No son tiempos para juegos
Podemos aprovecha un estado de cabreo para construir un relato pol¨ªtico irreal
Cuando estudiaba en la facultad, lugar donde ha nacido Podemos, hab¨ªa una profesora que nos dec¨ªa que los n¨²meros bajo tortura pueden decir cualquier cosa. Y algo de raz¨®n ten¨ªa. Cuando se publica una encuesta, muchos son los que se lanzan a analizarla esperando ver confirmadas sus opiniones y deseos. Esto ¨²ltimo ha sucedido con el ¨²ltimo bar¨®metro del CIS: los dirigentes de Podemos han visto en ella la oportunidad de presentarse como los ¨²nicos que pueden producir el cambio. Pero, ?dec¨ªa esto la encuesta?
Tal y como explicaba recientemente en estas mismas p¨¢ginas Carolina Bescansa, si se celebrasen ma?ana unas elecciones, las ganar¨ªa el Partido Popular y, seg¨²n su hilo argumental, s¨®lo Podemos podr¨ªa impedir esa victoria. Pero para llegar a tal conclusi¨®n los datos son utilizados de forma un tanto arbitraria. En principio, la predicci¨®n del CIS s¨ª que dice que el PP ocupar¨ªa la primera posici¨®n en unos hipot¨¦ticos comicios. Pero el segundo partido en porcentaje de votos ser¨ªa el PSOE. Para poder argumentar que Podemos es la alternativa al Partido Popular acaba mezclando en su argumentaci¨®n intenci¨®n directa (datos brutos) con predicci¨®n (¡°cocina¡±), algo que no es muy honesto desde el punto de vista sociol¨®gico.
Si nos detenemos a mirar en detalle su an¨¢lisis del bar¨®metro, vemos como la autora acaba llev¨¢ndonos a unas conclusiones que no necesariamente coinciden con lo que piensan los espa?oles. Recoge aquellos indicadores que m¨¢s le favorecen, evita los que no son partidarios de su tesis y utiliza de forma indistinta datos brutos y ¡°cocinados¡±. Esto no es balad¨ª. Si pensamos en muchos de los razonamientos pol¨ªticos de Podemos, vemos que lo que hacen es jugar con el estado de ¨¢nimo de los espa?oles para acabar infiriendo un proyecto pol¨ªtico que nada tiene que ver con lo que desea la ciudadan¨ªa en las encuestas y con lo que pasa en Espa?a.
La situaci¨®n por la que pasa el pa¨ªs es tr¨¢gica. Las crisis econ¨®mica, pol¨ªtica, social y territorial han generado una enorme desafecci¨®n en la ciudadan¨ªa. Y esta desafecci¨®n no ha encontrado respuestas en los partidos tradicionales. Las principales formaciones pol¨ªticas vienen actuando a remolque de los acontecimientos. En lugar de anticiparse a los problemas y poner sobre la mesa medidas que solucionen los males de nuestra democracia (corrupci¨®n, desconexi¨®n entre representantes y representados, ausencia de mecanismos para la realizaci¨®n de consultas a la ciudadan¨ªa, etc¨¦tera), los partidos s¨®lo parecen reaccionar cuando el problema est¨¢ ante nosotros. Para ello deber¨ªan tener una idea de pa¨ªs donde se asentasen, por ejemplo, un idea de democracia o un modelo de sociedad. Adem¨¢s, cuando toman alguna medida, muchas de ellas pueden calificarse como t¨ªmidas.
Nuestro pa¨ªs necesita reformas, pero eso es muy distinto de una enmienda a la totalidad
Esta desafecci¨®n tambi¨¦n est¨¢ aumentando porque casi todos los debates acaban qued¨¢ndose en la ¡°espuma¡± de los problemas. Por ejemplo, mucho m¨¢s grave que las tarjetas black de Bankia son los 22.500 millones de euros que el Gobierno inyect¨® en esta entidad. O cuando se habla de los viajes de los diputados, que hayan ido a una u otra provincia es una cuesti¨®n menor. Lo realmente relevante es saber cu¨¢nto cuesta una democracia y si estamos dispuestos a pagarla. Es decir, muchos de los debates p¨²blicos en nuestro pa¨ªs son superficiales y se quedan en lo ¡°anecd¨®tico¡±, sin llegar a profundizar en los problemas. Esto genera una opini¨®n p¨²blica mal informada e incrementa la desconfianza.
Los dirigentes de Podemos est¨¢n jugando con esta desafecci¨®n ciudadana. Se aprovechan de un estado de ¨¢nimo de cabreo para realizar un relato que no es real. Bajo su punto de vista, los espa?oles hemos vivido en un ¡°r¨¦gimen¡± dominado por una ¡°casta¡±. Todo ello acompa?ado de teor¨ªas de la conspiraci¨®n sobre nuestra Transici¨®n y presentando a los ciudadanos como menores de edad infantilizados que se dejaron enga?ar durante casi cuatro d¨¦cadas. Para confirmar este relato, al igual que hacen con el bar¨®metro del CIS, cogen aquellos datos o an¨¦cdotas que m¨¢s les favorecen.
Pero en realidad, lo que le sucede a nuestro pa¨ªs no tiene nada que ver con la Transici¨®n del 78, sino que tenemos las dificultades propias de cualquier democracia. La corrupci¨®n, la colusi¨®n entre poder pol¨ªtico y poder econ¨®mico o la falta de representatividad son fen¨®menos que se observan en Francia, Reino Unido o Italia, pa¨ªses que no tuvieron una Transici¨®n como la nuestra. Adem¨¢s, cualquier an¨¢lisis m¨ªnimamente riguroso nos dice que Espa?a ha cambiado profundamente en los ¨²ltimos 35 a?os. No s¨®lo la renta per capita se ha multiplicado por seis, sino que, por ejemplo, el n¨²mero de universitarios no tiene nada que ver con los que hab¨ªa en Espa?a en los a?os sesenta.
No hay nada en nuestra cultura o en nuestra historia que nos impida cambiar. Nuestro pa¨ªs necesita reformas, pero eso es muy distinto de una enmienda a la totalidad. Aprovecharse de un estado de ¨¢nimo y usar juegos de palabras para construir una realidad que a uno le gustar¨ªa que hubiese sido puede ser un buen ejercicio de pol¨ªtica ficci¨®n. Pero la situaci¨®n por la que pasa Espa?a no est¨¢ ni para juegos ni para relatos poco consistentes. La situaci¨®n es muy seria y la desafecci¨®n ciudadana tiene soluci¨®n. Es cuesti¨®n de acabar con lo que funciona mal. Y eso es muy distinto que acabar con todo.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid y colaborador de la Fundaci¨®n Alternativas
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