La encrucijada de la Iglesia
A punto de cumplirse dos a?os de la llegada de Francisco al papado, algo comienza a moverse en la Iglesia espa?ola. Nuevas caras y un af¨¢n de di¨¢logo para una reforma que puede ser la segunda transici¨®n.
En medio del intenso ajetreo de la plaza de Mayo de Buenos Aires, tres persianas permanecen cerradas a conciencia. La habitaci¨®n de Jorge Bergoglio, en el tercer piso de la curia arzobispal, en el n¨²mero 415 de Rivadavia, a 50 metros de la Casa Rosada (sede de la presidencia de Argentina), est¨¢ como la dej¨® el martes 26 de febrero de 2013, cuando embarc¨® en un vuelo de Alitalia con destino a Roma, al c¨®nclave que le convertir¨ªa en papa Francisco y l¨ªder espiritual de 1.200 millones de cat¨®licos. Nunca utiliz¨® aquel billete de vuelta fechado el 23 de marzo. Aqu¨ª, en el episcopado bonaerense, permanecen detenidos en el tiempo su cama, escritorio y estufa; su min¨²scu?la capilla y la estancia donde atesoraba sus libros. Y el gran despacho oficial del segundo piso que se neg¨® a usar y donde embalaba de madrugada en cajas de cart¨®n alimentos con destino a familias desfavorecidas. Fue previsor antes de partir: guard¨® en su ¨²nica maleta el crucifijo de sus abuelos que le hab¨ªa acompa?ado a todos sus destinos y un par de zapatos negros regalo de sus secretarias. Abraz¨® a su kioskero y subi¨® al colectivo (autob¨²s) en direcci¨®n al aeropuerto de Ezeiza. Jam¨¢s volver¨ªa a su amada Buenos Aires.
?Intu¨ªa Jorge Bergoglio que se iba a convertir en el nuevo pont¨ªfice? ?l lo ha negado. Ten¨ªa 76 a?os, un pulm¨®n maltrecho, la rodilla y la cadera machacadas y bien dise?ada su jubilaci¨®n. Hab¨ªa presentado un a?o antes su preceptiva renuncia ante el Vaticano como arzobispo de Buenos Aires. Incluso reservado una habitaci¨®n en una pl¨¢cida residencia bonaerense para sacerdotes ancianos. Sin embargo, seg¨²n analiza un arzobispo espa?ol que pide anonimato (como la mayor¨ªa de los monse?ores que hablan en este reportaje), ¡°algo ten¨ªa que presentir el padre Jorge; en el c¨®nclave de 2005 hab¨ªa quedado segundo frente a Ratzinger, y en 2013 era el favorito de muchos cardenales. Algunos, como el espa?ol Santos Abril, de 79 a?os, destinado en Roma y antiguo nuncio en Buenos Aires (donde se hicieron amigos), hoy sus ojos y o¨ªdos en Espa?a, ya se estaba moviendo para que Bergoglio fuera el elegido¡±. Seg¨²n diversas fuentes, hab¨ªa algunas cuestiones claras entre los electores: el pr¨®ximo Papa no pod¨ªa ser un italiano, porque estaban salpicados por los esc¨¢ndalos del Vaticano; ni un pol¨ªtico de la curia romana; ni de una di¨®cesis donde se hubieran producido esc¨¢ndalos sexuales; ni un prelado m¨¢s preocupado por la liturgia que por los fieles; tampoco un profesor como Ratzinger o un fil¨®sofo como Wojtyla. Muchos cardenales quer¨ªan acabar con el eurocentrismo que hab¨ªa dominado la Iglesia durante siglos; buscaban otro estilo, otro camino; un pastor. La vista del colegio cardenalicio apuntaba hacia Am¨¦rica: una Iglesia joven y diversa, con personalidad e ideas propias; m¨¢s de religiosidad popular que de teolog¨ªa dogm¨¢tica; con menos curas por habitante que en Europa, pero que concentraba al 40% de los cat¨®licos del mundo.
