La construcci¨®n de Kennedy
En 2015 se cumplen 55 a?os del salto a la arena pol¨ªtica global de J. F. Kennedy en la convenci¨®n dem¨®crata en la que compiti¨® con Lyndon B. Johnson. Aquella fue la g¨¦nesis de uno de los grandes mitos pol¨ªticos del siglo XX. Desgranamos la historia de la m¨¢s pura encarnaci¨®n del sue?o americano.
![Uno de los momentos de relax m¨¢s naturales de la pareja Jackie-Jack en la pre-campa?a de finales de 1959. La imagen est¨¢ tomada en un diner de Pendleton (Oreg¨®n), cuando el matrimonio a¨²n pod¨ªa viajar disfrutando de cierto anonimato.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GBFK7DBYLLN2U2FOF5C4PAS7PY.jpg?auth=d6cec51229b62446d075eca8710331471dad63f26c95ca0a034575b2a919d610&width=414)
El 35? presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, tendr¨ªa hoy 97 a?os; es, por tanto, un personaje que bastante m¨¢s de la mitad de los lectores de este peri¨®dico conocen solo por los libros de historia, y sobre todo por las fotograf¨ªas. Somos minor¨ªa los que a¨²n recordamos d¨®nde est¨¢bamos cuando, a ¨²ltima hora de la tarde del 22 de noviembre de 1963, lleg¨® a Espa?a la noticia de su asesinato en Dallas. Su corta presidencia, solo mil d¨ªas, una tarea inacabada, no explica por qu¨¦ hoy, 51 a?os despu¨¦s de su desaparici¨®n, un periodo m¨¢s que suficiente para sepultar la memoria de cualquier personaje, este pol¨ªtico de origen irland¨¦s todav¨ªa suscita inter¨¦s, provoca nuevas obras sobre su persona y su tiempo en la Casa Blanca, y proyecta su imagen privada y p¨²blica sobre un mundo globalizado muy diferente. Incluso se quiso ver un paralelismo con la llegada de Barack Obama, el primer presidente negro, a la Casa Blanca en 2008, por el entusiasmo y las expectativas despertadas en todo el mundo. De las que solo quedan rescoldos.
Tampoco el hecho de su asesinato a manos, oficialmente, de un tirador solitario, Lee Harvey Oswald, de tres disparos de un rifle italiano de cerrojo marca Carcano, uno de los cuales le revent¨® el cerebro, cuando solo ten¨ªa 46 a?os y viajaba en un coche descubierto, basta para entender que todav¨ªa se siga escribiendo sobre Kennedy: m¨¢s de 500 libros, y que se sigan vendiendo. Aparece ahora Norman Mailer. JFK. Superman Comes to the Supermarket (Taschen), centrado en 1960, las elecciones primarias, la convenci¨®n dem¨®crata, los debates en televisi¨®n con Nixon, la campa?a y el ajustado triunfo en noviembre por solo 118.574 votos de 68,8 millones de sufragios emitidos, menos del 1% del voto popular.
La base literaria del libro es un largo ensayo del rebelde escritor Norman Mailer, precursor del Nuevo Periodismo, que se enamor¨® del personaje tras seguirle durante todo el a?o, titulado Superman va al supermercado. Fue publicado en los sesenta por la revista Esquire. Pero el inter¨¦s de este libro reside sobre todo en su parte gr¨¢fica: el m¨¢s completo reportaje fotogr¨¢fico sobre la campa?a presidencial de 1960 y de sus grandes protagonistas: JFK y los votantes. Repasando las im¨¢genes, mayoritariamente en blanco y negro (el color, a¨²n primitivo y caro, lo reservaban las grandes revistas como Life para las portadas), se comprende el entusiasmo que despert¨® el todav¨ªa senador, sobre todo entre los j¨®venes y las mujeres, en un pa¨ªs adormecido en el bienestar y el aburrimiento tras ocho a?os de calma paternal del presidente general Eisenhower.
