Willem Dafoe: "Los mejores papeles dejan cicatrices"
Jesuscristo para Scorsese, sargento para Oliver Stone, Duende Verde para toda una generaci¨®n. El actor m¨¢s raro de Hollwyood se sincera
Por el Lido de Venecia deambulan veraneantes tard¨ªos pegados al manillar de sus bicicletas de alquiler, sosteniendo helados a medio derretir, acelerando el paso para escapar a las primeras lluvias que anuncian el cambio de estaci¨®n. A ratos, la sombra de Visconti aparece en medio del lujo decadente que invade el lugar ¨Caqu¨ª rod¨® su adaptaci¨®n de Muerte en Venecia¨C, aunque lo m¨¢s com¨²n es darse de narices con turistas alemanes y fans hist¨¦ricas de Daniel Radcliffe, uno de los invitados del festival de cine que llega a su fin. En medio de este extra?o paisaje, se distingue a un hombre bajito, fibroso y de edad imprecisa, que parece reci¨¦n aterrizado de otro planeta. Cuando aparece en una terraza pegada a la laguna veneciana, nadie se atreve a gritar su nombre, a arrancarle un aut¨®grafo o a masacrarlo a selfies. Tal vez porque sorprende la escasa parafernalia que envuelve su entrada en escena, sin corpulentos esbirros ni s¨¦quito de asistentes. Willem Dafoe se presenta solo.
Siempre me dicen que parezco europeo. La verdad es que no me siento europeo, aunque tampoco estadounidense
Una ¨²nica espont¨¢nea, italiana y entrada en a?os, se atreve a cortarle el paso en el camino que le conduce a la mesa. ¡°?Sabe qu¨¦? Una vez, hace mucho tiempo, conoc¨ª a Pasolini¡±, le dice. ¡°Y tiene que saber que es usted su vivo retrato¡±. El actor sonr¨ªe mientras le acaricia un hombro y le suelta lo que, un rato m¨¢s tarde, entenderemos que constituye su muletilla favorita. ¡°Beautiful, beautiful¡±, repite con una inimitable voz nasal. En realidad, Dafoe no se parece pr¨¢cticamente en nada a Pasolini. ¡°Tiene usted raz¨®n¡±, reconocer¨¢ al presentarse. ¡°Yo tampoco veo la semejanza. No tengo el aspecto tradicional de un italiano. Me tuve que poner lentillas negras y te?irme el pelo¡±. Habla del rodaje de Pasolini, el biopic del m¨ªtico escritor y cineasta italiano, amante del esc¨¢ndalo p¨²blico y los ragazzi di vita, que Dafoe ha venido a presentar a la Mostra de Venecia junto al director Abel Ferrara.
Y sin embargo, en pantalla, obra el milagro. Dafoe es Pasolini (o por lo menos, la imagen mental que pueden hacerse de ¨¦l quienes nacieron despu¨¦s de su muerte). El actor prefiri¨® interpretarlo en ingl¨¦s, no por imperativos comerciales sino porque su italiano ¡°no es lo suficientemente bueno¡±, como reconoce con cierto sonrojo. Sabe que sabemos que vive en Italia y que lleva una d¨¦cada casado con la directora Giada Colagrande, a quien, como ha contado en m¨¢s de una ocasi¨®n, conoci¨® en una calle romana. ¡°Hablo de forma muy b¨¢sica, pero se me da muy bien el italiano gestual. ?Quiere comprobarlo?¡±, solicita entre carcajadas. Acto seguido, empieza a reproducir las agitaciones manuales que tanto se estilan entre los aut¨®ctonos. La primera quiere decir ¡°?Pero qu¨¦ me est¨¢s contando?¡±. La segunda, ¡°No me podr¨ªa importar menos¡±. Y la tercera, sospechamos que algo parecido a ¡°Vaffanculo¡±.
