El poder de nuestro carro de la compra: el consumo como acto pol¨ªtico
Este es un texto de Laura Villadiego y Nazaret Castro, fundadoras del proyecto Carro de Combate.
Un simple repaso a nuestro carro de la compra habitual lo deja claro: casi todo lo que adquirimos tiene materias primas que fueron extra¨ªdas en ?frica o Am¨¦rica Latina, dejando en el proceso profundos impactos ambientales; estas materias primas viajaron despu¨¦s en barco, probablemente hacia alg¨²n pa¨ªs del Sudeste asi¨¢tico, donde fueron procesadas en condiciones de virtual esclavitud; y volvieron a embarcar despu¨¦s, con un enorme gasto de combustible, hacia el pa¨ªs de consumo final. Este es el esquema perverso de la deslocalizaci¨®n de la producci¨®n, que deja en unos lugares contaminaci¨®n y explotaci¨®n laboral para que otros puedan mantener sus h¨¢bitos de sobreconsumo creciente. Eso es lo que pretendemos desvelar en el libro Carro de Combate. Consumir es un acto pol¨ªtico, reci¨¦n publicado por Clave Intelectual. En ¨¦l, proponemos un recorrido por veinte productos para entender su huella socioambiental, pero tambi¨¦n sus efectos sobre nuestra salud.
A cada paso del ciclo de vida de los productos se profundiza en lo que Karl Marx llam¨® la fetichizaci¨®n de la mercanc¨ªa: la ocultaci¨®n del trabajo humano y de las relaciones personales que est¨¢n detr¨¢s de la mercanc¨ªa que encontramos, envuelta en pl¨¢sticos brillantes y coloridos, en las estanter¨ªas del Carrefour o de Zara. Hemos olvidado que somos al mismo tiempo consumidores y productores; somos ¡°prosumidores¡±, como han dado en llamar algunos, o ¡°consumadores¡±, como proponen otros, recalcando as¨ª la aparici¨®n de nuevas formas de consumo y producci¨®n -no lo olvidemos: son las dos caras de la misma moneda- que fomentan la cooperaci¨®n y la solidaridad y no la competencia, y que, en definitiva, colocan como objetivo de la econom¨ªa la reproducci¨®n de la vida y no del capital.
Si de lo que se trata es de un cambio cultural profundo en nuestro consumo, entonces la primera batalla es la de la informaci¨®n. Debemos saber lo que consumimos, y el reguero de impactos socioambientales que deja la cadena de producci¨®n, para entender la necesidad del cambio. En definitiva, la concienciaci¨®n acerca del origen de los productos que consumimos puede ser un arma pol¨ªtica de primer orden para que los ciudadanos se cuestionen el modo de producci¨®n, circulaci¨®n y distribuci¨®n de mercanc¨ªas que se ha instalado en nuestras sociedades.
Y sin embargo, informarse no es tarea sencilla: las empresas son opacas y los etiquetados no ayudan todo lo que deber¨ªan. Los intentos de mejorar esta informaci¨®n en los envases suelen enfrentarse a la oposici¨®n de la industria, como se ha visto con la legislaci¨®n sobre etiquetado de alimentos en Europa, obligatoria desde el pasado 13 de diciembre, cuya redacci¨®n sufri¨® importantes modificaciones debido a la campa?a de presi¨®n de los lobbies de la industria alimentaria.
Pero el consumidor no deber¨ªa ser el ¨²nico responsable; sus opciones son a menudo limitadas y algunas de ellas, aptas s¨®lo para bolsillos privilegiados. As¨ª el consumo responsable no deber¨ªa ser una finalidad en s¨ª misma, sino un puntapi¨¦ para que, como miembros de una comunidad, adquiramos la conciencia de las iniquidades que estamos ayudando a sostener con nuestras compras, y reivindiquemos ante quienes nos gobiernan cambios legislativos que avancen hacia un mundo m¨¢s justo, como intentan las decenas de organizaciones sociales de todo el mundo congregadas en la Campa?a Desmantelar el Poder Corporativo, que presionan para la elaboraci¨®n de un tratado internacional que ponga freno a la impunidad de las multinacionales.
Mientras llegan esos cambios, son muchas las personas que ensayan experiencias en las que est¨¢ la semilla de esos otros mundos posibles: huertos urbanos, cooperativas de productos ecol¨®gicos, grupos de consumo y reciclaje... Eso s¨ª: sin dejarse frustrar por el af¨¢n de la absoluta coherencia. En la sociedad que vivimos, no es posible evitar cada impacto del consumo, pero no por ello deja de contar cada paso que damos; porque cada uno de esos pasos nos acerca hacia esa otra econom¨ªa posible donde el respeto a la vida y la dignidad humana est¨¦n por encima del dinero.
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