![25 de abril de 1960. Subido a una silla, John Fitzgerald Kennedy se dirige a una improvisada concurrencia en el condado de Logan, en Virginia Occidental.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YZ2X4QMXXMWTMH76PTWFFGCUZM.jpg?auth=af014434319d9bfe18dc8029cc00d70a1c7f2bcea799cd6ff1898ae6163232ea&width=414)
Mailer relata que hab¨ªa un r¨ªo subterr¨¢neo de deseos rom¨¢nticos, solitarios, sin descubrir, en el alma americana que Kennedy, un h¨¦roe de guerra con el glamur de una estrella de Hollywood, parec¨ªa dispuesto a ocupar. El pr¨ªncipe de la luz contra la apoteosis del liderazgo oportunista, encarnado por Nixon. El autor entend¨ªa que la elecci¨®n supon¨ªa una obra dram¨¢tica de moralidad m¨¢s que un reajuste de las preferencias del votante basadas en la demograf¨ªa y las promesas partidistas. Estados Unidos aceleraba. 1960 era la frontera. Con un presidente tan joven y atractivo, 43 a?os, y la elegante y cultivada Jackie, la pol¨ªtica pasaba a ser excitante y, en opini¨®n de Mailer, hac¨ªa que fuera divertido vivir en EE UU. No eran detalles accidentales, insignificantes o fr¨ªvolos, sino nuevos e importantes hechos pol¨ªticos. Kennedy significaba un acontecimiento existencial.
Estados Unidos iniciaba la d¨¦cada de los sesenta que tanto juego dio: la revoluci¨®n sexual, los derechos civiles para los negros, la llegada a la Luna, la contracultura, Mayo del 68. Y el pa¨ªs buscaba un h¨¦roe y coincidi¨® con la llegada de Kennedy a la Casa Blanca. La naci¨®n se hab¨ªa vuelto perezosa y encontr¨® a su despertador en el hijo de una familia privilegiada de Boston, adonde llegaron sus abuelos huyendo de la hambruna de la patata en Irlanda. Su padre, Joseph, amas¨® su fortuna vendiendo ilegalmente alcohol en los a?os de la prohibici¨®n; se integr¨® en la burgues¨ªa de la Costa Este, logrando ser aceptado por los patricios yanquis de Boston, una ciudad en la que ¡°los Lowell¡¯s hablan solo con los Cabot, y los Cabot ¨²nicamente hablan con Dios¡±. Joseph logr¨® finalmente colocar a su hijo en la Casa Blanca; a?os antes, Jack hab¨ªa derrotado humillantemente a un Cabot en su primer intento para conseguir un esca?o en el Senado de Washington.
Mailer, abducido por JFK, acert¨® al escribir que la pol¨ªtica de Am¨¦rica ser¨ªa tambi¨¦n ahora la pel¨ªcula favorita de Am¨¦rica, el best seller de Am¨¦rica. En su ensayo sobre la forma arrolladora de Kennedy de vencer en las primarias frente a Humphrey y Stevenson, en su discurso de aceptaci¨®n en la convenci¨®n de Los ?ngeles, en su fr¨ªa decisi¨®n de escoger como vicepresidente a Lyndon John?son, al que aborrec¨ªa, pero que le dar¨ªa los Estados del Sur en la elecci¨®n, est¨¢n los primeros mimbres para construir la leyenda. El 8 de noviembre, como esperaba Mailer, la naci¨®n fue suficientemente valiente para alistarse al sue?o rom¨¢ntico de s¨ª misma y votar por la imagen en el espejo de su subconsciente, suficiente para esperar una aceleraci¨®n del tiempo.
![Jackie Kennedy, a la sombra de JFK, recibe en septiembre de 1960 la atenci¨®n del alcalde de Nueva York, Robert Wagner Jr., durante una cena de recaudaci¨®n de fondos en Washington.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VIKOK7JW36HJVPQ4AJCWJOBJCM.jpg?auth=29a146b393140e80e42045b1a59354bbe3c5652a235f7e16fe772dbd58b37942&width=414)
Pero hay que recurrir a par¨¢metros procedentes de la antig¨¹edad griega para comprender por qu¨¦ JFK, los Kennedy y su corte de Camelot, que alist¨® a los mejores y los m¨¢s brillantes, se han convertido en un mito al que no puede aplicarse la prueba del algod¨®n de la realidad. El mito es siempre un relato que cuenta las historias extraordinarias de h¨¦roes y dioses centrado en un protagonista m¨ªtico. Carlos Garc¨ªa Gual explica c¨®mo el mito habita en el ¨¢mbito seductor de lo imaginario, lo fabuloso y lo memorable.
La muerte, en 2009, de Ted Kennedy, el tercer hermano de la saga que intent¨® tambi¨¦n la presidencia, y su entierro en el cementerio nacional de Arlington, junto a sus hermanos asesinados John y Robert, parec¨ªa presagiar que la dinast¨ªa se desvanec¨ªa. Como afirm¨® el general Douglas MacArthur de los viejos soldados, ¡°que nunca mueren, simplemente se desvanecen¡±. Las dos generaciones Kennedy siguientes, entre los 25 y los 65 a?os, saben que no pueden, no quieren o no se atreven a portar la antorcha pol¨ªtica de JFK. Son solo iconos de un sue?o. La ¨²nica hija viva de Jack, Caroline, la princesa heredera, de 57 a?os, es la embajadora de Estados Unidos en Jap¨®n. Joe Kennedy III, nieto de Robert Kennedy, es congresista en Washington por un distrito de Massachusetts. Son ya un ep¨ªlogo. Los arist¨®cratas de Am¨¦rica, lo m¨¢s parecido a una familia real en un pa¨ªs que naci¨® de una rebeli¨®n contra el monarca brit¨¢nico.
