La dependencia
La gesti¨®n de nuestros recursos genera una cultura de autorresponsabilidad
El debate sobre el futuro de Euskadi y Catalu?a contin¨²a marcado por una ausencia total de entendimiento entre las partes. El di¨¢logo y el acuerdo entre instituciones y partidos que ha caracterizado la reciente consulta sobre la independencia de Escocia parece que se hubiera producido en otro continente y otro momento hist¨®rico totalmente alejado del que se vive en Espa?a.
No es nuestra intenci¨®n utilizar este art¨ªculo para criticar a los que rechazan el derecho del pueblo catal¨¢n o del vasco a decidir su futuro, sino intentar explicar a la opini¨®n p¨²blica espa?ola por qu¨¦ nuestras sociedades rechazan una relaci¨®n de dependencia respecto al Estado espa?ol. Esta perspectiva permite sustituir el debate sobre las ventajas e inconvenientes de la independencia ¡ªque todos desconocemos¡ª, por otro m¨¢s clarificador sobre los costes de la dependencia ¡ªque todos conocemos¡ªpara el pueblo catal¨¢n o el vasco.
La situaci¨®n de dependencia actual est¨¢ directamente relacionada con el modelo de pa¨ªs que podemos construir. Lo hemos visto claramente en Escocia. Aquellos pa¨ªses que, como Catalu?a, no tienen capacidad recaudatoria y sufren la permanente limitaci¨®n de otros instrumentos centrales del autogobierno (pol¨ªticas sociales, educativas o culturales), dependen de las decisiones estrat¨¦gicas que se tomen en Madrid. Catalu?a, hoy en d¨ªa, no puede decidir con libertad c¨®mo hacer frente a la actual situaci¨®n de crisis global y no puede invertir los recursos generados dentro del pa¨ªs para dise?ar pol¨ªticas p¨²blicas que cuestionen el modelo neoliberal que est¨¢ imponiendo el Gobierno del Partido Popular.
Como hemos aprendido en Euskadi durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, la gesti¨®n de nuestros recursos genera una cultura de la ¡°autorresponsabilidad¡± en la que nuestro bienestar depende de las decisiones que tomemos nosotros mismos. Si trabajamos duro, si invertimos en conocimiento avanzado, innovaci¨®n tecnol¨®gica y social, en un modelo de desarrollo humano sostenible, en lugar de esperar a que llegue un ¡°cambio de ciclo¡± externo, las cosas nos ir¨¢n bien. Por el contrario, si no lo hacemos bien, no podremos echar la culpa a Madrid. Resulta fundamental detenerse un momento y pensar las implicaciones que tiene un cambio de paradigma de estas caracter¨ªsticas a todos los niveles: pol¨ªtico, econ¨®mico y social.
La situaci¨®n econ¨®mica del Pa¨ªs Vasco era desesperada cuando reclam¨® el autogobierno
Se suele decir que es f¨¢cil hablar de autorresponsabilidad cuando un territorio es rico y las cosas le van bien, pero es necesario recordar que cuando Euskadi reclam¨® y puso en marcha el autogobierno, nuestra situaci¨®n econ¨®mica era desesperada. Se hab¨ªa desmantelado toda nuestra estructura productiva relacionada con la industria pesada, los Gobiernos socialistas apostaban por abandonar la manufactura y defend¨ªan aquello de que ¡°la mejor pol¨ªtica econ¨®mica es la que no existe¡±. Por si fuera poco, ten¨ªamos un problema abierto de violencia y terrorismo que alejaba muchas posibilidades de inversi¨®n exterior. A pesar de esta situaci¨®n (desgraciadamente no existen muchos ejemplos internacionales en los que se le haya dado la vuelta), Euskadi supo crear un verdadero movimiento de transformaci¨®n socioecon¨®mica basado en la colaboraci¨®n p¨²blico-privada, que hoy en d¨ªa es estudiado por prestigiosas universidades internacionales a trav¨¦s de AgirreLehendakaria Center.