De cerca, Dafoe da menos miedo que en pantalla. Su boca es menos desproporcionada. Sus p¨®mulos, menos descollados. Y su mirada, algo m¨¢s vulnerable. A la vez, en las distancias cortas sobresale esa inquietante extra?ez que gobierna un rostro reptil y andr¨®gino, situado en alg¨²n punto del arco fision¨®mico que va de David Bowie a Klaus Kinski. Reconoce que, en un mundo dominado por la belleza gen¨¦rica, sus primeros castings no fueron precisamente f¨¢ciles. Cuando le pedimos que lo desarrolle, el afable Dafoe se cierra en banda. ¡°Prefiero no hablar mucho de eso. Es el tipo de cosas que prefiero olvidar¡±, dice tras marcar una pausa, como si hubiera topado con una herida interior.
?De qu¨¦ planeta viene Willem Dafoe? De uno llamado Appleton, Wisconsin. El actor creci¨® en una familia de ocho hermanos ¨C¨¦l es el segundo m¨¢s joven¨C, que le martirizaban encerr¨¢ndole en el cuarto oscuro y colg¨¢ndole del techo patas abajo. En esa peque?a ciudad de provincias, basti¨®n electoral del senador McCarthy y hogar de Harry Houdini ¨C¡°su mayor proeza debi¨® de ser escapar de ese pueblucho¡±, dijo una vez¨C, Dafoe fue educado con valores rectos y tradicionales. Su padre, el doctor William Alfred Dafoe, fue un reputado cirujano y su madre, Muriel Sprissler, una enfermera en el mismo hospital (si quieren visualizar su infancia, imaginen Anatom¨ªa de Grey en el Medio Oeste de los sesenta, sin promiscuidad sexual ni casting multirracial). ¡°Nunca ve¨ªa a mis padres. En realidad me criaron mis hermanas¡±, afirma Dafoe. Al cumplir los 17, se dio a la fuga. Se puso una mochila a las espaldas y cruz¨® Europa haciendo autoestop. ¡°Siempre me dicen que parezco m¨¢s europeo que estadounidense. La verdad es que no me siento europeo, aunque tampoco demasiado estadounidense¡±, reconoce. ¡°Pero supongo que, lo quiera o no, siempre ser¨¦ un chaval del Medio Oeste¡±.
Su paso a la interpretaci¨®n fue, como en tantos casos, poco m¨¢s que una casualidad. Tras probar suerte en espect¨¢culos low cost del off-off Broadway, se puso a trabajar como maquinista en el Wooster Group, peque?a compa?¨ªa de la vanguardia teatral neoyorquina dirigida por Spalding Gray, actor y dramaturgo venerado por Steven Soderbergh, que se suicid¨® saltando del ferry de Staten Island. Un d¨ªa le propusieron subir a escena y ya nunca se volvi¨® a bajar. Recuerda que uno de sus primeros papeles fue el de una bailarina envuelta en un vestido de celof¨¢n que mov¨ªa las caderas siguiendo ritmos hawaianos. ¡°Es embarazoso decirlo, pero lleg¨® un momento en que necesit¨¦ reconocimiento y un sueldo decente¡±, confiesa. ¡°Por eso me pas¨¦ al cine¡±.
