La Navidad supera la ficci¨®n
El autor disecciona una serie de fotos para esbozar una visi¨®n personal, m¨¢s all¨¢ de lo evidente, ¡°sobre ese pa¨ªs que dura dos semanas al a?o y que carece de territorio propio¡±.
La Navidad es un pa¨ªs que dura dos semanas al a?o y que carece de territorio propio. De ah¨ª que se realice en el interior de otros pa¨ªses de los que aprovecha sus propiedades digestivas, pues por s¨ª misma es incapaz de metabolizar. Cuando hacia el 7 o el 8 de enero la Navidad se esfuma hasta el a?o siguiente, sus estragos, de car¨¢cter sentimental, digestivo y econ¨®mico, permanecen durante alg¨²n tiempo en los pueblos que ha venido parasitando desde el 24 de diciembre. Por eso, por ejemplo, se habla de la ¡°cuesta de enero¡±. La cuesta de enero significa que las familias han quedado arrasadas, como si volvieran de Las Vegas, ya que, adem¨¢s de un pa¨ªs, la Navidad es tambi¨¦n un estado mental que induce al gasto desaforado, al consumo desmedido y a la utilizaci¨®n loca de la tarjeta de cr¨¦dito.
Se suele decir que la Navidad es de los ni?os porque son ellos, en efecto, quienes m¨¢s disfrutan de su magia. Llamamos magia a la sucesi¨®n de hechos inexplicables en cualquier otra ¨¦poca del a?o o en cualquier otra provincia de la realidad. Las familias, por ejemplo, incluso aquellas cuyos miembros m¨¢s se detestan entre s¨ª, se re¨²nen estos d¨ªas para cenar o para comer, aunque sobre todo para beber copiosamente, dando lugar a escenas dom¨¦sticas de enorme tensi¨®n en las que los adultos, absortos como se encuentran en la manifestaci¨®n de sus odios, se olvidan por completo de los ni?os, que recorren las casas de sus primos carnales ¨Ca los que no han visto desde el a?o anterior¨C abriendo las puertas de los armarios y revisando con asombro los cajones de la ropa interior de sus t¨ªas y sus t¨ªas abuelas sin que ninguna fuerza exterior consiga detenerlos. Los ni?os, en las sobremesas interminables de estas celebraciones, y como responsables de s¨ª mismos que son hasta que los adultos regresan de ese raro viaje al pasado con olor a co?ac, a Calisay o a sidra achampanada, juegan debajo de las camas, se esconden en el interior de las neveras, se descuelgan hasta el fondo del patio interior de las viviendas por las tuber¨ªas de los desag¨¹es y se fuman en el cuarto de ba?o los cigarrillos que han hurtado de los bolsillos de sus padres o madres. Significa que las urgencias de los hospitales trabajan estos d¨ªas a tope, aunque tambi¨¦n ellos hayan sido invadidos por la Navidad o sus s¨ªmbolos. Hay m¨¦dicos que atienden con el gorrito de Pap¨¢ Noel.
La magia no termina aqu¨ª. Resulta que, seg¨²n el ¨¢rea geogr¨¢fica en que ocurra, unos extra?os seres ¨CPap¨¢ Noel y los Reyes Magos¨C, los d¨ªas 25 de diciembre y 6 de enero, respectivamente, entran en las viviendas y dejan en ellas regalos para toda la familia. Pap¨¢ Noel, que est¨¢ muy gordo, y que evidentemente no cabe por el tubo de una chimenea, se introduce en las casas, milagrosamente, a trav¨¦s de ellas. Esto sucede incluso en los hogares en los que no hay chimenea, y hasta en los que no hay calefacci¨®n central. Es, como decimos, parte de la magia de la Navidad. El viejo gordo utiliza como veh¨ªculo un trineo tirado por seis renos voladores que aparca en el tejado de los edificios mientras distribuye los paquetes alrededor del ¨¢rbol, que ¨²ltimamente suele ser de pl¨¢stico, con ramas telesc¨®picas que se abren y se estiran a gusto del consumidor. En cuanto a los Reyes Magos, viajan con todo su cargamento en camellos que penetran hasta el coraz¨®n mismo de los hogares, aunque los hogares tengan 40 metros cuadrados y se encuentren en un cuarto piso sin ascensor, donde se comen las patatas y se beben el agua que les han dejado los ni?os antes de irse, l¨®gicamente excitad¨ªsimos, a la cama.
