Mi bello ego
A veces creo que deber¨ªa pegar, junto a mi computadora, un papel con esta frase: ¡°Yo soy horrible para alguien¡±
Hace unos a?os una prestigiosa revista brasile?a me encarg¨® un art¨ªculo. Lo escrib¨ª, lo envi¨¦. Poco despu¨¦s, la editora me mand¨® un correo diciendo que el texto era maravilloso pero que se hab¨ªan quedado sin espacio y no lo iban a poder publicar. Debajo de su mensaje, sin darse cuenta, hab¨ªa dejado el intercambio de mails mantenido con su jefe, en el que ella dec¨ªa que mi art¨ªculo hab¨ªa quedado ¡°realmente horrible¡±, y en el que ¨¦l respond¨ªa que, en efecto, mi art¨ªculo le hab¨ªa parecido ¡°horroroso¡±. Usaban un portugu¨¦s desenfadado y bonito, con cierto nivel de pesadumbre jocosa. Le respond¨ª diciendo que entend¨ªa, y borrando la conversaci¨®n que hab¨ªa quedado debajo porque no es bueno someter a la gente a un bochorno innecesario pero, sobre todo, porque si es humano esperar que todo el mundo nos aplauda, es de idiotas creer que siempre ser¨¢ as¨ª. Una vez, el pintor argentino Guillermo Kuitca me dijo que el impacto de una cr¨ªtica mala le duraba lo mismo que una gripe: tres d¨ªas. ¡°Y no hago de eso una tragedia psicol¨®gica ¨Cdec¨ªa-. ?Hay derecho a sentirse de malhumor? Si. Pero despu¨¦s pasa¡±. S¨®lo los monstruos y los tontos son felices en un mundo que les rinde eterna pleites¨ªa, porque es un mundo falso. Por estos meses cunden las ferias del libro y los festivales literarios en Am¨¦rica Latina. El otro d¨ªa, en una de esas ferias, un escritor me dijo: ¡°Tienes que leer mi ¨²ltima novela: dicen que es lo mejor que he escrito¡±. Ahora, un amigo me cuenta que escuch¨® a un escritor decir en un festival literario, durante el desayuno, ¡°Nadie realmente puede escribir como yo¡±. A veces creo que deber¨ªa pegar, junto a mi computadora, un papel con esta frase: ¡°Yo soy horrible para alguien¡±. Cada vez que lo viera deber¨ªa sentirme una persona muy afortunada.
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