incapacidad de incorporar el conocimiento a la agenda? Seguramente a ambos, aunque cabr¨ªa pensar que el segundo es m¨¢s cr¨ªtico. No cabe duda de que el conocimiento cient¨ªfico es mejorable, pero hay suficientes evidencias, alcanzadas desde diferentes perspectivas y paradigmas de conocimiento: como el profundo error que supone identificar el bienestar humano con la capacidad de crecimiento de las econom¨ªas, por mencionar quiz¨¢ la que representa el m¨¢s c¨¦lebre desencuentro entre conocimiento y pol¨ªtica. Pareciera, por lo tanto, que las comunidades cient¨ªficas o las comunidades de saberes encuentran enormes dificultades para actuar como contrapeso al conjunto de intereses que en ¨²ltimo t¨¦rmino acaban configurando la agenda y las pol¨ªticas. Parece, pues, que existe un claro d¨¦ficit en la articulaci¨®n de una voz legitimada construida a partir del di¨¢logo de conocimientos y saberes que predomine sobre aquella construida a partir del di¨¢logo y la negociaci¨®n de intereses.
La incorporaci¨®n del conocimiento acumulado sobre desarrollo en los procesos de toma de decisi¨®n en el marco de la agenda internacional y las pol¨ªticas nacionales sobre desarrollo se convierte as¨ª con claridad en un desaf¨ªo fundamental para la sociedad internacional. Las comunidades cient¨ªficas, las organizaciones sociales y las instituciones (internacionales, estatales y subnacionales) comprometidas con la construcci¨®n de una agenda de desarrollo basada en el inter¨¦s colectivo, en la superaci¨®n de las desigualdades, el respeto a los derechos humanos y a los l¨ªmites ambientales del planeta, deben ponerse con urgencia a la tarea. De ello depende que dentro de tres lustros no se siga hablando, eufem¨ªsticamente, de pobres resultados.
Ignacio Mart¨ªnez es coordinador del ¨¢rea de estudios de la Plataforma 2015 y m¨¢s.
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