El cambio clim¨¢tico de las relaciones internacionales
La comunidad mundial se est¨¢ reconfigurando bajo la sombra de la crisis ambiental. Cuya manifestaci¨®n m¨¢s preocupante es el cambio clim¨¢tico. En este panorama, la Conferencia sobre el clima que arranca en Lima es esencial
Desde que en 1896 el cient¨ªfico sueco Svante Arhenius informara que la actividad humana incid¨ªa en la concentraci¨®n atmosf¨¦rica de gases invernadero, ha corrido mucho aire en el debate acad¨¦mico. Aquel anuncio no tuvo entonces mucho impacto, pues eran tiempos en los cuales la poblaci¨®n no hab¨ªa ajochado tanto los ecosistemas planetarios.
Ni siquiera cuando este hombre nacido en Estocolmo gana el Premio Nobel de Qu¨ªmica, en 1903, la crucial observaci¨®n gener¨® revuelo pol¨ªtico alguno. Le importaba a la ciencia, pero no tanto a las autoridades y a los ciudadanos, cuya vida medianamente feliz discurr¨ªa en un mundo sin mayores sobresaltos o alarmas ambientales.
Casi 120 a?os despu¨¦s, la situaci¨®n es harto distinta. Los Arhenius de hoy est¨¢n en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Clim¨¢tico (IPCC, por sus siglas en ingl¨¦s), una cofrad¨ªa de m¨¢s de 800 cient¨ªficos que cada cierto tiempo emite un Informe. Y muchos pol¨ªticos, de todos los pa¨ªses, han puesto en su agenda al calentamiento global.
Lo que vivimos en Lima desde este 1 de diciembre es un cap¨ªtulo crucial de ese primer atisbo clim¨¢tico ocurrido a fines del siglo XIX, y que a partir de 1992 cobr¨® un rumbo pol¨ªtico sin retorno. Fue ese a?o, en R¨ªo de Janeiro, que se propuso la Convenci¨®n Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Clim¨¢tico (CMNCC).
Ya no es posible imaginar un mundo donde la gente o los Estados no se vinculen sin la variable ambiental puesta en el medio
Dos a?os despu¨¦s, en 1994, la CMNCC entr¨® en vigor y tres a?os m¨¢s tarde, en 1997, aprob¨® en Jap¨®n, el Protocolo de Kioto (PK), que estableci¨® compromisos de reducci¨®n de gases invernadero (GEI) a 38 pa¨ªses industrializados. En ese momento, hab¨ªa pasado un siglo desde el descubrimiento de Arhenius y, al parecer, las cosas no iban bien.
El IPCC, creado en 1988, ya hab¨ªa emitido su segundo Informe, en el cual alertaba sobre los efectos de una hiper-concentraci¨®n de GEI en la atm¨®sfera: subida del nivel del mar que podr¨ªa inundar zonas costeras, derretimiento glaciar, sequ¨ªas, lluvias torrenciales, aumento de la temperatura y en algunos casos tambi¨¦n disminuci¨®n de ella.
Al presente, el PK est¨¢ en un segundo per¨ªodo que corre del 2012 y va hasta el 2020 (el primero fue del 2008 al 2012) y el calentamiento anormal de la Tierra persiste. Las temperaturas m¨¢s altas registradas ocurrieron entre 1995 y el 2006, lo que explica por qu¨¦ el cambio clim¨¢tico se haya convertido en un eje de las relaciones internacionales.
?C¨®mo no podr¨ªa serlo si ya ha comenzado a provocar problemas en la seguridad alimentaria, las migraciones, la soberan¨ªa, las energ¨ªa y la econom¨ªa? En la vida diaria de los ciudadanos, sobre todo. Ya no es posible imaginar un mundo donde la gente o los Estados no se vinculen sin la variable ambiental puesta en el medio.
