Salir de las sombras
Obama se enfrenta al Congreso y regulariza por decreto a cinco millones de inmigrantes
Con una orden ejecutiva, Barack Obama ha puesto fin a la angustia de cinco millones de personas que, por su condici¨®n de inmigrantes sin papeles, han vivido durante a?os en el riesgo de ser deportadas a sus pa¨ªses de origen al encontrarse ante cualquier circunstancia cotidiana en la que una autoridad les solicitara su documentaci¨®n. Una zozobra cuyo final reclamaban millones de personas desde hace a?os y que el presidente de EE?UU ha resuelto mediante una medida excepcional que consagra la mayor regularizaci¨®n de inmigrantes en los ¨²ltimos 30 a?os.
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Si existe un pa¨ªs en el que es evidente que la inmigraci¨®n supone una contribuci¨®n fundamental para el progreso y el bienestar, ¨¦se es precisamente Estados Unidos. Y as¨ª lo subray¨® el propio Obama en una aparici¨®n en directo y horario de m¨¢xima audiencia para explicar la trascendente decisi¨®n. Una medida que sigue la estela ¡ªaunque con diferencias legales significativas¡ª de otras grandes regularizaciones efectuadas por sus predecesores de todo signo pol¨ªtico en la Casa Blanca, entre las que destaca la efectuada por el republicano Ronald Reagan en 1986.
Ha sido precisamente la intransigente oposici¨®n de Partido Republicano, que tras las elecciones de comienzos de este mes controla ambas c¨¢maras del Congreso, la que ha llevado al presidente a adoptar una orden ejecutiva, es decir, un decreto presidencial para el que no se necesita la aprobaci¨®n del Congreso. Es una herramienta a la que han recurrido casi todos los presidentes de EE?UU y de la que Obama no ha abusado, hasta ahora, en ninguno de sus dos mandatos. Se trata de un gesto de autoridad, de un golpe encima de la mesa tras meses de resistencia y bloqueo por parte de los republicanos. Pero el hecho que el objetivo del decreto presidencial sea acertado y justo no impide considerarlo tambi¨¦n como un arma de doble filo.
La orden expone sin lugar a dudas la voluntad de Obama de cumplir una de sus principales promesas para resolver un problema grave heredado de anteriores gobiernos; pero la decisi¨®n agudiza significativamente su enfrentamiento con el poder legislativo, adem¨¢s de dejar en evidencia la incapacidad de trabajar con el Congreso. Por no mencionar que un futuro presidente puede revocar, sin necesidad de dar explicaciones, el decreto de Obama.
Lo importante es que esta resoluci¨®n pone fin a situaciones injustas y, en numerosas ocasiones, rayanas en el surrealismo burocr¨¢tico; no cabe sino felicitarse por ello. Cuatro de los cinco millones de beneficiados por la medida son padres de ni?os nacidos en el pa¨ªs, y por lo tanto ciudadanos estadounidenses de pleno derecho; una ni?ez muchas veces marcada por el temor a la deportaci¨®n paterna. Las palabras que les dirigi¨® Obama ¡ª¡°ya pueden salir de las sombras¡±¡ª tienen un significado literal en miles de casos. Queda ahora por ver qu¨¦ suceder¨¢ con los seis millones de inmigrantes sin papeles que siguen en EE?UU. Un problema que heredar¨¢ ya la pr¨®xima Casa Blanca.
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