Navidad
Siento un placer infantil, completamente fr¨ªvolo y del todo pagano ante la Navidad. Me gusta dar regalos, arreglar la casa, cocinar durante horas, sacar el mantel de las abuelas
?Por qu¨¦, cuando nos hacemos adultos, nos gusta tanto que ya no nos gusten cosas que antes nos gustaban mucho? Sucede con varios asuntos: con bandas de rock, con escritores, con bares, con playas. Lo declamamos, adem¨¢s, con orgullo: ¡°?Esa banda? ?Pero si no hacen nada bueno desde 1982!¡±; ¡°?Ese bar? Deber¨ªas haberlo conocido hace 15 a?os¡±. Como si el hecho de que ahora nos generen desprecio las cosas que antes nos apasionaban ¡ªU2, Paul Auster¡ª fuera se?al inequ¨ªvoca de que hemos devenido personas inteligentes y evolucionadas. El ejemplo m¨¢s universal de este fen¨®meno es la Navidad. La irritaci¨®n y el espanto que esta fecha produce en el adulto promedio parece la mejor garant¨ªa de que el susodicho ha dejado atr¨¢s ¡ªal fin¡ª las torpes ilusiones de la infancia. Por estos d¨ªas, la gente que me escribe se despide dese¨¢ndome ¡°que te sea leve con las fiestas¡± o ¡°que pase r¨¢pido¡±. Yo agradezco, pero tengo un problema: la Navidad me encanta. Siento un placer infantil, completamente fr¨ªvolo y del todo pagano ante la Navidad. Me gusta dar regalos, arreglar la casa, cocinar durante horas, sacar el mantel de las abuelas. De los ritos que en Occidente ya no tenemos, o que hemos decidido aniquilar, este se ha quedado conmigo y lo cultivo con esmero. Lo paso mejor, mal y peor, como todo el mundo, pero persisto, como quien ha decidido ser leal a sus h¨¦roes de infancia. Sospecho que lo que irrita y perturba de la Navidad ¡ªde las fiestas de fin de a?o en su conjunto¡ª es que su reestreno serial, cada diciembre, nos recuerda que el tiempo pasa: que nos hacemos viejos, que los sue?os se nos quedan en espuma. Habr¨ªa que pensar, entonces, qu¨¦ hicimos ¡ªo qu¨¦ vamos a hacer¡ª con el tiempo. Por ahora, y hasta tanto, feliz Navidad.
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