A lo largo de la Historia, las sacudidas internacionales las han producido las guerras. Tras la I Guerra Mundial, por ejemplo, cobra fuerza las doctrina idealista, que apuesta por la cooperaci¨®n y la paz, frente al realismo, que considera que las relaciones entre los pa¨ªses tienen que manejarse atendiendo a los factores reales del Poder.
Resulta que ahora la actividad antropog¨¦nica sobre la atm¨®sfera es la que est¨¢ removiendo el tablero. El di¨®xido de carbono o CO2 (el m¨¢s abundante GEI) es el que provoca un gran juego entre las potencias mayores, intermedias o menores. La comunidad mundial se est¨¢ reconfigurando bajo la sombra de la crisis ambiental. Cuya manifestaci¨®n m¨¢s preocupante es el cambio clim¨¢tico. En este panorama, la COP 20 de Lima (la COP 1 tuvo lugar en Berl¨ªn el 2005) es esencial. Es ac¨¢ donde se tendr¨¢ que hacer un borrador del nuevo acuerdo global para enfrentar el fen¨®meno, que debe aprobarse en Par¨ªs en el 2015 (COP 21), pues Kioto fenece y el tiempo corre¡
Adem¨¢s, una de las razones por las cuales el debate clim¨¢tico mundial es muy agitado es porque un acuerdo ¨Cel de Kioto o el que se apruebe en Par¨ªs¨C implica alg¨²n tipo de cesi¨®n de soberan¨ªa. El soci¨®logo alem¨¢n Ulrich Beck ha llegado a decir que el discurso ecol¨®gico implica el "fin de los Estados Nacionales", el ocaso de la pol¨ªtica exterior.
El cambio clim¨¢tico es visto como un problema que amenaza la seguridad internacional
Cuando se pone el microscopio en los tumultos que han generado las COPs o en el destino del PK en los ¨²ltimos a?os se puede constatar que, en efecto, la dificultad de las grandes potencias a comprometerse en la reducci¨®n de GEI tiene que ver con su renuencia al compromiso global. El caso de Estados Unidos es emblem¨¢tico. Ratific¨® la CMNCC, pero no el PK, que lo hubiera obligado a disminuir sus emisiones de GEI un 5.2% por debajo de los niveles que ten¨ªa en 1990. En el 2001 se retir¨® de Kioto y constantemente en las COPs, pretende tener en juego propio, basado en el anuncio de reducciones voluntarias o "contribuciones", tomadas por su cuenta.
Un proceder similar tienen la India, Rusia, China y hasta Brasil, que pretende liderar la comunidad sudamericana ante las COPs. La Uni¨®n Europea, en cambio, s¨ª se muestra m¨¢s proclive a tomar acuerdos globales y en las cumbres clim¨¢ticas es m¨¢s propositiva. Viene a Lima dispuesta a apostar por el borrador del nuevo acuerdo global.
Si a la cuesti¨®n de la soberan¨ªa, se a?ade la posesi¨®n de hidrocarburos el panorama se complica. Sigue siendo un factor de poder contempor¨¢neo y como escribe el polit¨®logo chileno Fernando Estenssoro, "pese a los avances y esfuerzos por diversificar la matriz energ¨¦tica mundial, esta sigue dependiendo de los combustibles f¨®siles".
As¨ª, los pa¨ªses de la OPEP, aunque no constituyen un bloque de negociaci¨®n en las COPs, se mueven en estas cuidando sus pasos y vigilando sus pozos de crudo. Venezuela, por citar un caso, a pesar de tener un discurso flam¨ªgero contra las potencias m¨¢s emisoras de GEI, tiene a la vez que jugar en t¨¢ndem con Arabia Saudita o Irak.
El cambio clim¨¢tico es visto, asimismo, como un problema que amenaza la seguridad internacional, en diversas formas. El propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas examin¨® el tema, en una sesi¨®n de alto nivel, realizada en abril del 2007. En dicha reuni¨®n participaron 50 representantes, lo que revela la importancia del tema.