Hasta hace algunos a?os, Pap¨¢ Noel y los Reyes Magos actuaban en zonas geogr¨¢ficas diferentes, pues tanto el uno como los otros proceden de tradiciones culturales y religiosas diferentes. En la actualidad, por efecto de la globalizaci¨®n y de las necesidades econ¨®micas de las grandes corporaciones financieras, ambas tradiciones se han trenzado, especialmente en los pa¨ªses latinos, de modo que muchos ni?os reciben regalos los d¨ªas 25 de diciembre y 6 de enero.
La confusi¨®n cultural, siendo feroz, est¨¢ poco estudiada y no es cuesti¨®n de que nos pongamos a ello en esta breve cr¨®nica. Una cosa es cierta, y es que Pap¨¢ Noel, en esa lucha sorda que se da a veces entre las costumbres for¨¢neas y los pa¨ªses d¨¦biles, se ha comido pr¨¢cticamente a los Reyes Magos, con todo su s¨¦quito, como el pez grande se come al chico o la multinacional a la nacional. El ¨¢rbol de Navidad, por ejemplo, est¨¢ acabando con la tradici¨®n del viejo bel¨¦n, que era muy engorroso de montar y de desmontar, adem¨¢s de poco pr¨¢ctico. Por resumir, en dos palabras, y tal como reza un grafiti de mi barrio: la Navidad supera la ficci¨®n.
Y bien, como no hay reportaje escrito sin aparato fotogr¨¢fico, hemos seleccionado unas im¨¢genes navide?as del noruego Helge Skodvin que retratan la atm¨®sfera navide?a de Bergen, su ciudad de origen y un lugar lo suficientemente extranjero para que, sin dejar de reconocer los signos de la Navidad, nos extra?emos de ellos. Lo de la extra?eza no es para fastidiar, sino para ayudarnos a tomar distancia frente a un fen¨®meno que con el paso de los a?os, lejos de agotarse, crece y se transforma y se desliga de sus ra¨ªces y se convierte en un territorio aut¨®nomo (un pa¨ªs con sus leyes) al modo en que la literatura, teniendo su base en la realidad, funciona con normas que en la realidad no existen.
Quiz¨¢ lo que de entrada llama la atenci¨®n de este conjunto de instant¨¢neas es su frialdad, aunque tambi¨¦n el hecho de que cuatro de sus im¨¢genes sean de interiores. La frialdad se debe a que las temperaturas medias en Bergen son muy bajas. La abundancia de interiores, a que afuera llueve y nieva las 24 horas del d¨ªa y sin misericordia. Respecto a esta ciudad, se cuenta que un turista pregunt¨® a un ni?o si llov¨ªa todo el tiempo, a lo que el cr¨ªo respondi¨® que no lo sab¨ªa, pues solo ten¨ªa 12 a?os.
La frialdad noruega se aprecia tambi¨¦n mucho en el dise?o. Observen, si no, la fotograf¨ªa de la oficina en la que un diminuto Pap¨¢ Noel se descuelga por el cable de uno de los tubos de la iluminaci¨®n. Si se fijan, es la ¨²nica nota de color en un mundo de grises metalizados. Grises son las paredes, grises los paneles que separan los diferentes cub¨ªculos, grises los techos¡ Lo que no es gris es directamente negro (el respaldo de las sillas) o blanco (los protectores de los tubos de ne¨®n). Dentro de ese paisaje interior tan escandinavo como desasosegante, el peque?o Pap¨¢ Noel introduce un punto de desorden que se agradece mucho. Viene a ser como colocar sobre la superficie de la fr¨ªa y lechosa Luna un escarabajo de colores. Los noruegos son discretos, nada que ver con el galimat¨ªas latino, con la afici¨®n al abigarramiento y al pastiche de los pa¨ªses del Sur. Si hay que colocar un Pap¨¢ Noel, que en estas fechas es lo suyo, se coloca, pero sin que su presencia modifique la atm¨®sfera de trabajo caracter¨ªstica de un negociado.