En ese continente, Bergoglio no ten¨ªa competencia. Era el referente. Al menos desde mayo de 2007, desde la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (Brasil), que le hab¨ªa lanzado al estrellato entre centenares de obispos y superiores de ¨®rdenes religiosas de una treintena de pa¨ªses como un sacerdote de organizaci¨®n y di¨¢logo. Proclive a la colegialidad. Y cercano a la gente. ¡°Despu¨¦s de un papa intelectual necesit¨¢bamos alguien que no manejara un discurso teol¨®gico, sino el lenguaje de los que sufren¡±, explica el arzobispo Juan del R¨ªo, de 67 a?os, licenciado en Periodismo y uno de los valores emergentes del episcopado espa?ol. ¡°Una comunicaci¨®n que tocara el coraz¨®n de los parados, los inmigrantes, las v¨ªctimas de malos tratos; que no es la de un pr¨ªncipe ce?udo, sino la de Cristo desnudo, rodeado de pobres y delincuentes, abandonado, solo. As¨ª entiende Francisco la Iglesia¡±.
Contin¨²a otro monse?or: ¡°Algo ten¨ªa que tener Bergoglio en la cabeza. No es un hombre de improvisaci¨®n. Lo anota todo en su libretita. Tuvo ocho a?os, desde el c¨®nclave de 2005, para elaborar una hoja de ruta con el objetivo de transformar la Iglesia. Un cambio m¨¢s de forma que de fondo. Que nadie piense que va a modificar nuestra posici¨®n frente al aborto, o los matrimonios de personas del mismo sexo, o las ordenaciones de las mujeres. Quiz¨¢ pueda contemplar el celibato opcional de los sacerdotes¡ No va a cambiar el qu¨¦, sino el c¨®mo. Va a abrir puertas. Iniciar la reforma. Tiene 78 a?os. Y a partir de su impulso todo puede pasar. Es un conservador en lo doctrinal, pero es humilde, austero, y cree en la justicia y el di¨¢logo. Tiene un proyecto para cambiar el gobierno de la Iglesia, que durante siglos ha sido piramidal, y hacerlo circular, y que en el centro est¨¦ Cristo, no la curia. Va a reflexionar sobre el papel del Papa. Y no quiere que el secretario de Estado de la Santa Sede sea un vicepapa que se comporte ante los episcopados como un primer ministro. Francisco est¨¢ llevando a cabo su revoluci¨®n sin pausa. Cada ma?ana nos desayunamos con sus homil¨ªas en la misa que oficia a las siete en la capilla de Santa Marta (y que los monse?ores devoran por Internet para saber por d¨®nde va). Y eso no te lo inventas de la noche a la ma?ana, por mucho que ¨¦l bromee con lo que denomina su ¡®sana dosis de inconsciencia¡¯. El otro d¨ªa, un obispo espa?ol fue a visitarle y, cuando regres¨®, me dijo: ¡®?Este manda!¡±.
Seg¨²n otro monse?or: ¡°Hay ilusi¨®n en la Iglesia espa?ola. El problema es que hay una mezcla de cl¨¦rigos tradicionalistas y neocon que est¨¢n en contra de esos cambios; que critican el nivel teol¨®gico de Francisco; que dicen que es un chavista. Se est¨¢ perdiendo el rubor en la Iglesia a criticar al Papa. Algunos ultras hablan de ¡®sede vacante¡¯ y ¡®barca sin tim¨®n¡¯. Y para no poner en sus labios el nombre de Francisco dicen con toda la diplomacia eclesi¨¢stica: ¡®Roma lo est¨¢ haciendo muy mal; Roma no tiene norte; Roma es de izquierdas¡±.
Bergoglio es un hombre de acci¨®n; un jesuita, los ¡®marines¡¯ de la iglesia
En el episcopado bonaerense describen a Bergoglio como un sacerdote serio, sencillo, familiar, detallista y silencioso; humilde como un p¨¢rroco de suburbio y soberbio como un viejo jesuita; amante del f¨²tbol y la cocina; con una cabeza bien ordenada y vida interior; aficionado a mantener un perfil bajo y al¨¦rgico a las c¨¢maras. Hasta su llegada al Vaticano no era un hombre de sonrisas. Intentaba pasar desapercibido en los actos p¨²blicos. No conservan en el episcopado im¨¢genes de sus largos a?os de obispado. Y eso que era frecuente verle por la ciudad ataviado con su ra¨ªda sotana negra. Dispuesto a hablar con todos. En pie a las cuatro de la ma?ana. Aficionado a la introspecci¨®n. Paternal, pero dejando claro qui¨¦n manda. La periodista argentina Elisabetta Piqu¨¦, su bi¨®grafa y una de las personas que mejor le conoce, le describe como ¡°un hombre de mando¡±, ¡°un animal pol¨ªtico¡±, ¡°un hombre de gobierno¡±, ¡°un estratega¡±, ¡°alguien que sabe manejarse en el tablero pol¨ªtico¡±. Para concluir con este apunte: ¡°Es alguien impredecible e indescifrable; un misterio¡±.
