La decoraci¨®n apropiada
Debemos sentar en el sof¨¢ rojo del discurso de Navidad del Rey a do?a Letizia, y con otro discurso en sus manos. Eso s¨ª que ser¨ªa un gran gesto de cambio
Todo el mundo ha emitido su opini¨®n sobre el primer discurso de Navidad del Rey. Pero pocos han querido reconocer abiertamente qu¨¦ sintieron al observar su decoraci¨®n. ?No parec¨ªa algo acorralado el Monarca en esa silla adem¨¢s peque?a para su estatura y tan cerca de la ventana? Y ese moderno ¨¢rbol de Navidad detr¨¢s de su cabeza distra¨ªa de sus solemnes palabras y parec¨ªa crear un discurso alternativo. M¨¢s te fijabas en las vueltas que daban las luces que lo adornaban, m¨¢s cre¨ªas que eran una alegor¨ªa de las ideas que sobrevolaban por la cabeza de Felipe VI. Nervios ante el estreno y quiz¨¢s un terco pensamiento retorci¨¦ndose entre las ramas del pino: QuedigosobremihermanaCristinalodigoonolodigoCristinaCristina¡
No olvidemos esa amenazante flor de Pascua, cuyas hojas parec¨ªan crecer mientras se desarrollaba el discurso. Parec¨ªa el monstruo de la corrupci¨®n o un dispositivo para ocultar al Peque?o Nicol¨¢s. Las cortinas tan blancas y tiesas que daban la sensaci¨®n de haber regresado dos horas antes de un viaje expr¨¦s al tinte. Y en el centro, el Monarca sentado. Siendo tan joven y apuesto, habr¨ªamos preferido disfrutarlo de pie, como hizo su colega holand¨¦s.
S¨ª, la decoraci¨®n es muy importante, pero en la del discurso real, quiz¨¢ por exceso de querer hacerla m¨¢s familiar, se acab¨® cayendo en decisiones demasiado enf¨¢ticas. Tal vez la habitaci¨®n parec¨ªa prestada, como una de esas estancias de todas las casas grandes a la que nunca se le ha encontrado un uso. Resultaba para muchos como si los muebles acabaran de ponerse. La alfombra ten¨ªa buen aspecto, s¨®lida, patrimonial, como de buena familia, pero todas las superficies de mesas y de sillas brillaban como si alguien tuviera miedo de que fueran a hacer la prueba del algod¨®n en directo. Hasta los marcos de las fotos parec¨ªan bru?idos unas horas antes. Es cierto que debe ser complicado encontrar un marco adecuado para el primer discurso navide?o de un monarca nuevo. Delante de un tapiz de Patrimonio, demasiada ostentaci¨®n. En un despacho dieciochesco, demasiada pompa. Pero seguramente existe, entre tantas, alguna habitaci¨®n en La Zarzuela que tenga buen rollo, aquella sala donde sus padres se relajaban cuando era joven, por ejemplo. Y hubiera quedado m¨¢s real o un poco menos calculado.
Algunas de las frases habr¨ªan resultado menos intensas si no hubieran estado acompa?adas de esos gestos, a veces teatrales, del Monarca. Acompa?ando en silencio, el otro verdadero protagonista del discurso fue el sof¨¢ rojo vac¨ªo donde miles de espa?oles por un momento cre¨ªmos ver sentadas a la reina Letizia y sus hijas junto con Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa con su ipad. Seguro que tuvieron acceso al borrador y aportaron sus buenas ideas. Es inevitable que en este primer discurso navide?o el Rey haya preferido aceptar las sugerencias del partido de gobierno, que siempre necesita un empujoncito real. En futuros discursos ya lo har¨¢ con otras formaciones pol¨ªticas. ?Pero hay que hacer algo con ese sof¨¢ rojo! Provoca indignaci¨®n y desencanto verlo sin nadie. Debemos cortar de ra¨ªz y sin contemplaciones con esa idea de que el sof¨¢ siga as¨ª de vac¨ªo, y de presente, igual que nos ha pedido el Rey que hagamos con la corrupci¨®n. Debemos sentar all¨ª y con otro discurso en sus manos a la reina Letizia. Eso ser¨ªa un gran gesto de cambio. De regeneraci¨®n democr¨¢tica. Y resolver¨ªa el principal problema de esa decoraci¨®n, su falta de personalidad. Su vac¨ªo. Y acabar¨ªa con ese inc¨®modo fantasma que es la no presencia de la Reina.
El discurso, ?c¨®mo no!, lo vimos en familia, entre gambas y langostinos. Pero la gran familia cat¨®dica hizo todo lo posible por acompa?ar al Monarca con el m¨¢ximo despliegue de sus figuras estelares. Los Simpson, a punto de cumplir 25 a?os, acompa?ados de toda una generaci¨®n Simpson, animaron desde Antena 3. Ana Obreg¨®n y Ram¨®n Garc¨ªa volvieron a intentarlo en TVE, y en Telecinco, la Pechotes, esa amiga entra?able del Peque?o Nicol¨¢s. Un mosaico, un repertorio perfecto de las primeras Navidades del reinado de Felipe VI. El tapiz que la Real F¨¢brica deber¨ªa tejer para usar como decorado para pr¨®ximos e ilusionantes discursos.
¡°Para que no se empa?e nuestro prestigio y buena imagen en el mundo¡±, habr¨ªa que producir un documental con los grandes esc¨¢ndalos del a?o, que ser¨¢ recordado por su capacidad de asombrarnos cada semana con un nuevo, jugoso y aplastante escandalete. Las tarjetas black de Bankia y las declaraciones exculpatorias de sus m¨¢s importantes portadores. La familia Pujol enredada entre malos h¨¢bitos heredados de padres a hijos. La crisis del ¨¦bola, con la rueda de prensa en la que Ana Mato parec¨ªa ida, la enfermera Teresa luchando por su vida y su pobre perro sacrificado ante el estupor de miles de espa?oles. La entrada a la c¨¢rcel de Isabel Pantoja, como si estuviera a punto de cantar sobre el escenario del Teatro Real. La aparici¨®n del Peque?o Nicol¨¢s en nuestras vidas y su brillante colada en la recepci¨®n de los nuevos monarcas. Los ERE que no cesan de dar curvas. Pero, sobre todo, la abdicaci¨®n, que es por donde todo empieza y que vino a suceder justamente cuando el discurso de Navidad de Juan Carlos I al fin hab¨ªa conseguido su decoraci¨®n m¨¢s apropiada.
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