Pero el mito perdura, aunque no se explique objetivamente, sea exagerado e incluso falso. Estamos ante un interesante caso de instalaci¨®n de una realidad virtual que no se compadece con los escasos logros, sobre todo en pol¨ªtica dom¨¦stica, de la presidencia Kennedy. Este imaginario es inmune a los fallos de su personalidad, sus enga?os sobre su salud o sus comportamientos inmorales que, aunque relativos a la esfera privada, le llevaron a asumir grandes riesgos que pudieron afectar a la seguridad nacional, al compartir cama con una mujer, Judith Campbell, que tambi¨¦n lo hac¨ªa con el capo mafioso Sam Giancana. Mujeriego compulsivo hasta l¨ªmites patol¨®gicos, enga?ando permanentemente a su mujer, introduciendo a sus amantes en la Casa Blanca, mientras su entorno proyectaba la imagen de la feliz familia presidencial s¨ªmbolo del sue?o americano.
![Tras derrotarle en la convenci¨®n dem¨®crata, Kennedy propuso a Lyndon Johnson que le acompa?ara en su carrera hacia la Casa Blanca. La estrategia de JFK con este movimiento era conquistar votos en el sur de EE?UU, especialmente en Texas, donde Johnson fue senador.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3BFISDGR3F2V4UM7TXWQ675LUQ.jpg?auth=a4f09d73dff9eab1a4a14a68c33695cc9dc6df0a813d69dadb3d9cc82a9cf083&width=414)
La prensa de entonces no controlaba como ahora a los presidentes. Los pecados privados no eran investigados, no se conoc¨ªa su intensidad ni los detalles que ahora sabemos. JFK exudaba energ¨ªa, pero era en realidad un enfermo cr¨®nico que necesitaba 10 medicinas diarias: sufr¨ªa una enfermedad cong¨¦nita de la columna vertebral que le obligaba de vez en cuando a usar muletas; padec¨ªa la enfermedad de Addison, una atrofia de las gl¨¢ndulas adrenales; tomaba corticoides, y sufr¨ªa de colitis y asma al¨¦rgica. Todo ello fue ocultado al p¨²blico, antes de su elecci¨®n y durante su presidencia. Su hermano Robert, fiscal general, lleg¨® a destruir el informe de su autopsia. La sociedad de la ¨¦poca no le conced¨ªa importancia a estas cosas. Hoy no hubiera podido ser presidente, y de haberlo sido, sus mentiras continuadas hubieran acabado con ¨¦l.
Sus prometidas reformas sociales: lucha contra la pobreza, el Medicare (seguro de salud para las personas mayores de 65 a?os), no llegaron a convertirse en leyes. Fue excesivamente calculador y pol¨ªticamente t¨ªmido, y no se atrevi¨® a conceder los derechos civiles a la poblaci¨®n negra y acabar con una infamia hist¨®rica. Tuvo que esperar a la llegada de su sucesor, Johnson, que consigui¨® que el Congreso aprobara las leyes de derechos civiles y la legislaci¨®n social que no logr¨® Kennedy. Cat¨®lico, rompi¨® las barreras religiosas en pol¨ªtica, respet¨® la absoluta separaci¨®n entre Iglesia y Estado y repet¨ªa que no era el candidato cat¨®lico a la presidencia: ¡°No hablo por la Iglesia en temas de pol¨ªtica p¨²blica y nadie en la Iglesia habla por m¨ª¡±.
Fue m¨¢s estimable su labor en pol¨ªtica exterior, marcada por su afirmaci¨®n: ¡°Soy un idealista sin ilusiones¡±. Avances en la relaci¨®n con la URSS, sobre Berl¨ªn y Cuba, tras la fallida invasi¨®n que le leg¨® Eisenhower, y que se neg¨® a solucionar utilizando la fuerza militar aplastante, evit¨® una guerra nuclear con los sovi¨¦ticos en la crisis de los misiles at¨®micos instalados por Jruschov en la isla caribe?a. En Vietnam, a pesar del asesinato del presidente Diem, que Kennedy autoriz¨®, no agrav¨® el conflicto, aument¨® de unos centenares a unos miles el n¨²mero de asesores militares, pero neg¨® el env¨ªo de 100.000 tropas de combate. Nos hemos quedado sin saber si en un segundo mandato hubiera contenido militarmente la guerra de Vietnam, evitando la escalada de una contienda que envenen¨® al pa¨ªs.