Lo ¨²nico seguro es que Bergoglio es un hombre de acci¨®n; un jesuita: los marines de la Iglesia desde hace cinco siglos; un sacerdote educado mental e intelectualmente por la Compa?¨ªa de Jes¨²s para desembarcar en el punto del planeta que le ordene su superior, ya sea la Universidad de Georgetown, en Washing?ton DC (la cantera de la diplomacia estadounidense), una favela de R¨ªo o el peligroso Kabul; empotrarse, explorar el terreno, analizar la situaci¨®n y actuar; poner en marcha lo que se le ha encargado y dejar a otros el desarrollo del proyecto. Los jesuitas son fuerzas m¨®viles. Van por delante. Establecen cabezas de puente. Como en el siglo XVI en Jap¨®n. O portando la bandera de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n en los a?os setenta del siglo XX en Latinoam¨¦rica.
En los a?os siguientes al Concilio Vaticano II (la asamblea mundial de obispos convocada por sorpresa en 1962 por un papa anciano y conservador, Juan XXIII, y concluida en 1965, despu¨¦s de su muerte; la esperanza de una puesta al d¨ªa radical de la Iglesia que nunca se culmin¨® por el celo contrarreformista de Juan Pablo II), los miembros de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, pol¨ªglotas y con carreras civiles, fueron los primeros en relegar la sotana y lanzarse a las fronteras; por ejemplo, el extrarradio de las capitales espa?olas, donde convivieron con obreros, intelectuales y sindicalistas, y participaron, junto a otros muchos sacerdotes espa?oles, en la transici¨®n pol¨ªtica de la dictadura a la democracia.
Seg¨²n un miembro de la Conferencia Episcopal Espa?ola (CEE), ¡°fue un momento hermoso en que la Iglesia march¨® al ritmo del pueblo guiada por el cardenal Taranc¨®n; y con Juan Pablo II, el sector m¨¢s conservador del obispado espa?ol que no hab¨ªa digerido el Concilio acab¨® con esa herencia; la consigna en la Iglesia espa?ola durante estos a?os ha sido borrar de nuestra memoria la Transici¨®n; el sector conservador de la Iglesia pensaba que esa postura dialogante de los obispos taranconianos condujo al secularismo, a que perdi¨¦ramos poder e hici¨¦ramos demasiadas concesiones a la izquierda; por ejemplo, admitiendo sin luchar la ley del aborto de 1985¡±.
El giro de posiciones de los obispos espa?oles desde finales de los ochenta hacia posturas intransigentes iba a ser radical bajo la partitura de la Secretar¨ªa de Estado y la batuta de su hombre en Espa?a, el nuncio Mario Tagliaferri, el martillo de Wojtyla, que se jactaba de haber cambiado 60 obispos en nuestro pa¨ªs entre 1985 y 1995 por 60 prelados afines. D¨®ciles, piadosos, formalistas y grises. Profesores de teolog¨ªa, canonistas, rectores de santuarios marianos y directores de seminarios. Un perfil hoy evidente en la CEE. Era la contrarreforma. Se pasaba del taranconismo; de obispos con carreras civiles y a pie de calle a la Iglesia de Juan Pablo II, personificada en Espa?a por halcones como ?ngel Suqu¨ªa o Antonio Mar¨ªa Rouco Varela (un hombre de leyes) y sus delfines. Karol Wojtyla hab¨ªa exclamado que no estaba dispuesto a que Espa?a se convirtiera en el laboratorio del laicismo mundial. Y ellos tomaron nota.
