Los elfos de carne y hueso de la Navidad espa?ola
Montan juguetes y luces. Cantan el gordo. Estas son las caras (humanas) que hacen posible que las fiestas sigan siendo m¨¢gicas
Hace tiempo que los elfos colgaron las calzas a rayas rojas y el uniforme verde para camuflarse entre el com¨²n de los mortales y as¨ª fabricar la Navidad sin llamar la atenci¨®n. Si odias el periodo que comienza en torno al 22 de diciembre (el 22 de noviembre para la maquinaria publicitaria) y acaba en la ma?ana de Reyes, seguramente evites a estos seres que endulzan, iluminan y ponen audio a estas fechas navide?as. Si eres del grupo que las vive como un ni?o, te cruzar¨¢s varias veces con ellos. Son los elfos de carne y hueso que nos meten la Navidad por los cinco sentidos.
Los ni?os de San Ildefonso: ¡°La gente se pone muy feliz porque les ha tocado un premio¡o algo as¨ª¡±
Una decena de diablillos calzados con pantuflas y vestidos con ch¨¢ndal ensaya en un peque?o escenario. Yaneiri, Mari Leisy y Zaira son las m¨¢s dicharacheras en este joven grupo que el d¨ªa 22 har¨¢ muy feliz a alguien. Son los ni?os de San Ildefonso que afinan su voz en el sal¨®n de actos vac¨ªo de su internado, en un rinc¨®n de La Latina, un decorado muy diferente al que se enfrentar¨¢n en unos d¨ªas en el Teatro Real. El sonido de su voz aguda y cantarina repicar¨¢ en los o¨ªdos del agraciado como la mejor sinfon¨ªa cuando la combinaci¨®n que entonen coincida con el billete que tiene en su mano. Todos ellos anhelan cantar el Gordo. ¡°Bah, no nos da mucho miedo¡±, asegura Yaneiri. ¡°Ya, eso dec¨ªs ahora, espera a que se acerque el d¨ªa¡±, le advierte el educador del centro Vicente Ramos. Son peque?os, pero entienden la importancia de su trabajo ese d¨ªa, m¨¢s o menos: ¡°La gente se pone muy feliz porque les ha tocado un premio¡o algo as¨ª¡±, apunta Zaira. Mari Leisy vive una dicotom¨ªa con respecto a ese d¨ªa: ¡°?No estoy nerviosa pero a la vez s¨ª!¡±. A mediados de octubre comienzan a ensayar tres d¨ªas a la semana en torno a un cuarto de hora y cuando se va acercando la fecha, las sesiones se reducen a dos aunque se alargan hasta la media hora ¡°para endurecer el m¨²sculo¡±, se?ala Ramos apuntando a su cuello. Los peque?os de este internado llevan desde 1771 poniendo sonido a la Navidad.
El veterano juguetero: "La imaginaci¨®n de un ni?o es incontrolable"
Los juguetes nuevos desprenden un olor especial. Tal vez con los a?os se pierda el don para detectar este aroma, pero sus verdaderos usuarios, lo notan con claridad. Por eso se agitan en sus camas cuando sienten que los Reyes ya han depositado los paquetes bajo el ¨¢rbol. Si hay una localidad espa?ola que huele a juguete para estrenar es Ibi (Alicante). Con algo m¨¢s de 23.000 habitantes cuenta con una veintena de empresas dedicadas a este sector. ¡°Lleg¨® a haber m¨¢s de 200, creo yo¡±. El que habla es Jos¨¦ Vicente Juan, segunda generaci¨®n de jugueteros de su familia, al frente junto con su hermano de Game Movil, fundada en 1978. Su sede se ubica en la calle Juguete. ¡°La imaginaci¨®n de un ni?o es incontrolable. T¨² puedes darle una idea de c¨®mo habr¨ªa que utilizar un mu?eco, pero al final, ¨¦l har¨¢ lo que quiera seg¨²n la historia que se cree en su cabeza¡±. Durante las fechas navide?as, el sector juguetero espa?ol concentra el 42% de las ventas de todo el a?o, seg¨²n el informe de 2013 de la asociaci¨®n profesional del sector. Ibi compone junto a Castalla, Onil, Tibi y Biar el conocido Valle del Juguete. All¨ª naci¨® Famosa (las mu?ecas que se dirigen al portal) y Pay¨¢ (los de los trenes de hojalata). ¡°Como dice mi padre, moriremos jugando¡±, asevera el juguetero.
