Espacios Culturales en Santa Fe, Argentina
Cuando uno visita Santa Fe se hace una idea de en qu¨¦ forma las administraciones municipales han de hacer frente a retos contradictorios e intentan resolverlos de manera no menos parad¨®jica. En el caso de esta ciudad argentina, uno se encuentra lo que es sin duda la validez de algunos de los trabajos impulsados por la municipalidad en barrios de la ciudad. Pienso en los centros sanitarios, los jardines de infancia o los colegios p¨²blicos en Acer¨ªas, Esmeralda, Pompeya y otros barrios del norte, iniciativas fundamentales, por mucho que siempre se antojen insuficientes si se contrasta con el volumen de la labor que queda por hacer, que es infinita e inalcanzable, puesto que su objetivo es anular los efectos de un sistema econ¨®mico y social intr¨ªnsecamente perverso, que genera miseria, porque vive de ella.
La contribuci¨®n de la buena arquitectura a esa lucha por mejorar las condiciones de vida de barrios populares en destacable en Santa Fe. Ah¨ª est¨¢n los centros escolares dise?ados por Mario Corea, de los que conmueve esa aparente frialdad hecha de ¨¢ngulos rectos que, parad¨®jicamente, da la sensaci¨®n de cobijo; esa especie de asepsia apasionada que a veces se desprende de una cierta est¨¦tica racionalista. Imposible, por otra parte, el contraste entre aquellos vol¨²menes tan bellos como eficaces y la barah¨²nda de escolares que los usan y tambi¨¦n con las duras condiciones sociales del entorno, que m¨¢s rodear, asedian aquella instalaci¨®n escolar.
En cambio, motiva una cierta reflexi¨®n qu¨¦ se ha hecho en Santa fe en materia de equipamientos culturales. El Molino, presentado como "f¨¢brica cultural", otro trabajo de Corea, da la impresi¨®n de estar infrautilizado a pesar de estar rebosante de potencialidades para el servicio a la colectividad. En cambio magn¨ªfico lo hecho con La Redonda, unas antiguas instalaciones ferroviarias subtituladas como Arte y Vida Cotidiana, un lugar muy bien concebido y al que es posible ver con frecuencia en plena ebullici¨®n social. Ese lugar es, adem¨¢s, una oportunidad para descubrir la pintura de C¨¦sar L¨®pez Claro. Impresionante tambi¨¦n el espacio de la Estaci¨®n Belgrano, que como las grandes estaciones de tren se antoja m¨¢s bien un palacio o acaso un templo consagrado a lo que Walter Benjamin llamaba "los dioses del ferrocarril".
Esas virtudes de las iniciativas p¨²blicas en materia de rehabilitaci¨®n de espacios abandonados contrastan con la aplicada precisamente en otra estaci¨®n en desuso en Santa Fe: la de Mitre, que desde hace casi dos d¨¦cadas existe como espacio de creaci¨®n y cr¨ªtica autogestionado, con una actividad constante y que se ha convertido en un referente no solo local, sino tambi¨¦n nacional: El Birri, llamado as¨ª en honor del santafesino Fernando Birri, uno de los padres del nuevo cine latinoamericano. Las mismas instancias gubernamentales que hab¨ªa invertido una ingente cantidad de dinero p¨²blico en as¨¦pticos macrocentros culturales, intentaba, en febrero de 2013, clausurar violentamente ese n¨²cleo de cultura viva que era el antiguo Ferrocarril Mitre. La raz¨®n: el "descuido" del lugar y las supuestas denuncias por "ruidos molestos¡±.
Aquel intento de borrado del Centro Social y Cultural del Birri fracas¨® y una serie de actuaciones pol¨ªticas y legales, la movilizaci¨®n social y una intensa campa?a de solidaridad internacional permitieron no solo que aquel lugar sobreviviera, sino que desde la municipalidad se reconociera como un error lo que fue un intento de asalto en toda regla, puesto que ni siquiera medio orden judicial alguna. A pesar de ello, el intento de desactivaci¨®n de El Birri, en Santa Fe, Argentina, fue un ejemplo de la curiosa concepci¨®n que los gobiernos de tantas ciudades del mundo tienen acerca de en qu¨¦ consiste la cultura y c¨®mo y cu¨¢les han de ser sus espacios naturales. De un lado, generaci¨®n de grandes infraestructuras confiadas a arquitectos de prestigio, que sin duda regeneran edificios y contextos, pero que de manera inevitable encarnan una concepci¨®n monitorizada, controlada y controladora de una cultura, entendida adem¨¢s como espect¨¢culo o pedagog¨ªa destinados a un p¨²blico que se espera pasivo. Del otro, persecuci¨®n y acoso de expresiones culturales fuera de control, en las que, sin embargo, late la esencia misma de la condici¨®n humana: su capacidad para generar nuevos universos y habitarlos luego.
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