Por contra, la apuesta program¨¢tica de la Compa?¨ªa de Jes¨²s era desde 1975 la atenci¨®n a los pobres y los oprimidos. El resto de las ¨®rdenes religiosas fueron detr¨¢s. El proceso de cambio provocado por el Concilio Vaticano II tuvo luces y sombras. La Iglesia se tambale¨®. Entre 15.000 y 20.000 curas y religiosos abandonaron el sacerdocio en aquellas d¨¦cadas de efervescencia; el Concilio fue el mayo del 68 del catolicismo. Hubo miedo. En aquellos a?os turbulentos fue ordenado sacerdote Bergoglio.
Para sustituir a Rouco, el papa opt¨® por una bicefalia, Bl¨¢zquez y Osoro
Aterrorizado ante ese panorama de espantada posconciliar, el papa Juan Pablo II, un hombre de la Guerra Fr¨ªa refractario al marxismo, cerr¨® las puertas de la Iglesia y, a partir de 1978, meti¨® en vereda a las ¨®rdenes religiosas. Empezando por la Compa?¨ªa de Jes¨²s, a la que intervino en 1981 tras fulminar a su superior general, el carism¨¢tico cura vasco Pedro Arrupe, el jesuita que hab¨ªa presenciado c¨®mo la bomba at¨®mica impactaba sobre Hiroshima. Fue mucho m¨¢s que un escarmiento; fue una medida ejemplarizante hacia el resto de ¨®rdenes: si Wojtyla ten¨ªa el valor de cargarse a los jesuitas (cuyo superior era apodado el Papa Negro) es que pod¨ªa con todo. Juan Pablo II cubrir¨ªa las ausencias de esas ¨®rdenes tradicionales (de las que desconfiaba y cuya libertad de acci¨®n no compart¨ªa, hasta el punto de que su ministro vaticano al mando de los religiosos, el cardenal Franc Rod¨¦, cargar¨ªa contra ellas: ¡°Son las responsables del desastre del Concilio¡±) en los puestos clave de la Iglesia (la direcci¨®n de los seminarios, las c¨¢tedras teol¨®gicas, el control de los medios de comunicaci¨®n cat¨®licos, los obispados, la gesti¨®n econ¨®mica y la organizaci¨®n de eventos multitudinarios) con efectivos de los llamados nuevos movimientos o nuevas realidades (Opus Dei, Legionarios de Cristo, Kikos, Carism¨¢ticos, Focolares, Comuni¨®n y Liberaci¨®n), cercanos a su ideario neocon, caracterizado por una obsesi¨®n por los temas de moral sexual y con la familia tradicional como gran estandarte.
Algo que ha sido evidente en Espa?a de la mano del cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid durante 20 a?os y presidente de la Conferencia Episcopal durante 15, hasta su salida del arzobispado de Madrid el pasado mes de agosto y de la CEE cinco meses antes. Con su retiro, decidido por Francisco antes de lo que ¨¦l hubiera deseado, y el barrido de los puestos de decisi¨®n de sus obispos fieles (Fidel Herr¨¢ez, Juan Jos¨¦ Asenjo, Jes¨²s Sanz, Mart¨ªnez Camino, C¨¦sar Franco, Juan Antonio Reig o Francisco P¨¦rez) daba comienzo la segunda transici¨®n de la Iglesia en Espa?a. La de Francisco.
