Ricardo III reta a la corona brit¨¢nica 529 a?os despu¨¦s de muerto
El hallazgo de una ruptura en la l¨ªnea masculina de sucesi¨®n plantea "interesantes conjeturas" sobre la legitimidad de la l¨ªnea sucesoria, hasta la propia Isabel II
Ricardo III, retratado en el imaginario colectivo como un odioso d¨¦spota por William Shakespeare, no parece dispuesto a dar tregua a su pa¨ªs ni siquiera 529 a?os despu¨¦s de muerto. Un estudio publicado en la revista Nature Communications esta semana confirma ¡°al 99,999%¡± que los huesos encontrados hace dos a?os, enterrados bajo el aparcamiento de un edificio municipal de Leicester, son los del ¨²ltimo rey ingl¨¦s muerto en combate. Se cierra as¨ª la investigaci¨®n forense m¨¢s antigua de Reino Unido. Pero el cierre lleva una peque?a bomba de regalo: el hallazgo de una ruptura en la l¨ªnea masculina de sucesi¨®n que, seg¨²n el profesor de Historia de la Universidad de Leicester Kevin Schurer, codirector de la investigaci¨®n, ¡°plantea interesantes conjeturas sobre la legitimidad de la sucesi¨®n¡± hasta la propia Isabel II.
Ricardo III ascendi¨® al trono en 1483, tras la muerte de su hermano Eduardo VI. En solo dos a?os de reinado, puso patas arriba a su pa¨ªs. En la versi¨®n de Shakespeare, lleg¨® a matar a sus sobrinos para poder reinar, aunque la historia solo certifica que desaparecieron. Mat¨® a diestro y siniestro para conservar el poder, hasta que una rebeli¨®n lo tumb¨® a los 32 a?os en la batalla de Bosworth en 1485. Su muerte, luchando sin casco y a pie ¨C¡°?Mi reino por un caballo!¡±, clama el personaje de Shakespeare-, marc¨® el fin de la dinast¨ªa Plantagenet y el principio de los Tudor, con quienes la actual reina tiene lazos de sangre.
Desde que en 2012 se encontr¨® un conjunto de huesos bajo un aparcamiento en el centro de Leicester, en lo que en su d¨ªa fue la iglesia de Greyfriars, donde cuentan las cr¨®nicas que se enterr¨® sin mucha pompa al ¨²ltimo rey de York, un equipo internacional liderado por la Universidad local ha estado realizando ex¨¢menes gen¨¦ticos para tratar de confirmar la presunci¨®n inicial de que se trataba de los restos del monarca.
Ricardo III muri¨® sin descendencia que le sobreviviera, por lo que la investigaci¨®n geneal¨®gica tuvo que ir hacia atr¨¢s en el tiempo antes de descender a sus parientes vivos. Muestras de ADN de sus huesos se cotejaron con las de donantes vivos, familiares del actual duque de Beaufort, descendiente de los Plantagenet y de los Tudor.
Cuando investigaron la l¨ªnea paterna? descubrieron algo inesperado: el ADN no se correspond¨ªa con el de sus parientes vivos
La investigaci¨®n de los genes mitocondriales, heredados por v¨ªa materna, demostr¨® de manera concluyente que se trataba de Ricardo III. Pero cuando investigaron la l¨ªnea paterna (cromosomas Y) descubrieron algo inesperado: el ADN no se correspond¨ªa con el de sus parientes vivos. Lo cual revelaba que en alg¨²n punto de la historia una relaci¨®n ad¨²ltera hab¨ªa roto la cadena de sucesi¨®n. Es decir, alguien fue hijo ileg¨ªtimo sin saberlo.
Resulta casi imposible determinar en cu¨¢l de los 19 eslabones de la cadena de sucesi¨®n investigada se produjo el adulterio. Pero si el hijo ileg¨ªtimo fuera Juan de Gante (v¨¢stago de Eduardo III) o su hijo Enrique IV, eso podr¨ªa afectar de rebote a los derechos sucesorios de los Windsor, parientes de los Tudor. Adem¨¢s de que podr¨ªa haber tenido, de haberse conocido en su tiempo, importantes consecuencias en el destino de Inglaterra: sin su reivindicaci¨®n din¨¢stica, a Enrique VII le habr¨ªa costado reclutar un ej¨¦rcito para derrotar al propio Ricardo III en la batalla de Bosworth.
¡°Si Juan de Gante no fuera realmente hijo de Eduardo III, Enrique IV no habr¨ªa tenido derecho a reclamar el trono, y tampoco Enrique V, Enrique VI, ni, indirectamente, los Tudor¡±, explicaba Kevin Sch¨¹rer, profesor de la universidad de Leicester. ¡°Pero estad¨ªsticamente es m¨¢s probable que la ruptura se produjera en la parte m¨¢s baja de la cadena¡±. En cualquier caso, tratar de comprobar d¨®nde se produjo la ruptura requerir¨ªa exhumar alg¨²n que otro cad¨¢ver, lo cual no parece probable que vaya a suceder.
Resulta casi imposible determinar en cu¨¢l de los 19 eslabones de la cadena de sucesi¨®n investigada se produjo el adulterio
La investigaci¨®n ha arrojado otras conclusiones no menos inesperadas. Que el rey no era jorobado, como lo retrat¨® Shakespeare, sino que padec¨ªa escoliosis es algo que se vio f¨¢cilmente al reconstruir la columna en tres dimensiones con las v¨¦rtebras halladas. De hecho, no parece que fuera ¡°tan tullido y desfigurado¡± que hasta los perros le ladraban, como dec¨ªa el bardo de Avon, sino m¨¢s bien apuesto. Los nueve rotos en el cr¨¢neo indican, por otro lado, que no conven¨ªa perder el casco en plena batalla medieval, como le debi¨® de suceder a ¨¦l. Y los an¨¢lisis gen¨¦ticos parecen indicar, al contrario de lo que se cre¨ªa, que el rey era rubio y de ojos azules (o ten¨ªa predisposici¨®n en sus genes para ello). As¨ª que tal vez Al Pacino, que document¨® su obsesi¨®n por meterse en el personaje shakespeariano en Looking for Richard (1996), no era realmente el actor m¨¢s apropiado. Al menos, gen¨¦ticamente.
Lo que s¨ª parece claro es que sus restos descansar¨¢n para siempre en la catedral de Leicester, despu¨¦s de que el Tribunal Supremo brit¨¢nico desestimase, el pasado mes de mayo, las pretensiones de unos supuestos descendientes, agrupados en la llamada Alianza Plantegenet, de que sus restos fueran trasladados a York, donde vivi¨® m¨¢s tiempo. Se cerraba as¨ª la pen¨²ltima batalla de Ricardo III.
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