Lo relevante para el debate es que pudimos desarrollar esta intervenci¨®n gracias a nuestras propias decisiones. Las cosas nos podr¨ªan haber ido mal, podr¨ªamos haber fracasado en nuestro intento por reindustrializar el pa¨ªs a trav¨¦s de la manufactura avanzada y los nuevos modelos de gesti¨®n impulsados por la econom¨ªa social. Podr¨ªamos haber terminado siendo un desierto industrial, como tantos otros territorios que se dejaron convencer por la panacea de los servicios. Ahora estar¨ªamos pagando religiosamente al Estado espa?ol por los servicios que presta en Euskadi sin poder generar los recursos para hacerlo. Estoy seguro de que no se nos hubiera condonado ninguna deuda y que hoy se recordar¨ªa con escarnio c¨®mo nos atrevimos a tomar una decisi¨®n tan arriesgada.
Tradicionalmente, se justifica la necesidad de tomar las decisiones en Madrid para garantizar la solidaridad territorial. Pero la realidad es que los recursos generados por el Estado no se han invertido en crear un modelo socialmente sostenible. Adem¨¢s de las tasas de paro y pobreza, Espa?a es ya el segundo pa¨ªs m¨¢s desigual de la Uni¨®n Europea y no creo que se pueda achacar esta realidad al concierto econ¨®mico vasco. La solidaridad no depende de un modelo centralista, sino de c¨®mo se construye una cultura de respeto a la dignidad de las personas, a sus expresiones colectivas, c¨®mo se generan los recursos de manera m¨¢s eficiente y de c¨®mo se distribuyen posteriormente. Casi nadie menciona que Euskadi es una de las sociedades m¨¢s igualitarias de la Uni¨®n Europea y paga todos los a?os un porcentaje de su PIB a la solidaridad intraterritorial dentro del Estado espa?ol.
Otro ejemplo de la inversi¨®n en solidaridad es la ley que garantiza unos ingresos b¨¢sicos a toda la ciudadan¨ªa y que tanto debate est¨¢ generando en la pol¨ªtica espa?ola recientemente. Pues bien, Euskadi puso en marcha un sistema universal de estas caracter¨ªsticas hace 20 a?os y hoy en d¨ªa, la ¨²nica fuerza pol¨ªtica que lo quiere suprimir es el PP. Es inaceptable que se ondee la bandera de la solidaridad para justificar la indisoluble unidad de la patria cuando los recursos generados por el Estado se reparten a trav¨¦s de tarjetas black. Queremos poder decidir nuestro futuro y no ser dependientes para construir un pa¨ªs mejor, m¨¢s solidario.
Construir nuestro modelo s¨®lo puede hacerse respetando el derecho a decidir
Todos estamos condicionados por las decisiones europeas, pero a d¨ªa de hoy las cuestiones centrales siguen estando en manos de los Estados-naci¨®n. No puede ser que Espa?a est¨¦ dispuesta a ceder soberan¨ªa con otros Estados de la Uni¨®n Europea y rechace hacer lo mismo con Catalu?a o Euskadi. La ¨²nica raz¨®n para justificar esta din¨¢mica es que no nos reconoce como iguales, sino algo inferior, dependiente. Cr¨¦anme cuando les aseguro que no realizamos esta afirmaci¨®n con ¨¢nimo descalificativo, simplemente tratamos de constatar una evidencia.
En un contexto de cambio hist¨®rico tan importante como el que se vive a nivel global, Euskadi y Catalu?a no pueden ni quieren ser dependientes del Estado espa?ol. Deseamos construir nuestro propio modelo de desarrollo humano sostenible y s¨®lo puede hacerse desde el respeto al derecho a decidir de nuestra ciudadan¨ªa. Desde esta base, aspiramos a construir las mejores relaciones sociales, econ¨®micas, culturales y pol¨ªticas con los pueblos que desean formar parte del Estado espa?ol¡ y lo conseguiremos, somos insistencialistas.
Juan Jos¨¦ Ibarretxe Markuartu fue presidente del Gobierno vasco. Ahora dirige el AgirreLehendakaria Center.
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