Para cubrir el enorme espacio de poder y la capacidad de control que hab¨ªa concentrado el cardenal Rouco en Espa?a durante dos d¨¦cadas, Francisco opt¨® el pasado mes de marzo por una direcci¨®n bic¨¦fala a cargo de dos obispos de su confianza: Ricardo Bl¨¢zquez, de 72 a?os, arzobispo de Valladolid (un moderado de enorme inteligencia pol¨ªtica, que levant¨® en 2002 la ira del presidente Aznar al firmar una pastoral de obispos vascos en contra de la ilegalizaci¨®n de Herri Batasuna), al frente de la Conferencia Episcopal, y Carlos Osoro, de 69 a?os, hasta entonces arzobispo de Valencia (un hombre de acci¨®n, al que se puede encontrar en un burger o haciendo la compra, de vocaci¨®n tard¨ªa y bien relacionado con miembros del PSOE como Jos¨¦ Bono o Pedro S¨¢nchez), de la poderosa di¨®cesis de Madrid. Junto a ellos, el Papa situaba en la c¨²pula de la Iglesia espa?ola a otros tres hombres de origen diverso, para completar su idea de colegialidad en la toma de decisiones: al sacerdote Jos¨¦ Mar¨ªa Gil Tamayo, al arzobispo Juan del R¨ªo y al cardenal Antonio Ca?izares. Este ¨²ltimo, el m¨¢s pol¨ªtico de todos ellos, abandon¨® en el verano de 2014 el Vaticano tras dirigir durante seis a?os un ministerio romano de segunda (lo que le permiti¨® trabajar cerca de Francisco en el ¨²ltimo a?o y medio y dulcificarse) y ha sido repescado por el Papa para la di¨®cesis de Valencia; Ca?izares, un duro en sus or¨ªgenes, termin¨® contemporizando con los Gobiernos de Rodr¨ªguez Zapatero y la vicepresidenta Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega (con la que negoci¨® con ¨¦xito la asignaci¨®n p¨²blica a la Iglesia hasta conseguir el 0,7% de la cuota ¨ªntegra de los contribuyentes que marcaran la equis en su declaraci¨®n de la renta, lo que supone unos 250 millones de ?euros al a?o) y mantiene unas excelentes relaciones con el entorno de Mariano Rajoy.
Dentro de su proyecto de reforma, Francisco tiene muy clara la necesidad de repescar a la Compa?¨ªa de Jes¨²s y que vuelva a ocupar un lugar clave en la Iglesia mundial, y junto a ella, el resto de ¨®rdenes hist¨®ricas; el mill¨®n de religiosos que hay repartidos por el mundo. En su mayor parte mujeres. El nombramiento de un franciscano espa?ol, Jos¨¦ Carballo, de 62 a?os, como arzobispo y n¨²mero dos de la Congregaci¨®n para los Institutos de Vida Consagrada, el ministerio vaticano de los religiosos, va en la direcci¨®n de contar con ellos. Un prelado espa?ol interpreta con sorna la vuelta de las ¨®rdenes al centro del escenario frente a la decadencia de los neocon: ¡°Las ¨®rdenes tradicionales pudieron cometer errores con el Concilio, ir demasiado lejos, ser demasiado modernas, pero durante siglos han dado buen vino; mientras, esos nuevos grupos han dado, como mucho, gaseosa. Una de las prioridades de Francisco ser¨¢ controlar la forma en la que act¨²an, se financian y atraen vocaciones esos movimientos neoconservadores¡±.
El cambio del sistema operativo de la Iglesia ser¨¢ la ¨²ltima misi¨®n de Jorge Bergoglio como jesuita. No le sobra tiempo. Acaba de cumplir 78 a?os. Algunos obispos afirman que cuando se encuentre sin fuerzas dejar¨¢ paso. Como hizo Benedicto XVI, creando un precedente que (para los pr¨ªncipes de la Iglesia) ha sido el desencadenante de la revoluci¨®n de Francisco; para ellos, la primavera de Bergoglio comenz¨® con la abdicaci¨®n de Ratzinger (el 11 de febrero de 2013), un papa que ten¨ªa 86 a?os y escasas fuerzas para depurar la maquinaria vaticana. Inmerso en la cocina desde 1978 como cardenal prefecto de la Doctrina de la Fe (la vieja Inquisici¨®n, el ministerio m¨¢s poderoso de la curia), pocos ten¨ªan su nivel de conocimiento de los secretos vaticanos. Al parecer, Ratzinger ten¨ªa un plan para limpiar el gobierno de la Iglesia que se iniciaba con su dictado de ¡°tolerancia cero¡± contra los abusos sexuales en su interior y la condena en 2010 al padre Marcial Maciel, el pederasta y pol¨ªgamo fundador de los Legionarios de Cristo, mimado por Wojtyla. Seg¨²n un obispo, Ratzinger habr¨ªa elaborado un informe sobre la situaci¨®n de la Santa Sede que habr¨ªa entregado a su sucesor para que se encargase de la reforma.