El instalador de la luces: ¡°La escarcha que a las ocho de la ma?ana, no te la quiero ni contar¡±
Vestir una ciudad de Navidad era en la d¨¦cada de los 80 una profesi¨®n de riesgo. Jos¨¦ Luis L¨¢zaro lleva 30 a?os colocando al alumbrado navide?o en Zaragoza, una de las pocas ciudades que ilumina hasta los cipreses del cementerio. Eso s¨ª, con unas cifras contenidas. Este a?o su Ayuntamiento desembolsar¨¢ 60.000 euros, nada comparable a los 450.000 euros de Barcelona y mucho menos al 1.715.000 euros de Madrid (7% m¨¢s que en 2013). Decimos que era arriesgado porque ¨¦l vivi¨® la ¨¦poca en la que se amarraban las escaleras a las furgonetas para colocar las bombillas (¡°?el mismo viento nos tiraba!¡±) y en la que echaban maderos a una lata para hacer fuego con el que calentarse las manos: ¡°La escarcha que hay en Zaragoza a las ocho de la ma?ana, no te la quiero ni contar¡±, explica el t¨¦cnico. Pero aun as¨ª nada puede frenar el empe?o por iluminar la Navidad: ¡°Es un trabajo que me encanta¡±. Los elfos tambi¨¦n guardan sus secretillos. ?Saben ese bot¨®n m¨¢gico que pulsa un alcalde para encender todas las bombillas a la vez? En esos inicios tambi¨¦n ten¨ªa truco. Cada grupo de ¨¢rboles ten¨ªa a un trabajador oculto entre sus ramas que le daban a otro interruptor simult¨¢neamente.
La legendaria vendedora de d¨¦cimos de loter¨ªa: "Cuando has dado t¨² el premio, lo sientes como si te hubiera tocado a ti misma"
El traj¨ªn de las fechas navide?as y el fr¨ªo propio de estas fechas hacen que hasta los mejores elfos enfermen de vez en cuando. Es lo que le pas¨® a Puri, que lleva 28 a?os vendiendo d¨¦cimos en una de las administraciones de loter¨ªa m¨¢s antiguas de Madrid, La Pajarita. La fecha se?alada que espera todo lotero, el d¨ªa en el que da el Gordo, ella se encontraba con un gripazo en la cama. Fue en el a?o 1991. Pero se alegr¨® igual por haber repartido la suerte. El establecimiento toma su nombre de Caramelos La Pajarita, la tienda vecina cuando se encontraba en Sol. Ahora se les puede encontrar en la calle Alcal¨¢, 11, all¨ª donde vean que se forma una cola en busca de suerte. Marina es aprendiz en el menester de contribuir a crear la Navidad, lleva 6 meses en la administraci¨®n, pero ya tiene el esp¨ªritu: ¡°Cuando has dado t¨² el premio, lo sientes como si te hubiera tocado a ti misma".
El repostero de referencia: "En Navidad, no tengo vida ni familia, pero es que el dulce siempre tiene que estar ah¨ª, no puede faltar"
La tercera generaci¨®n de la familia Leal dirige la pasteler¨ªa en la que se endulzaban Jacinto Benavente y P¨ªo Baroja. De hecho, Juli¨¢n hijo (padre del actual propietario) recib¨ªa m¨¢s de una bronca por parte de su madre por jugar con la barba del primero. Antonio es el encargado del negocio y ha escuchado estas an¨¦cdotas de boca de los miembros de la familia en los m¨¢s de 35 a?os que lleva tras el mostrador. La Antigua Pasteler¨ªa El Pozo, negocio centenario de Madrid ubicado en la calle de mismo nombre, mantiene exactamente el mismo gusto y las mismas recetas de principios del siglo pasado. Gregorio Mara?¨®n y Jim¨¦nez D¨ªaz tambi¨¦n se enzarzaban en tertulias en un rinconcito del establecimiento mientras degustaban probablemente un mazap¨¢n, guirlache o la sopa de almendras que se puede seguir comprando hoy en d¨ªa. Le cobrar¨¢n en la caja registradora de 1834 y pesar¨¢n sus adquisiciones en la balanza de la misma ¨¦poca, que reinan imponentes en la entrada de la tienda. ¡°En Navidad, no tengo vida ni familia, pero es que el dulce siempre tiene que estar ah¨ª, no puede faltar¡±, defiende Antonio. En ¨¦pocas menos felices, en la Guerra Civil, todos los ni?os del ¨¢rea se refugiaban en su s¨®tano para protegerse de las bombas. El propietario Juli¨¢n Leal se quedaba en la parte de la pared entre el escaparate y la puerta. ¡°Justo ah¨ª¡±, se?ala Antonio, ¡°y desde esa posici¨®n vio un ob¨²s caer justo en frente, menos mal que el muro es tan ancho¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.