Cocoteros
Para vivir la primera condici¨®n es amar la vida y tener como principal proyecto no morirte
A estas alturas de la vida cada a?o que pasa me parece un cocotero. Es una de las im¨¢genes que guardo de aquellas lecturas de hamaca en los veranos de la adolescencia. Recuerdo haber le¨ªdo que en una isla del sur poblada por unas tribus muy primitivas en cada solsticio de invierno se celebraba una fiesta muy singular para conmemorar el nacimiento de la luz. Al son de los tambores sincopados los j¨®venes eleg¨ªan a los m¨¢s viejos de la aldea y de grado o a la fuerza los encaramaban en lo alto de los cocoteros y los dejaban all¨¢ arriba con la advertencia de que se agarraran bien a las palmas reales. Era su ¨²ltima oportunidad de merecer a¨²n la vida. Entre c¨¢nticos rituales al ritmo de los tambores la ceremonia consist¨ªa en que los j¨®venes comenzaban a agitar los troncos con ¨ªmpetu descomunal propio de la edad. Como cocos de agua ya demasiado maduros algunos viejos ca¨ªan al suelo y la tribu los daba por muertos. De hecho, si no mor¨ªan por el golpe, los ultimaba con la m¨¢xima dulzura mediante p¨®cimas con otra ceremonia de benevolencia para que dejaran paso a la vida que ven¨ªa detr¨¢s; pero hab¨ªa algunos viejos que consegu¨ªan superar la prueba agarr¨¢ndose muy fuerte a s¨ª mismos y entonces bajaban del cocotero en medio de aplausos y lograban vivir hasta la pr¨®xima prueba del solsticio siendo muy respetados. No hay viejo que no pueda vivir un a?o m¨¢s ni joven que no pueda morir al d¨ªa siguiente. Basta con que le caiga un coco en la cabeza mientras est¨¢ en bermudas y gafas de espejo, por ejemplo, en Punta Cana, tom¨¢ndose un c¨®ctel floral, como a Pit¨¢goras lo mat¨® una calabaza que solt¨® un ¨¢guila desde el cielo. Para vivir la primera condici¨®n es amar la vida y, seas joven o viejo, tener como principal proyecto no morirte. Pero a una edad conviene agarrarse bien al cocotero, que se levanta ante el futuro cada a?o nuevo.
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