Alerta mochi: hay pasteles que matan
Si no andas con cuidado, puedes atragantarte, ahogarte y morirte con uno de estos pastelitos de arroz pegado en la garganta. Cual ola de calor o epidemia de gripe en Espa?a
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Mi a?o ha empezado con emociones contrapuestas. Unas noticias me empujan a creer en el futuro de la raza humana, como por ejemplo que el bloguero de moda Pelayo D¨ªaz haya tenido que cancelar sus clases magistrales para ¡°digital influencers¡± ante la inexistencia de 15 cretinos dispuestos a pagar 1.500 euros por ellas. Otras, por el contrario, me llevan a cuestionarlo todo.
Yo cre¨ªa que los japoneses eran la gente m¨¢s moderada y sensata del planeta en t¨¦rminos alimentarios, un reducto de delicadeza, contenci¨®n y omega-3 en un mundo plagado de grasas, az¨²cares y zafios excesos. Y de repente me los he encontrado como protagonistas de una de las tradiciones gastron¨®micas m¨¢s letales del mundo.
Leo en The Guardian que durante estas fiestas nueve personas han muerto y 13 permanecen en hospitales en estado grave en Jap¨®n por comer mochis, que no son setas ni peces venenosos ni nada parecido, sino unos pastelitos tradicionales de arroz de aspecto inocente y alma asesina. Se consumen en cantidades industriales en estas fechas y, si no andas con cuidado, puedes atragantarte, ahogarte y morirte con uno pegado en la garganta. Cual ola de calor o epidemia de gripe cualquiera en Espa?a, cada a?o nuevo se llevan por delante su decenita de ancianos.
El diario brit¨¢nico aporta algunos mochidatos escalofriantes: los japoneses consumen un kilo de estos gomosos bizcochos por persona al a?o, la mayor¨ªa de ellos en la primera semana de enero. El 80% de los fallecidos por mochi son personas mayores. Las autoridades recomiendan no tomarlos jam¨¢s estando solo, mientras que la industria alimentaria busca una f¨®rmula de mochi menos pegajosa y, por lo tanto, menos peligrosa.
Personalmente, siempre desconfi¨¦ de un producto que tiene como nombre el apellido de Juan Erasmo, aquel cantante de los setenta que nos regal¨® Mami Panchita y Los que se van, pero nunca imagin¨¦ que pudiera ser un arma letal. Cuando lo prob¨¦ no me pas¨® nada m¨¢s all¨¢ de reafirmarme en la idea de que, en cuesti¨®n de postres, el abismo cultural que me separa del Lejano Oriente es demasiado grande. Me siento incapaz de disfrutar de esa textura chiclosa, y el arroz nunca llena el hueco grabado en mi memoria por la harina de trigo, los huevos o la leche de la reposter¨ªa europea. En definitiva, los mochis me parecen un soberano aburrimiento. Lo bueno es que, por una vez, mis prejuicios de hombre occidental tendr¨¢n un lado positivo, y me mantendr¨¢n inmune a una muerte rid¨ªcula.
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