La cigarra espa?ola y la hormiguita vasca
La sobrefinanciaci¨®n explica el progreso de Euskadi mejor que la borrosa ¡°identidad¡±
En un reciente art¨ªculo expon¨ªa el profesor Ibarretxe su teor¨ªa sobre los evidentes beneficios que comporta la autogesti¨®n regionalizada de los recursos p¨²blicos con respecto a su heterogesti¨®n estatal. La gesti¨®n de los recursos al nivel en que se generan (que en su caso es el Pa¨ªs Vasco) crear¨ªa, seg¨²n ¨¦l, una ¡°cultura de la autorresponsabilidad¡±, que har¨ªa que la sociedad se esforzase en hacer una ¨®ptima gesti¨®n, al saber que nadie les sacar¨ªa las casta?as del fuego si las cosas van mal. En cambio, la gesti¨®n estatal de los recursos desanima el esfuerzo individual y social porque genera una cultura de la dependencia, la de que siempre habr¨¢ un Gobierno que me ayudar¨¢.
Este tipo de teor¨ªas dejan siempre en el lector un regusto de insatisfacci¨®n, porque no explican exactamente por qu¨¦ la gesti¨®n a un concreto nivel (que coincide siempre curiosamente con el que el nacionalismo del autor ha establecido de antemano como preferente) es ¡°auto¡± y a otro nivel es ¡°hetero¡±. El de Ibarretxe es un discurso que remite a una petici¨®n de principio, y ello se debe a que, en el fondo, no es una explicaci¨®n, sino una f¨¢bula moral. En concreto, no es sino una versi¨®n cientifista de la f¨¢bula de la cigarra y la hormiga trasladada a la piel de toro.
La cigarra es Espa?a, un Estado que ¡ªdice¡ª reparte sus recursos ¡°a trav¨¦s de tarjetas black¡± y que ha logrado ser actualmente uno de los m¨¢s desiguales e injustos de la Uni¨®n Europea, sin duda por la rapacidad de sus clases dirigentes. La hormiguita es el Pa¨ªs Vasco, que ha creado una cultura de la solidaridad y el igualitarismo precisamente porque depend¨ªa de su esfuerzo solitario y porque ten¨ªa al frente de su Gobierno a unos mod¨¦licos administradores.
Bien, pero, ?por qu¨¦ unos pueblos son hormiguitas y por qu¨¦ otros son cigarras? Ibarretxe lo descubri¨® hace ya a?os, cuando formul¨® su ley del funcionamiento de las sociedades: ¡°los pueblos con identidad tienen propensi¨®n a hacer las cosas bien¡±. Y los vascos tenemos identidad a raudales, como sabe cualquiera, mientras que los espa?oles, bueno, lo siento, tienen una mediocre identidad.
Los vascos son supersolidarios con sus pobres gracias a que no dan ni medio euro a los dem¨¢s
Probablemente, Acemoglu y Robinson (¡°Why nations fail¡±) hubieran querido profundizar un poco m¨¢s en esta ¡°explicaci¨®n identitaria del progreso de las naciones¡± y hubieran indagado si existen arreglos institucionales a trav¨¦s de los cuales se ejercita esa et¨¦rea identidad. Y hubieran averiguado pronto que s¨ª; que las relaciones fiscales y financieras entre el Pa¨ªs Vasco y Espa?a se organizan en torno a un sistema peculiar y ¨²nico, distinto del sistema com¨²n, que es el sistema foral. Su justificaci¨®n es tan borrosa como lo de la ¡°identidad¡±, porque apela a ¡°los derechos hist¨®ricos¡±, pero Acemoglou y Robinson no se hubieran parado en ello sino que hubieran dicho: bien, sea cual sea su justificaci¨®n dogm¨¢tica, ?qu¨¦ efectos sociales y econ¨®micos perceptibles tiene esta instituci¨®n sobre el funcionamiento de esa sociedad? Porque si los tiene, probablemente ah¨ª estar¨¢ al final la identidad de la hormiguita.
Todos los hacendistas, todos los balancistas fiscales y todos los investigadores de cuentas p¨²blicas espa?oles, catalanes o vascos les dir¨ªan al un¨ªsono: s¨ª, el sistema foral de financiaci¨®n hace que, para unos mismos servicios, las Administraciones vascas cuenten con unos recursos p¨²blicos disparadamente superiores a los de las dem¨¢s Administraciones espa?olas. En concreto, su sobrefinanciaci¨®n es entre el 80% y el 100% de la media espa?ola. Los vascos disponen de entre 1,8 y 2 euros para dar servicios p¨²blicos, all¨ª donde los espa?oles disponen de 1 euro. Notable diferencia, vive Dios, dir¨ªan nuestros investigadores, pero ?por qu¨¦ se produce?
Bien: b¨¢sicamente, y seg¨²n las cuentas agregadas, porque el Pa¨ªs Vasco, a pesar de ser una de las regiones m¨¢s ricas de Espa?a, no aporta lo que le corresponder¨ªa a la solidaridad interterritorial con las regiones de menor renta, sino que es receptora neta de financiaci¨®n. Seg¨²n la recta de regresi¨®n le corresponder¨ªa aportar un 8% de su PIB, pero en lugar de ello recibe un 1%. ?Y eso es mucho? Pues ver¨¢n, para poder comparar, Espa?a recibi¨® de Europa una transferencia anual de fondos cohesivos de alrededor del 0,8% de su PIB desde 1990 hasta 2005. Y se not¨®, vaya si se not¨®. Pues Euskadi se beneficia de un 8% de su PIB desde 1980 aproximadamente, de manera acumulativa. Calculen. Acemoglou y Robinson concluir¨ªan raudos: esa no es sino una ¡°instituci¨®n extractiva¡± en manos de un subsector social del Estado, definido por estirpe territorial.
O sea, dir¨ªan tambi¨¦n nuestros investigadores identitariamente agn¨®sticos, que cuando Ibarretxe presume de que el Pa¨ªs Vasco ha puesto en marcha un sistema universal de garant¨ªa de ingresos para toda su poblaci¨®n, incluidos los inmigrantes extranjeros, de hecho, ese sistema se basa precisamente en los recursos que le proporciona el no ser solidario con las otras regiones espa?olas. En otras palabras, que los vascos son supersolidarios con sus ciudadanos pobres gracias a que no dan ni medio euro para la solidaridad con los extreme?os, andaluces y dem¨¢s pobres espa?oles.
Pues s¨ª, habr¨ªa que decirles, lo que pasa es que los vascos practicamos una solidaridad bien entendida, es decir, s¨®lo con nosotros, las hormiguitas. Las cigarras, que se las arreglen solas. ?O no era as¨ª la moraleja de la f¨¢bula?
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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