Consciente o inconscientemente, cuando Bergoglio aterriz¨® en Roma el 27 de febrero de 2013 contaba con un programa de gobierno. En las conclusiones de la conferencia de Aparecida, en 2007 ya hab¨ªa insistido en la necesidad de unas Iglesias m¨¢s aut¨®nomas de Roma; una Iglesia m¨¢s colegial, menos clerical y m¨¢s de contacto directo con Dios. Algunos de esos puntos los resumir¨ªa en un folio escrito a mano en castellano que ley¨® ante sus compa?eros durante las Congregaciones Generales previas al c¨®nclave de 2013 (las reuniones destinadas a fijar entre los electores el perfil del nuevo Papa). Varios purpurados se levantaron para aplaudir. Bergoglio apostaba por una Iglesia que saliera de s¨ª misma y se dirigiera ¡°a las periferias geogr¨¢ficas e existenciales¡± y abandonara su ¡°narcisismo teol¨®gico¡±. El asunto m¨¢s repetido entre los cardenales durante el c¨®nclave, seg¨²n explica el arzobispo Ricardo Bl¨¢zquez, ¡°fue la necesidad de reformar la curia romana. Y el Papa se lo ha tomado muy a pecho, pero le est¨¢ llevando m¨¢s tiempo del que hab¨ªa previsto. El segundo aspecto que le encargaron fue que los obispos trabaj¨¢ramos juntos; que no haya personalismos ni protagonismos, sino participaci¨®n. Que digamos lo que queramos decir y escuchemos a los que piensan de otra manera. El Papa repite que es muy sano dialogar¡±.
El 80% de los viejos obispos espa?oles se jubilar¨¢n de aqu¨ª a diez a?os
En el mismo instante en que fue coronado Papa, el 13 de marzo de 2013, Jorge Bergoglio comenz¨® a desplegar su hoja de ruta. Con cada gesto de las primeras horas de su reinado lanz¨® al mundo retazos de su programa. Para empezar, el nombre que iba a adoptar: Francisco, en honor a Francisco de As¨ªs, que fue un revolucionario de la Iglesia en el siglo XIII y el santo de los pobres. Despu¨¦s, la renuncia a los ornamentos m¨¢s ostentosos del papado: Bergoglio no llevar¨ªa zapatos rojos de cabritilla ni una cruz de oro al pecho, ni se mover¨ªa en un Mercedes blindado. A continuaci¨®n, su rechazo a habitar los regios apartamentos papales y decantarse por la habitaci¨®n 201 de la residencia Santa Marta, contigua al Vaticano, algo que, seg¨²n un sacerdote romano, ¡°tiene un alcance pol¨ªtico: vivir ah¨ª le permite escapar al estrecho cors¨¦ de la curia y estar en contacto con los obispos y curas de todo el mundo que pasan por ese hotel para eclesi¨¢sticos¡±.
Contin¨²a la fuente romana: ¡°Bergoglio necesita a la gente; le gusta preguntar, saber, ver y juzgar antes de actuar; en Buenos Aires ten¨ªa sus antenas. Contaba con sus cauces oficiales de informaci¨®n y era un ¨¢vido consumidor de peri¨®dicos (sobre todo espa?oles, no olviden que no habla bien ingl¨¦s). Pero adem¨¢s ha tenido siempre gente de confianza que le ha informado. Profesores, periodistas y curas de a pie que le hablan con libertad. Solo la red de los jesuitas llega al ¨²ltimo lugar del planeta. En la residencia Santa Marta se encuentra con gente. A la que invita a dialogar sin rodeos, con claridad. Tiene un tel¨¦fono m¨®vil que no contesta, pero usa para recoger mensajes, y una vieja direcci¨®n de correo electr¨®nico de Argentina. Y no olvida una cara. Y cuando es necesario llama ¨¦l directamente, como al arzobispo Osoro o al joven v¨ªctima de abusos sexuales en la di¨®cesis de Granada¡±.