Las primeras oportunidades le llegaron a finales de los setenta, cuando Michael Cimino le ofreci¨® un peque?o papel en La puerta del cielo. ¡°Despu¨¦s de trabajar durante tres meses, me despidi¨® por re¨ªrme de un chiste que me hab¨ªa contado una extra durante una toma muy dram¨¢tica¡±, recuerda. ¡°Entend¨ª que Hollywood no iba a ser un lugar f¨¢cil¡±. Sin embargo, nombres como Walter Hill, Oliver Stone, Martin Scorsese, David Lynch, David Cronenberg, Paul Schrader o Abel Ferrara no tardaron en llamar a su puerta. Con ellos desarroll¨® papeles extremos, guiados por una pulsi¨®n violenta y enloquecida, de la que nunca se ha librado del todo. En The Loveless, Kathryn Bigelow le envolvi¨® en cuero y suturas para liderar una manada de moteros huyendo de la c¨¢rcel. En Calles de fuego, Walter Hill le oblig¨® a violar a Diane Lane y a cargarse a Michael Par¨¦ a golpe de taladro. Y en Vivir y morir en Los ?ngeles, William Friedkin le hizo quemar vivo al polic¨ªa que descubr¨ªa su taller de falsificaci¨®n de moneda, con la misma alegr¨ªa con la que los ingleses prendieron fuego a Juana de Arco. ¡°Pero un d¨ªa, sin explicaci¨®n aparente, me empezaron a ofrecer papeles distintos¡±, explica. El primero en detectar una insospechada humanidad en su rostro anguloso fue Oliver Stone. ¡°Exist¨ªa en Willem una sensibilidad que me apetec¨ªa utilizar un poco a contracorriente¡±, ha dicho el director, quien le ofreci¨® un primer papel de bueno en Platoon. Dafoe era Elias, sargento atormentado por su conciencia y sacrificado a c¨¢mara lenta con los brazos en posici¨®n nazarena. No es extra?o que Scorsese le ofreciera la redenci¨®n definitiva al convertirle en protagonista de La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo. ¡°Lo curioso es que Scorsese jura que no hab¨ªa visto Platoon cuando me contrat¨®¡±, dice el actor. Dafoe sostiene que esa fue una experiencia inolvidable. ¡°Por la noche no sal¨ªa. Volv¨ªa al hotel y me pasaba la noche leyendo la Biblia, para saber hasta qu¨¦ punto la est¨¢bamos alterando¡±, sonr¨ªe.
Para m¨ª, interpretar es como bailar. Es convertirte en el narrador de un libro que no has escrito, aunque podr¨ªas haberlo hecho, porque te identificas plenamente con lo que dice
Mientras sus contempor¨¢neos escogieron a Marlon Brando como dios supremo de la interpretaci¨®n, ¨¦l prefiri¨® fijarse en tipos como Boris Karloff, Peter Lorre o Vincent Price. De hecho, en el pasado afirm¨® que el Actor¡¯s Studio le parec¨ªa una tomadura de pelo, e incluso ¡°una perversi¨®n¡±. Hoy rectifica un poco. ¡°En el fondo, supongo que todos los actores utilizamos algo de psicolog¨ªa en alg¨²n momento¡±, admite. ¡°Pero es cierto que yo act¨²o de otra manera. Para m¨ª, interpretar es como bailar¡±, dice cr¨ªpticamente. Ante nuestro rostro desencajado, decidir¨¢ esforzarse un poco m¨¢s: ¡°Es como convertirte en el narrador de un libro que no has escrito, aunque podr¨ªas haberlo hecho, porque te identificas plenamente con lo que dice¡±.
A Dafoe solo le interesan los papeles ¡°que dejan cicatrices¡±. Pero en esa categor¨ªa entran todo tipo de cometidos, de ser actor fetiche para Lars von Trier ¨Cjura que el de Anticristo ha sido su papel m¨¢s dif¨ªcil y que fue ¨¦l quien le escribi¨® porque le considera ¡°un genio¡±¨C a convertirse en el villano de Spiderman o dar voz a un pez de colores en Buscando a Nemo. De rodar productos oscarizables como El paciente ingl¨¦s ¨C¡°una mala experiencia, porque redujeron mi papel a la m¨ªnima expresi¨®n¡±¨C a mutar en comparsa de Keanu Reeves en John Wick, de pr¨®ximo estreno, o dejarse matar en esa playa donde muri¨® Pasolini. ¡°Me interesa participar en proyectos que impliquen un cambio¡±, dir¨¢ en otra de sus locuciones misteriosas. No sabemos qu¨¦ le dijeron en ese primer casting. Lo que s¨ª sabemos es que se equivocaron.
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