Margaret Beckett, secretaria de Asuntos Exteriores del Reino Unido, quien presid¨ªa la sesi¨®n, dijo entonces que "no es un problema de seguridad tradicional, sino uno relacionado con nuestra seguridad colectiva en un mundo fr¨¢gil y crecientemente interdependiente". Tambi¨¦n se le ve como un riesgo, nada descartable, para la paz
En un documento emitido en el 2008, la Comisi¨®n Europea identifica varios escenarios en los cuales el cambio clim¨¢tico podr¨ªa activar peligrosos procesos. Uno de ellos es la posible lucha por el control de recursos naturales, como el agua. "Las consecuencias ser¨ªan a¨²n m¨¢s graves ¨Csostiene el texto¨C en las zonas con fuerte presi¨®n demogr¨¢fica".
Un Estado fallido, en ese horizonte, lo ser¨ªa m¨¢s, y los hechos lo est¨¢n demostrando. Las autoridades de Sud¨¢n del Sur, pa¨ªs creado a partir de una escisi¨®n de Sud¨¢n (ese pa¨ªs africano es el Estado fallido por excelencia) en el 2005, informaron en febrero de este a?o que el r¨¦gimen de lluvias se hab¨ªa alterado de manera notoria. Estaban en situaci¨®n vulnerable la agricultura, la ganader¨ªa, la pesca. Sin esos recursos, el fr¨¢gil pa¨ªs no podr¨¢ vivir, y el paso siguiente ser¨ªa el aumento de los refugiados ambientales, un contingente que, seg¨²n la ONU, podr¨ªa sumar millones en la pr¨®xima d¨¦cada. O antes, si las alteraciones clim¨¢ticas desatan severas crisis humanitarias.
En la COP 19 de Varsovia ya se estableci¨® un Mecanismo de P¨¦rdidas y Da?os, que acaso interpreta la conciencia de este posible escenario. Implica que los pa¨ªses desarrollados compensen a los menos desarrollados por los efectos que el cambio clim¨¢tico ya est¨¢ provocando, y que podr¨ªa configurar escenarios catastr¨®ficos.
La Alianza de Peque?os Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas en ingl¨¦s), un bloque de negociaci¨®n en las COPs est¨¢ en esa lucha, debido a su extrema vulnerabilidad si el calentamiento global se desata. Tuvalu, Tonga y otros estados de Ocean¨ªa prev¨¦n que podr¨ªan desaparecer y, por eso, entran al debate clim¨¢tico con ese urgente pedido.
De acuerdo con el IPCC, el tope que no debe pasar el planeta antes de que fenezca este siglo es de 2 grados cent¨ªgrados por encima de la temperatura global media. AOSIS pide que sea 1,5 grados, pero, en el terreno, las reducciones de GEI, el cumplimiento del PK no han ido en consonancia con esa demanda de los terr¨ªcolas m¨¢s asustados y de la ciencia. En gran medida porque esto implica un verdadero sismo en las relaciones internacionales. Significa asumir, entre otras posibilidades, que un recurso como la Amazonia sea un factor de poder tan fuerte como el petr¨®leo. Algo que a medida que el combustible f¨®sil se agote y la necesidad de mitigar el CO2 avance, se har¨¢ m¨¢s patente.
El polit¨®logo Kal Holsti sosten¨ªa que hay problemas "que deben enfrentar Estados de caracter¨ªsticas muy diferentes". El cambio clim¨¢tico es uno de ellos y en la COP 20 de Lima se vivir¨¢ un cap¨ªtulo m¨¢s de la lucha por un consenso, un curso que no est¨¢ libre de aciertos y desvar¨ªos. Y que acaso desvelar¨ªa a Arhenius si viviera en esta ¨¦poca.
Ramiro Escobar es periodista peruano especializado en temas internacionales y ambientales, y columnista del diario La Rep¨²blica. Este texto fue publicado, en diciembre del 2014, en la revista ¡®Memoria¡¯ del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Cat¨®lica del Per¨² (IDEHPUCP).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.