Entre los espa?oles que le han visitado en Roma hay tres importantes obispos de la Transici¨®n: el franciscano Carlos Amigo, El¨ªas Yanes (que tiene en la cabeza la Iglesia de los ¨²ltimos 40 a?os) y Fernando Sebasti¨¢n. Luego est¨¢ el cardenal Santos Abril, un diplom¨¢tico que se enfrent¨® en su d¨ªa a la curia romana representada por Angelo Sodano (el padrino del Vaticano), y al que Francisco ha nombrado presidente de la comisi¨®n de cardenales que supervisan el Banco del Vaticano. Y tambi¨¦n algunos de los religiosos espa?oles m¨¢s importantes, como el franciscano Jos¨¦ Carballo y los jesuitas Adolfo Nicol¨¢s y Luis Ladaria (n¨²mero dos de la Congregaci¨®n de la Doctrina de la Fe, por la que pasan todos los expedientes de abusos sexuales cometidos por sacerdotes). Tambi¨¦n ha recibido, por ejemplo, a dos sacerdotes at¨ªpicos que nunca gozaron de la amistad de Rouco, ?ngel Garc¨ªa, de Mensajeros de la Paz (que trabaja con desfavorecidos en todo el mundo y es premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia), y Luis Lezama, un cura con una parroquia y un colegio en Madrid que fund¨® hace 40 a?os el grupo El Alabardero, con restaurantes en Madrid y Washington, y est¨¢ muy centrado en el empleo juvenil. ¡°El Papa tiene muy buena informaci¨®n de lo que pasa en Espa?a¡±, explica una fuente eclesial, ¡°no olvide que la cara visible de la CEE, su secretario general, el nuevo hombre de la fontaner¨ªa, el sacerdote y periodista Jos¨¦ Mar¨ªa Gil Tamayo, de 57 a?os, que ha sustituido a la mano derecha de Rouco, monse?or Mart¨ªnez Camino, fue portavoz del Vaticano durante el c¨®nclave que convirti¨® a Bergoglio en Francisco y llegaron a tener una relaci¨®n estrecha. Ante cualquier duda, Gil tiene el m¨®vil del hombre de la comunicaci¨®n del Papa, el jesuita Federico Lombardi, y viceversa. Gil Tamayo ser¨¢ uno de los obispos de Francisco¡±.
Un mes despu¨¦s de tomar posesi¨®n, concluida la fase de gestos, Francisco mov¨ªa ficha. En abril de 2013 constitu¨ªa el C9, una revolucionaria comisi¨®n de nueve cardenales globales para que le ayudaran en la reforma de la Iglesia bajo tres postulados, limpieza, transparencia y descentralizaci¨®n, y en la redacci¨®n de una nueva constituci¨®n del Gobierno de la Santa Sede. En esas mismas fechas creaba la Secretar¨ªa de Econom¨ªa para controlar los asuntos financieros del Vaticano. En agosto conced¨ªa una entrevista al jesuita Antonio Spadaro, donde afirmaba: ¡°Jam¨¢s he sido de derechas¡±; ¡°el pueblo de Dios necesita pastores y no cl¨¦rigos funcionarios de despacho¡±; ¡°no podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos¡±. En septiembre visitaba a los jesuitas en la iglesia romana del Ges¨´, del siglo XVI, y rezaba arrodillado ante la tumba del padre Arrupe. En octubre nombraba secretario de Estado a Pietro Parolin, joven (60 a?os), diplom¨¢tico y en su sinton¨ªa de onda. En noviembre publicaba su programa de gobierno en forma de exhortaci¨®n apost¨®lica titulada Evangelii gaudium (La alegr¨ªa del evangelio). En ella criticaba el sistema econ¨®mico capitalista (¡°la econom¨ªa que mata¡±), el consumo, la corrupci¨®n y la especulaci¨®n; hablaba de la reforma de las estructuras de la Iglesia y se pon¨ªa una vez m¨¢s del lado de los pobres. En diciembre de 2013 acomet¨ªa dos cuestiones cruciales: creaba una comisi¨®n para luchar contra los abusos sexuales y asistir a las v¨ªctimas, bajo la presidencia de un cardenal, e iniciaba la reforma de la Congregaci¨®n de los Obispos (el ministerio vaticano que fabrica los prelados cat¨®licos), jubilando de ese centro crucial de decisi¨®n a dos cardenales conservadores, el estadounidense Raymond Burke y el espa?ol Rouco. Y, sorprendentemente, sustitu¨ªa a este ¨²ltimo por Juan Jos¨¦ Omella, de 68 a?os, obispo de Calahorra, con fama de progresista y responsable de la pastoral social de la CEE, con autoridad sobre algunos temas que m¨¢s interesan al Papa: el trabajo de la Iglesia en las prisiones y centros de menores y, sobre todo, la labor de C¨¢ritas y Manos Unidas, las dos grandes ong cat¨®licas, la una con un presupuesto superior a los 275 millones de euros y la segunda con cerca de 50 millones. Seg¨²n un obispo que se entrevist¨® con Francisco, este le orden¨® al respecto: ¡°Tienen que apoyar a C¨¢ritas y luchar contra el desempleo juvenil aunque la caja de los obispos se quede vac¨ªa¡±. Tambi¨¦n le hizo otra observaci¨®n: ¡°?C¨®mo se van a casar los j¨®venes espa?oles si no tienen casa ni trabajo?¡±.