![Jackie Kennedy saluda a los periodistas congregados el verano anterior en la casa familiar de Hyannis Port, cuando su esposo result¨® ganador en las primarias presidenciales del Partido Dem¨®crata y daba comienzo el viaje de los Kennedy hacia la Casa Blanca.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WVNZYKQ5D25IKB6UJHITFSDS4A.jpg?auth=02aa9c298ce077c9fad5f8af530ef075a6164900977892ca0ad60397b42886ec&width=414)
No fue una presidencia transformadora, dur¨® menos de tres a?os, y sin embargo Jack Kennedy y su magnetismo movilizaron a los j¨®venes de la ¨¦poca, y no solo en EE UU, volc¨¢ndolos en la ayuda a otros pa¨ªses a trav¨¦s del Cuerpo de Paz, como no lo ha hecho nunca ning¨²n otro mandatario. El primer presidente estadounidense nacido en el siglo XX jug¨® fuerte la baza de la renovaci¨®n generacional al afirmar: ¡°Los j¨®venes est¨¢n mejor preparados para dirigir la historia que los viejos, y estoy listo para ser presidente¡±. Ante la misma pregunta sobre su disposici¨®n, Nixon respondi¨®: ¡°Las capacidades que pueda tener para la presidencia las recib¨ª de mi madre y de mi padre, de mi escuela y de mi iglesia¡±. En 1988, 75 historiadores y periodistas describieron la presidencia de Kennedy como la m¨¢s sobrevalorada de la historia de EE UU. Una valoraci¨®n de los presidentes realizada por historiadores y acad¨¦micos sit¨²a a JFK en el puesto 18?, ligeramente por encima de la media.
Fue el primer gobernante televisivo del siglo XX. Le quer¨ªan las c¨¢maras, como qued¨® demostrado en el primer debate televisado de una elecci¨®n presidencial, a finales de septiembre de 1960, en el que se comi¨® a Nixon. Una audiencia de 70 millones comenz¨® a enamorarse de JFK, que pareci¨® mejor, dio mejor, quiz¨¢ no fue necesariamente por lo que dijo. Enfrente tuvo a un Nixon que acababa de salir de una enfermedad infecciosa. Aparec¨ªa cansado, con sudor y su barba oscura empastada por un deficiente maquillaje. La audiencia que escuch¨® el debate por radio pens¨® que Nixon hab¨ªa ganado. Hubo dos debates m¨¢s, pero ya no importaron: el p¨²blico se hab¨ªa quedado con la frescura de JFK. Aquella televisi¨®n incipiente, todav¨ªa en blanco y negro, que hoy nos parecer¨ªa cutre, ser¨ªa decisiva para impulsar el mito de Kennedy.
Entendi¨® que acababa una ¨¦poca y el pa¨ªs estaba al borde de una nueva frontera, y le pidi¨® que optara entre el inter¨¦s p¨²blico o la esfera privada, entre la grandeza nacional o el declive. JFK transmiti¨® una corriente el¨¦ctrica de optimismo, esperanza, y de la necesidad de perseguir los sue?os. Sedujo a los ciudadanos como ning¨²n l¨ªder pol¨ªtico lo hab¨ªa hecho. Proyect¨® idealismo y simboliz¨® el sue?o americano; a Kennedy le gustaba repetir las palabras del escritor irland¨¦s George Bernard Shaw: ¡°Sue?o cosas que nunca fueron y digo: ?por qu¨¦ no?¡±. Permanece hoy en el espacio fabuloso de la memoria colectiva, que retiene la enorme ilusi¨®n que provoc¨® su ef¨ªmera presidencia; del sue?o dram¨¢ticamente interrumpido. Este es el mito que a¨²n perdura. En poco m¨¢s de dos a?os probablemente Estados Unidos afrontar¨¢ la posibilidad de dar otro salto importante hacia el futuro eligiendo a su primera mujer presidenta. Hillary Clinton, sin embargo, no huele a coche nuevo. Jack Kennedy fue en 1960 un coche nuevo.
El libro Norman Mailer. JFK. Superman Comes to the Supermarket, con m¨¢s de 300 im¨¢genes de la carrera presidencial de John Fitzgerald Kennedy en 1960 y el c¨¦lebre ensayo de Norman Mailer que public¨® Esquire sobre el ascenso pol¨ªtico de JFK, est¨¢ editado por Taschen.
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