La segunda fotograf¨ªa de interior que nos ha llamado la atenci¨®n es la formada por la torre de neum¨¢ticos de los que cuelgan, como de un abeto, los adornos propios de la Navidad. La idea es buena: si vendes repuestos de autom¨®viles, lo l¨®gico es que los utilices en cualquier situaci¨®n. Es cierto que ese rinc¨®n parece ideal para colocar un abeto, pero un abeto no dice nada de ti como empresario. Por otra parte, tampoco el n¨²mero de bolas, si se fijan, resulta excesivo (unas 30 o 35). ?Taca?er¨ªa? Nada de eso. Austeridad de nuevo, contenci¨®n, rigor. Aspereza, si ustedes lo prefieren, pero una aspereza de dise?o. Observen, la insensibilidad de las l¨ªneas que conforman el habit¨¢culo, la frialdad de las ventanas, la perfecta colocaci¨®n de los anuncios. Una vez m¨¢s, blancos y grises por doquier, a excepci¨®n de la puerta, que por alguna raz¨®n que se nos escapa es azul. No se pierdan el detalle del felpudo, que nosotros colocamos en la parte de fuera y ellos han colocado en la de dentro, como si se limpiaran los zapatos antes de salir a la calle para no manchar la calzada. Navidad, s¨ª, pero con l¨ªmites. Cada uno en su sitio.
?Y la fotograf¨ªa del oso panda sentado, con expresi¨®n de des¨¢nimo, sobre las cajas de unas mercanc¨ªas cuya naturaleza desconocemos? ?Aprecian ustedes alg¨²n detalle, por peque?o que sea, relacionado con esas fechas tan se?aladas? No, ninguno. ?Se nos ha colado por error esta imagen? Tampoco. Lo que ocurre es que a cada cual le toca la Navidad que le toca y al oso panda le ha tocado esta, qu¨¦ le vamos a hacer. Es posible que tres metros m¨¢s ac¨¢ o m¨¢s all¨¢ hubiera alg¨²n detalle delator (un diminuto Pap¨¢ Noel, un reno del tama?o de una mosca, quiz¨¢ unas cintas de colores), pero lo que ha captado el objetivo cruel es lo que ven: una selva de precios, un conjunto de cajas m¨¢s bien descolocadas y, reinando sobre ese desorden excepcional en un pa¨ªs del Norte, el oso panda, tan querido por los ni?os, a la espera de que alguien sople sobre su rostro y le d¨¦ vida.
Pero de entre todas las fotos de interior, la m¨¢s misteriosa es la del cerdo en la cocina. Tambi¨¦n aqu¨ª hemos buscado un detalle navide?o sin hallar otro que el de esa peque?a iglesia de cart¨®n con una base de papel de aluminio que aparece sobre la encimera. Es cierto que la base de plata podr¨ªa corresponder a un paquete de un cuarto de kilo de jam¨®n de york que ha ido casualmente a caer ah¨ª. No lo sabemos. En todo caso, y una vez m¨¢s, la severidad, la dureza, el ascetismo constituyen la t¨®nica dominante. Es verdad que el cerdo introduce un grado de anarqu¨ªa inquietante en esa atm¨®sfera que es casi de quir¨®fano. Por decirlo r¨¢pido: el cerdo da miedo. Tal vez los adultos est¨¦n en el sal¨®n, d¨¢ndole profusamente al aquavit, que es el vodka del Norte, mientras el puerco busca al beb¨¦ de la casa, ya se imaginan para qu¨¦. Para com¨¦rselo.
Resueltos los interiores, acudamos al exterior. ?Se han fijado en la imagen de esa vivienda frente a cuya fachada hay un Pap¨¢ Noel atrapado en una especie de cabina telef¨®nica? Tampoco tenemos muchas respuestas para este enigma. Lo cierto es que no tenemos ninguna. Viene a ser como si los noruegos odiaran tanto el exterior que se las arreglaran siempre para construir en ¨¦l peque?os interiores. A nosotros, inevitablemente, la imagen nos trae a la memoria aquel mediometraje tan angustioso en el que un personaje interpretado por Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez se quedaba atrapado para siempre jam¨¢s en una cabina donde hab¨ªa entrado a llamar a no sabemos qui¨¦n, quiz¨¢ al diablo.
Llegamos, por fin, a esa fotograf¨ªa del mont¨®n en la que Pap¨¢ Noel aparece volcado de cualquiera manera sobre una masa de pl¨¢sticos que quiz¨¢ contenga otros desechos. De ser as¨ª, la escena indicar¨ªa que la Navidad agoniza y que ya han comenzado a recogerse sus s¨ªmbolos. Hasta el a?o que viene, pues.
Nada m¨¢s desasosegante que en mayo o junio, al abrir un armario para buscar una raqueta de tenis, caiga sobre nosotros una caja repleta de adornos de Navidad. Como si nevara en agosto
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