Monse?or Omella es uno de los prelados emergentes de la era Francisco y algunos vaticanistas le sit¨²an como futuro arzobispo de Barcelona o en un ministerio vaticano. Otro prelado en ascenso es el nuevo obispo de Zaragoza, Vicente Jim¨¦nez, de 70 a?os, del que Bergoglio se hizo amigo en julio de 2006, durante el Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, presidido por Benedicto XVI, y que se encarga de las delicadas relaciones de la CEE con los religiosos.
La traca final del primer a?o de Francisco fue la convocatoria de un s¨ªnodo de obispos sobre la familia que ha discurrido durante 2014 y concluir¨¢ este 2015, en el que el Pont¨ªfice intentar¨¢ que la Iglesia d¨¦ una respuesta a los retos de los nuevos modelos de organizaci¨®n familiar, desde las parejas homosexuales hasta la situaci¨®n de los divorciados.
Francisco tiene una precisa hoja de ruta para la Iglesia espa?ola. Sabe que es una plaza fuerte del catolicismo mundial, con 60.000 religiosos, 20.000 sacerdotes, 2.500 centros educativos concertados que escolarizan a 1,5 millones de alumnos y 14 universidades con 80.000 m¨¢s. Conoce a sus obispos desde que en enero de 2006, siendo a¨²n el cardenal Bergoglio, les imparti¨® una semana de r¨ªgidos ejercicios espirituales en una casa de los jesuitas a las afueras de Madrid. Ya como Papa, se reuni¨® con ellos en Roma entre enero y febrero de 2014 y les ley¨® fraternalmente la cartilla. Y con la troika de la Conferencia el pasado mes de junio. Francisco les lanz¨® este mensaje: ¡°La pelota est¨¢ en el centro de la cancha; jueguen con camarader¨ªa, franqueza, limpieza y realismo¡±.
El Santo Padre es consciente de que le ha tocado bregar en Espa?a con una n¨®mina de 70 obispos envejecidos (la media de edad est¨¢ en torno a los 65 a?os), de un perfil uniforme (conservadores, acad¨¦micos, formalistas y, en general, ajenos a la calle); una treintena de ellos est¨¢n unidos a los nuevos movimientos y la mayor¨ªa han sucumbido durante dos d¨¦cadas al estilo autocr¨¢tico del cardenal Rouco, al que casi todos deben la mitra. El 80% de esos prelados se jubilar¨¢n en menos de diez a?os. A Bl¨¢zquez le quedan tres a?os en activo; a Osoro y Ca?izares, seis; a Jim¨¦nez y Omella, cinco y siete. Esa generaci¨®n est¨¢ obligada a iniciar la transici¨®n de Francisco. La que concluir¨¢ el trabajo a¨²n no ha alcanzado la mitra. Francisco y sus hombres est¨¢n enfrascados en el dise?o del retrato robot de ese obispo del futuro. Seg¨²n cuenta el arzobispo Bl¨¢zquez, el Papa les dio en Roma algunas pistas de c¨®mo deben actuar los prelados espa?oles: ¡°Nos dijo que como obispos debemos avanzar delante de la gente, abriendo camino; en el centro, unidos y mezclados con nuestros hermanos; y detr¨¢s, para que nadie se quede rezagado y recogiendo a los heridos. No hay m¨¢s secretos¡±.
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